La estantería del historiador

Categoría: Memoria histórica Página 2 de 13

Entierro de Marina Moreno

Dos enfermeras, una falangista y otra carlista, caídas en la guerra y una cruz en el plano.

En la euforia que se vivía entre los que se habían sumado militantemente a la rebelión contra la república del Frente Popular en Zaragoza desde el 18 de julio de 1936, con la gran movilización realizada por Acción Ciudadana y de fuerzas como la Comunión Tradicionalista, Renovación Española y Falange Española, a las órdenes de Jesús Muro, uno de los pocos líderes falangistas que no fueron víctimas del Frente Popular al quedar en la zona controlada por el gobierno de la República, convertida en pocos días en gran catalizador, hay que subrayar algo que no se ha tratado con suficiencia en la historiografía: el apoyo femenino a los sublevados desde los primeros momentos. Si seguimos los datos de la propia Sección Femenina falangista, llegarían a movilizar a medio millón de mujeres «combatientes» en toda España (en la zona frentepopulista, de forma clandestina, actuarían unas 6.000).

Estas mujeres actuaron sobre todo en la retaguardia nacional pero también en las proximidades a los frentes de combate. Una parte de ellas se integrarían, posteriormente, cuando se organizara, en Frentes y Hospitales.

Estas enfermeras falangistas, pese a no estar en primera línea, dejaron un tributo de sangre en diversos lugares de la geografía bélica. Durante la guerra o al acabar la misma recibieron tributo de homenaje y admiración, les dedicaron calles en municipios; sus nombres estuvieron vinculados a organizaciones de la Sección Femenina tan destacadas como, por ejemplo, las cátedras ambulantes; fueron condecoradas con la Y de la Sección Femenina; algunas supervivientes vieron como Franco prendía en su pecho la condecoración merecida; pudieron recibir las heridas que sobrevivieron la Medalla de Sufrimientos por la Patria… Fueron presentadas, lo que parece molestar a quienes se han acercado a esta historia, a veces pidiendo perdón por hacerlo, como modelo de virtudes y ejemplo de sacrificio a imitar (¿no es un ejemplo de virtud y sacrificio morir atendiendo a heridos en frente de guerra?)… Ilógicamente, ya antes de que se pusieran de moda las leyes de memoria histórica/democrática, mientras avanzaba la Transición y con la llegada la izquierda al poder, las calles perdieron el nombre que hacia perdurar su recuerdo. Y salvo casos excepcionales su historia fue proscrita.

Una de aquellas enfermeras voluntarias, de los primeros instantes, fue la zaragozana Marina Moreno Tena, caída en acto de servicio un 16 de agosto de 1936. Pudieron también dejar la vida, de no mediar una acción armada de rescate, sus compañeras Manolita Cortés García y Pepita Losilla. Todas ellas afiliadas de la Sección Femenina que dirigía Julia Aguilar. Marina se había incorporado en julio a la 1ª Bandera de Falange. Aquellas chicas utilizaban como improvisado uniforme una falda larga, camisa azul y la típica gorra cuartelera. Su sede se situó en un colegio de la ciudad. En pocas semanas eran 3.000 las muchachas alistadas. Los padres de Marina y Manolita, ambos comandantes, y es un dato a subrayar y tener en cuenta a la hora de evaluar la capilaridad de la sublevación, figuraban entre los sublevados el 18 de julio. Manuel Moreno estaba al frente de un embrión de unidad legionaria que, en septiembre, daría origen al Tercio Sanjurjo.

Todas ellas eran muy jóvenes. Marina tenía 18 años y cuando estalló la guerra estaba estudiando comercio. El domingo 16 de agosto actuaron como enfermeras en un convoy médico. No hemos podido precisar si el coche-ambulancia y el camión que lo componían llevaban distintivos como sanitarios. Su misión era llegar hasta un frente aparentemente tranquilo. Sin embargo, una columna anarquista avanzó sobre Almudévar, llegando hasta la carretera de Huesca por la que avanzaba el convoy. Era una zona en la que políticamente la CNT tenía una gran fuerza, constituyendo la próxima Tardienta un punto estratégico en la zona de combate.

Los diversos testimonios sobre lo sucedido, más precisos que el relato de prensa, son muy similares, aunque un tanto confusos sobre el inicio de la emboscada. En el coche-ambulancia iban, con su chófer, el comandante médico Oliván y el doctor Alonso Lej; detrás el camión con el médico falangista Ángel López Onde, 11 falangistas y las 3 enfermeras. El coche-ambulancia, adelantado, fue tiroteado. Probablemente intentaron salir bajo el fuego enemigo y repeler la agresión, ya que el cuerpo del comandante Oliván Anadón quedó en el suelo junto con el de su conductor. El doctor Alonso Lej consiguió escapar siendo asesinado después.

Es evidente que la distancia entre los vehículos hizo que el camión no tuviera noticia de lo que había pasado y por lo tanto tomar precauciones. Igualmente, que los atacantes dejaron los cadáveres y el coche como señuelo y aguardaron la llegada del resto del convoy. Al llegar, el camión se detuvo. Ignorantes de lo sucedido comenzaron a bajar del camión para auxiliarles. En ese momento los cenetistas abrieron fuego. Manolita y Marina iban a ser alcanzadas, algunos falangistas cayeron al instante, otros fueron heridos. Las tres enfermeras se abrazaron y Marina recibió los disparos mortales en la espalda, mientras Manolita sangraba en sus dos piernas. Los anarquistas abandonaron la protección al cesar cualquier resistencia. Las muchachas vieron como sus camaradas eran rematados mientras aguardaban la muerte. Y el cadáver de Marina expoliado de sus medallas y alguna joya.

Manolita Cortés tenía dos heridas de bala en las piernas. Inesperadamente el jefe de los anarquistas indicó al médico, Lope Onde, que atendiera a la muchacha. Tras terminar su labor, allí mismo, cayó asesinado sobre el cuerpo de la propia chica herida. No es difícil comprender el terror del momento. Ambas falangistas, Pepita y Manolita, debieron temer lo peor cuando los milicianos las encerraron en la estación de Almudévar. Difícilmente se puede estimar que se equivocaran al reconocer al jefe anarquista: Hilario Salanova Carretas, conocido como «El Negus». En alguna publicación se indica que fue el responsable del lanzamiento de las bombas sobre el Pilar en septiembre, lo que carece de toda lógica al tratarse de un bombardeo aéreo.

Natural de Grado (Huesca), nacido en 1900, había sido destinado a África en 1921. Después se instaló en Barcelona donde ingresó en la CNT. Tras la represión de la sublevación en Barcelona, en julio de 1936, marchó con la columna anarquista que avanzó hacia Zaragoza-Huesca. Un testimonio reciente avala el contenido de la documentación de la Causa General que después mencionaremos. Salanova era uno de los mandos de Los Aguiluchos. Volvió a la zona de Huesca en agosto, participando en operaciones de detención de «fascistas» en los pueblos. Vicente Burrel ha relatado lo acontecido en La Puebla de Castro, donde vivía un compañero de mili de Salanova. Su nombre estaba en el listado que le habían entregado a Salanova para proceder a su detención. Este, al llegar al pueblo, no solo le advirtió, sino que le pidió que le indicara si otros nombres de la lista eran «enemigos». Al indicarle que no, que quizás contrarios a la colectivización anarquista, Hilario no detuvo a nadie.

No había sido así en su pueblo, el Grado. Según la documentación de la Causa General llegó allí al mando de una sección de Los Aguiluchos, el 14 de agosto, para llevarse a 12 vecinos. Sin embargo, probablemente tras hacer una comprobación, solo fueron cinco los detenidos (Joaquín Serrado Cosculluela, José Pérez Latorre, José Blanco Español, José Blanco Santaliestra y Alberto Español Valdovinos). Entre el kilómetro 13 y 14 de la carretera a Barbastro, en Peña Lacambra, los asesinaron: «En dichos asesinatos -se anota en la investigación posterior- hubo ensañamiento, ya que el José Blanco Santaliestra, hijo de José Blanco Español, les pidió a los asesinos que respetaran la vida de su padre al que contestaron que le iba a pasar como a él y colocándolos al borde del precipicio les hicieron fuego para que cayeran al río». Según la documentación: «también se ensañaron con Pedro Español Valdovinos, que le hicieron ir a recoger los cadáveres, diciéndole que iba para salvar a su hermano, y posteriormente se ensañaron con los familiares, que después de incautárseles de cuanto tenían no les daban lo necesario para vivir».

Dos días después se produciría la emboscada a los vehículos sanitarios. Es de suponer que había decidido entregar a las muchachas supervivientes o trasladarlas a una prisión. De hecho, quedaron bajo la custodia de un miliciano, «el estudiante», que las trató bien según el testimonio posterior. El 17, el padre de Manolita envió una columna bajo el mando de José Arija para intentar localizar a los desparecidos. Avanzaron y descubrieron el lugar de la emboscada y los cadáveres. Continuaron hasta las proximidades de la estación. Fue la joven Losilla quien los vio, haciéndoles señales desde una ventana. Los soldados se desplegaron para liberarlas, el miliciano que las vigilaba, aplicando las órdenes vigentes, tras ser detenido, fue ejecutado.

El cadáver de Marina sería velado hasta su entierro el martes 18 de agosto. La prensa recoge en sus páginas los actos de homenaje celebrados en su entierro. El féretro fue llevado también por muchachas de la Sección Femenina y escoltado por legionarios de su padre. En enero de 1939 Pilar Primo de Rivera le concedería la Y de plata de la Sección Femenina. En su tiempo fue considerada como la primera de las caídas falangistas. También en su honor, el 9 de septiembre, el consistorio le dedicó la calle antes llamada Galán y García Hernández, por ser la primera aragonesa muerta por «defender los sagrados intereses de España».

Un año después caería en el frente la enfermera carlista Agustina Simón Sanz, como enfermera del Tercio de Almogávares estaba en el hospital instalado en el Seminario de Belchite. Nunca dudó a la hora de acudir a primera línea y a las trincheras en el asedio del pueblo por las fuerzas del Ejército Popular. Se decidió evacuar el hospital, pero ella se quedó con los heridos. Fue detenida por los republicanos y llevada a Híjar junto con los demás. Le ofrecieron, para salvar la vida, que se pasara a los frentepopulistas: se negó. Atada en cuerda con otros carlistas sería sacada de la prisión y asesinada en las afueras del pueblo el 3 de septiembre de 1937. En 1939 se le concedería la Y de oro de la Sección Femenina.

Como en el caso de Marina, el ayuntamiento de Zaragoza le dedicaría una calle en la ciudad. Según revela el estudio de Ramón Betrán, la calle se escogió por razón de formar una cruz en el plano con la dedicada a Marina. Hoy, esta última, recibe el nombre de Paseo de la Constitución.

Juan de la Cierva y Franco

En torno a la polémica sobre Juan de la Cierva. Agente de Franco y de Mola (III)

Tengo más que sospechas para pensar que Juan de la Cierva fue asesinado mediante un sabotaje en el avión que debía llevarle a Amsterdam para trasladarse después a Berlín. Básicamente porque, como vamos a confirmar documentalmente, era un agente al servicio de España, de Mola y de Franco.

Juan de la Cierva puso su dinero al servicio de la causa y debió reunir fondos (divisas) para la adquisición en el extranjero de aviones, armas y munición como indica la documentación; siendo vital su actuación para la gestión de la adquisición de 20 millones de cartuchos de 7 m/m e incluso, probablemente, participar en el boicot a envíos a la república.

Precisemos que en el verano de 1936 ambos bandos necesitaban desesperadamente esos suministros, aunque la República del Frente Popular tenía a su disposición las fábricas de armas.

Tampoco podemos prescindir de la situación internacional y el proceso de posicionamiento de los países ante la guerra española junto con la posibilidad de intervenir en el conflicto. Hasta ese momento Stalin se había decantado por un apoyo interpuesto a los frentepopulistas. Quizás la prueba más temprana de ello sea un radiotelegrama que el dictador comunista remite el 6 de septiembre a Kaganovich y al Comité Central del Partido Comunista de la URSS. En este plantea lo siguiente: “Convendría vender a México cincuenta aviones de bombardeo de alta velocidad para que México los revendiese a España. Asimismo se debería seleccionar a unos veinte buenos pilotos nuestros para que cumplan funciones militares y al mismo tiempo instruyan a los aviadores españoles en vuelos de bombardeo de alta precisión. Hace falta preparar esto rápidamente. Sería útil vender 200.000 fusiles, 1000 ametralladoras y unos 20 millones de cartuchos por el mismo procedimiento”.

El 18 de septiembre la Internacional Comunista procedería a organizar las Brigadas Internacionales que, aunque presentadas como un gran éxito, el contingente no indica que fuera una recluta tan popular como el mito pretende, pues por esta unidad reclutada en medio mundo solo pasaron unos 35.000/40.000 hombres; sus primeros contingentes llegarían a España en octubre. Señalemos que, sin duda, esta recluta influyó/aceleró el envío de fuerzas a la España nacional. En octubre llegaban a Cádiz los primeros combatientes italianos de lo que sería el CTV, pero hasta noviembre no saldría de Alemania la Legión Cóndor con su importante escalón de tierra.

En estos meses la actividad para conseguir pertrechos, aviones, armas y munición por parte de los rebeldes fue incesante dada su manifiesta inferioridad y ahí Juan de la Cierva tuvo un importante papel. En nuestros anteriores artículos aportamos testimonios de los viajes a la España nacional de Juan de la Cierva y de sus encuentros con Franco y/o visitas al Cuartel General del Generalísimo. Ángel Viñas citaba la existencia documental de una de las cartas remitidas por el inventor del autogiro al general Mola publicada hace tiempo por los herederos del que fuera “secretario civil” del general, Félix Maíz. Se trata de un texto definitivo, una prueba incontestable, de los servicios de Juan de la Cierva a la causa nacional. En ella, como apuntamos, el mismo declara estar actuando al servicio de los generales Franco y Mola. Esta carta dirigida al general Mola está fechada en Londres el 19 de septiembre de 1936, cuando las necesidades de los rebeldes eran acuciantes. Vamos a transcribirla sin comentarios para que sea el lector quien juzgue:

“Mi querido y respetado amigo: anoche llegué de Berlín, según la telegrafía, y según prometí desde allí, me apresuro a mandarle detalles completos del cumplimiento de mi misión.

No fue posible llegar a Berlín el miércoles, por llegar el tren a París demasiado tarde para enlazar con el aeroplano de la mañana, por lo cual seguí en el tren de la noche. Por cierto que en el coche-cama intentaron robarme mientras dormía, no sé si el dinero o los documentos, sin éxito.

Me puse en contacto inmediatamente con el Almirante Canaris, que es el que se encarga de la ayuda al movimiento. Me recibió muy bien y le expliqué la situación después de enseñarle la carta que V. me dio. Le hice presente estoy al corriente de todos los arreglos, tanto los hechos en Berlín directamente como los de la Hisma, etc. para que se halase con toda libertad.

El Almirante me puso en contacto con otras personas y en definitiva dejé arregladas las cosas como sigue:

1.- Las Marismas había encargado 5.000.000 de cartuchos 7 m/m. El creía le habían prometido entrega fin de agosto, pero los de allí dicen es un error, la entrega prometida era fin de septiembre.

Pensaba embarcarlas a mediados de la semana próxima en el barco que viene cargado de cobre. Ante mi resistencia, quedó arreglado el embarque hoy, sábado, en otro barco que fletamos, cuantos cartuchos se pudieran embalar y transportar a Hamburgo en camiones, trabajando día y noche. Al principio creían poder llegar a las 3 unidades, pero ayer por la mañana creían serían solo dos, pues si no, se perdería algún tiempo. Así se lo telegrafío a V.

Así pues, en el vapor Camerún salen hoy para Vigo:

2.000.000 (aproximadamente) cartuchos 7 m/m

2.000 fusiles calibre 7,92

875.000 cartuchos 9m/m para las pistolas ametralladoras que ya fueron.

Sólo quedaban por mandar, del encargo que el Comandante Génova hizo, 1750 fusiles alemanes, pero me pidieron permiso, que di, para completar la cifra hasta 2.000.

Los gastos extra, pues el barco especial, transporte en camiones y los 250 fusiles con 1.000 cartuchos cada uno se los pagué desde aquí. Todo lo demás estaba ya pagado (salvo una pequeña cantidad) con los envíos que hicimos desde aquí y que figuran en la relación que le dejé.

2.- El miércoles o jueves próximos saldrán los cartuchos restantes (probablemente 3 millones) para Vigo. Con el fin de aprovechar el viaje, he ordenado completar el cargamento con unas 1.500 toneladas de carbón.

3.- Esos cinco millones corresponden, repito al pedido hecho a la industria privada, que hay que pagar a tocateja. De todos modos, y en vista del plazo pedido por la fábrica austriaca (no polaca como me habían dicho los representantes polacos) ordené por el mismo conducto otros cinco millones en Alemania. Plazo máximo de embarque 3 semanas, casi seguro 2, pues ya tienen todo montado para la fabricación. Así pues, podemos contar con esos 5 millones hacia el 5-10 de Octubre en Vigo. Los pagaremos desde aquí.

4.- Todo esto no tiene nada que ver con los arreglos hechos por el general Franco con la Hisma. Tuve otra conferencia con Canaris y otros sobre este asunto. El Almirante me dijo podría confirmar a Franco que le enviarán 5 millones semanales. Según pidió, pero al principio decían tardarían 10 a 15 días en hacer el primer envío. Seguí instando sobre la necesidad absoluta de acelerar y entonces me dijeron que si tuvieran una muestra de nuestra cartuchería se ahorrarían 2 – 3 días pues pensaban mandar un aeroplano a España a recogerla. Saqué del bolsillo la que V. me dio y entonces dijeron que estaban casi seguros de poder hacer el primer envío en una semana de plazo, o sea hacia el 25 ó 26 del corriente, siguiendo luego cada semana.

5.- En vista de esto, que me fue solemnemente prometido, creí era innecesario el pedido a Austria, ya que además me di cuenta no les hacía mucha gracia a los alemanes, a quienes se había pedio les dieran tránsito y transporte desde Hamburgo. Sin embargo, a llegar aquí anoche y encontrar su telegrama, volví a avisar a los polacos, aceptando el plazo de 20 días para entrega de 7 millones. No amplié el pedido a 10, pues de todas maneras no podrán entregar más de 7 en ese plazo y si queremos más podremos encargarlos, sin retraso, dentro de unos días. Espero sus órdenes a este respecto”.

Entra aquí la misiva en el resumen de los embarques que van a realizarse probablemente en Hamburgo entre el 19 de septiembre y el 12 de octubre de cartuchería, que alcanzarían la cifra de 27 millones de cartuchos de 7 m/m suministrados por Alemania, Austria, la industria privada y la Hisma. La mayoría serían desembarcados en Vigo, destinándose 10 millones de cartuchos al ejército del sur. Continuemos con la reproducción de la carta:

“7.- La industria privada alemana, por conducto del Sr. Veltjens, está dispuesta a suministrar luego unos 5.000.000 cada 2 semanas si se les encargan y pagan. V. me pasará sus instrucciones, aunque yo creo que con las promesas recibidas no necesitaremos gastar más dinero en cartuchería. Los encargos hechos a Veltjens y a Austria, por 12 millones en total, constarán unas 65.000 libras, que pagaremos desde aquí.

8.- Veltjens, que es en realidad un agente oficial, me ha dicho que los rojos han comprado en Finlandia 1.000 ametralladoras, en 2 millones de dólares. Los de allí, de acuerdo con los alemanes, se las han vendido y exigen pago total antes de enviar nada. Han recibido una sexta parte del dinero y en cuanto hayan cogido todo, mandarán las 1.000 piezas sin algunas partes esenciales del mecanismo, así que nos les servirán de nada. Es un buen servicio que nos prestan.

Con esto termino la relación del cumplimiento de la misión que V. me encargó. Sólo debo añadirle que mis colegas de Londres han estado buscando stocks disponibles por todas partes y no queda nada en ningún país. Además están tratando de conseguir que unas 190 toneladas de mercancía sospechosa que hay en Hamburgo para envío a China, de procedencia austriaca y finlandesa, sean inspeccionadas para ver si se trata de cartuchos 7 m/m con destino al enemigo. Ese material está ahora detenido, por orden del Gobierno Alemán, y sería un buen golpe que nos lo enviaran a nosotros. Creo nada le pene que el General Franco diga algo sobre esto por medio de la Hisma.

Voy ahora a ocuparme de las otras misiones que V. y Franco me encargaron y que daré cuenta.

Hasta pronto espero. Quedo a sus órdenes. Le envío un fuerte abrazo. ¡Viva España!

Juan de la Cierva”.

Leída la carta anterior pocas dudas pueden quedar de cuál fue la actuación de Juan de la Cierva como agente de Mola y de Franco, ya que él mismo –insistimos– lo recalca en el texto. Era en este campo una de las piezas clave de la negociación en Berlín. Por otra parte, la carta confirma que manejaba unos fondos sitos en Londres con los que se pagaban parte de los envíos. Lo que dejamos para el último capítulo, como ya sugerimos en el anterior, es que en aquel otoño de 1936 comenzaron a llegar alertas sobre la necesidad de protegerle, porque otros agentes estaban operando a favor de los republicanos y conocían su actividad.

El texto de memorias póstumas de Féliz Maíz nos revela o confirma, además, algunos de los movimientos de Juan de la Cierva desde los primeros días de la rebelión. En primer lugar, que Mola lo consideraba como uno de los agentes internacionales de la rebelión: “Goicoechea en Roma. La Cierva en Londres. Ponte en Lisboa [general Ponte y Manso de Zúñiga]”. En segundo lugar, que La Cierva voló a Burgos para llegar el día 22 de julio, a partir de ahí los viajes se sucederían como ya señalamos. En tercer lugar, las gestiones del inventor con Berlín debieron iniciarse a finales de julio o principios de agosto (es Juan de la Cierva quien informa a Mola de la marcha de las negociaciones en Berlín indicando que se enviarán 24 Junkers y 9 Heinkel). En cuarto lugar, confirma que va bien su actividad en Berlín a través de  Veltjens (utilizaba un piloto inglés que llevaba sus mensajes a Burgos).

Por otra parte, merced a sus contactos, también actuaba como informador de Mola sobre la situación en Londres y en otros lugares. Así, por ejemplo, en septiembre le indicó lo que había averiguados sobre la recluta para las futuras Brigadas Internacionales que se realizaba en las oficinas abiertas por el partido comunista en París, Lyon y Marsella. También queda constancia de un nuevo viaje de Juan de la Cierva a Valladolid a finales de septiembre para entrevistarse con Cabanellas y con el propio Mola.

Poco más se puede añadir, pero no ponemos punto final.

En torno a la polémica sobre Juan de la Cierva y su relación con Franco (II)

Francisco Torres García

A raíz de mi anterior artículo sobre la polémica desatada ante la continuidad del merecido nombre de Juan de la Cierva en el frontispicio del aeropuerto de su tierra, Murcia, algunos lectores me han escrito precisando, pidiéndome alguna ampliación o transmitiéndome algún testimonio como el hijo del exministro Pedro González-Bueno, quien fuera compañero de promoción y amigo de Juan de la Cierva.

Se ha escrito que Juan de la Cierva ni tan siquiera llegó a conocer a Franco, lo que a tenor de los testimonios no es cierto. Ya precisaba en mi anterior artículo que Juan de la Cierva había estado en Burgos a finales de noviembre visitando el Cuartel General del Generalísimo. Se ha escrito, para difuminar la realidad, que hasta los republicanos reconocieron, al referir brevemente su muerte, que «tuvo la gran virtud de encerrarse en los límites de su ciencia sin intervenir en las luchas políticas. Es indudable que se trataba de un hombre de derechas; pero ello no constituía obstáculo para que sus actividades estuvieran enmarcadas dentro de una neutralidad exquisita», sin olvidar, eso sí, mencionar que era «hijo de uno de los caciques clásicos que más han envilecido a España». Pero entonces nada sabían de su actuación a favor de los nacionales ni de su intervención en la compra del Dragon Rápide. De saberlo la crónica de este periódico hubiera sido distinta.

Revisemos el testimonio en sus memorias de su compañero Pedro González-Bueno, ambos eran amigos desde sus estudios y en 1935 «reverdeció» la relación cuando este viajó a Londres. Al menos registra dos ocasiones en las que Juan de la Cierva voló a Burgos para ver a Franco. En la primera, le indicó que «estaba en contacto con el Generalísimo para tratar de facilitarle aviación y me pidió autorización para poder enviarme telegramas cifrados al hotel Madrid-Londres, y que yo los entregara en el Cuartel General. Así lo hicimos en alguna ocasión».

En la segunda ocasión, Pedro acompañó a Juan de la Cierva al palacio de la Isla para entrevistarse con Franco. Le comentó que Franco le iba a preguntar si «podía facilitar alguna divisa más para continuar ayudando a la Aviación nacional». Textualmente anota que añadió: «Tengo gran preocupación porque no dispongo de más dinero y si no me facilitan nuevos medios tendría que comprometerme en créditos personales. Eso podría ser la ruina de mi familia».

Por el fragmento que incluimos en el anterior artículo de una carta a Franco de Pilar de Hoces, esposa de Ricardo de la Cierva, asesinado por los frentepopulistas, sabemos que Juan comprometió cuanto tenía. Añade Pedro González-Bueno que en esa reunión Franco le pidió a Juan de la Cierva que le recomendara algunos nombres para figurar en la Junta Técnica del Estado y este le dio el nombre de Pedro González-Bueno.

Si añadimos a lo relatado el testimonio reflejado en el artículo anterior de una visita al Cuartel General en esos días, debemos estimar que se refería a otra distinta a la que realizó con Pedro González-Bueno.

Lógicamente la actuación de Juan de la Cierva al servicio de los rebeldes primero y de Franco, como Jefe del Estado, después permaneció en secreto y, como señalamos, emergió entre líneas al fallecer en accidente. De la misma forma se hizo referencia a ella en algunos artículos publicados en el primer aniversario de su muerte, indicando que los diversos viajes que realizó entre julio y diciembre de 1936 fueron en «misión especial»:

«Gloria para su Patria y gloria para la Ciencia universal había sabido conquistar por sus talentos, y así respondía a los apellidos que sus progenitores habían hecho ilustres en el servicio a España, otros estímulos, de elevado patriotismo también,  movían su actividad en la ocasión que le era arrebatada la vida.

Por esta circunstancia, por la fecha en que ocurrió su muerte y asociada esta al motivo que le llevaba a cruzar los espacios, militante en la Cruzada, con milicia eficacísima para España, como héroe de la guerra, hemos de considerarle, si quiera no sea más que para añadir a los laureles que se disciernen a los sabios los que se otorgan a los que luchan en el campo de batalla».

Poco más se puede decir. Por valorar esas gestiones y para brindar apoyo a la familia, el 8 de diciembre  de 1937 Franco firmaba un interesante decreto que hay que leer entre líneas:

«Don Juan de la Cierva Codorníu, muerto el 9 de diciembre de 1936, después de prestar eminentes servicios a la Patria, pertenecía al Cuerpo de Ingenieros Civiles y dio renombre a España con sus investigaciones científicas en el extranjero, no escatimando nunca servir a la Patria en cuantas ocasiones fue requerido para hacerlo.

Queriendo premiar estos servicios y teniendo en cuenta que después de su gran amor a España todo su cariño era para el Cuerpo de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, al que pertenecía, dispongo:

Artículo primero: Para hacer honor al ingeniero don Juan de la Cierva y Codorníu, se le considera permanentemente en el escalafón del Cuerpo de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, para todos los efectos administrativos, en el primer lugar del escalafón, gozando de todos los ascensos que le pudieran corresponder en vida.

Artículo segundo. El sueldo que pudiera corresponderle será entregado, como pensión extraordinaria, a su viuda, doña María Luisa Gómez-Acebo y Varona, y a su fallecimiento, a sus hijos don Juan, don Jaime, don Luis, don Manuel, doña Ana María y, don Carlos».

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