La estantería del historiador

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“En 1945 el donativo de Franco al Patronato de Presos era de 250.000 pesetas”

Entrevista en Diario Ya sobre nuestro libro Franco una biografía en imágenes. Apuntes para un retrato personal

“En 1945 el donativo de Franco al Patronato de Presos era de 250.000 pesetas”

Redacción Diario Ya.- Este martes, a las 19.00 horas, en el Casino de Madrid se presenta una obra que, sin duda, no va a dejar indiferente a nadie y que tiene el valor de derruir lo que se definen como los “antimitos del antifranquismo”. Tras dos años de trabajo llega a las librerías el libro “Franco: una biografía en imágenes. Apuntes para un retrato personal” realizado por el historiador y colaborador de Diario Ya Francisco Torres García y por Dionisio Rodríguez. Cuenta además con un sorprendente prólogo firmado por Luis Alfonso de Borbón y Martínez-Bordiú. En el acto de presentación intervendrán también el abogado Luis Felipe Utrera-Molina y el periodista Eduardo García Serrano. Por ello hemos conversado sobre esta obra con Francisco Torres.

-Tiene usted la costumbre de dar “puñetazos sobre la mesa” cada vez que presenta un libro. Después de sorprendernos con “Franco Socialista”, que va por su segunda edición, ahora nos trae esta biografía en imágenes del Generalísimo de más de 700 páginas, en gran formato, más de 1.600 fotografías y no pocos documentos y revelaciones que van a poner de los nervios a la historiografía antifranquista. Y no han dejado en ella tema polémico sin abordar con documentos inéditos… Háganos un adelanto en primicia para los lectores de Diario Ya.

-Indique que se trata de puñetazos retóricos… ¿Una primicia? Que desde 1943 existía el Patronato Nacional de Presos y Penados. Se había constituido para ayudar a los presos o sus familias que habían salido o estaban saliendo de las cárceles, la inmensa mayoría “republicanos”, para comprar muebles, ropa, alimentos… Gran parte del dinero de estas instituciones no salía de los Presupuestos sino de donaciones, entonces “suscripciones”, y Franco contribuía a la misma todos los años. Así, en 1945 su aportación fue de 250.000 pesetas (el salario de un obrero en Madrid podía ser de unas 400/500 pesetas al mes).

-En el libro se abordan temas como la pretendida y supuestamente ilícita fortuna de Franco, la denominada “represión”, la labor humanitaria durante la II Guerra Mundial, el papel de Carmen Polo y de su hija Carmen Franco, su relación con Juan Carlos I, rebate el mito del dictador odiado y aislado, explica con detenimiento los apoyos políticos, sociales y populares que Franco tuvo…

-Me interesaba mucho ese último aspecto. Se abusa del término “dictador”. Desgraciadamente se ha perdido la precisión intelectual y no pocos historiadores, periodistas y tertulianos -estos últimos son una nueva especie- recurren a él para manipular la realidad. Abusan del calificativo sabiendo que con él convierten a Franco en un individuo de poder omnipotente y arbitrario que lo hace todo sólo y lo aplica mediante la fuerza con el concurso de instituciones odiables (el ejército o las fuerzas represivas), desaparecidas (el Movimiento)… Así ocultan no sólo los apoyos sociales y populares que Franco tuvo, sino también el consenso social que fue incuestionable a partir de los cincuenta. Es un caso único, porque no solo conservó los apoyos iniciales (la media España que se sublevó o rebeló en julio de 1936 porque en palabras de uno de sus líderes no se resignaba a morir) sino que los amplió entre las masas neutras del país. No solo explicamos esto en el libro, sino que es algo que se desprende de las imágenes, que el lector ve.

-No sé si será exacto, pero esta es la primera biografía de Franco cuyo sustento son las fotografías. Cientos de ellas son inéditas y la mayoría de gran calidad dado el tamaño de impresión del libro 23 x 31.

-El editor ha hecho un gran esfuerzo. Hoy se imprime poco en gran tamaño, tipo folio, y menos en este que es mayor, pero las fotografías se tienen que ver bien. No pocas provienen de negativos, algunas se han restaurado; y Franco debía de ser bastante cuidadoso. En la selección y el tratamiento ha sido fundamental el trabajo de Dionisio Rodríguez. No sé si será la primera en puridad como usted apunta, pero sí en el concepto de una biografía realizada y estructurada a partir de fotografías. Es el texto el que ilustra las algo más de 1.600 imágenes y no a la inversa, que es lo habitual. Pero, además, es que son las fotografías de Franco, las que tenía en su archivo y que hemos podido localizar: unas están en el archivo de la FNFF, otras han sido cedidas por su familia. Inicialmente trabajamos sobre unas 6.000 fotos y seleccionamos unas 2.000. Tenga usted en cuenta que no es inusual que de un acto o de una sesión nos encontremos con 10/20 fotos. Luego contamos con algunas cedidas por familiares de sus ministros. Al estimar que no teníamos todo el material que guardaba no entramos en elucubraciones sobre por qué unas sí y otras no. Sí invitaría al lector a que se planteará la selección en los 50-60, que es donde teníamos más material, de fotos que tenía de audiencias y visitas internacionales. En ellas probablemente haya algo de afinidad con las personas y delegaciones o con los visitantes extranjeros. Algunas proceden de reportajes, que por las audiencias sabemos que le hacían llegar, desde las de la visita de Eisenhower, remitidas por el propio presidente americano, a las de manifestaciones en la Plaza de Oriente (Arriba). Lo solía hacer en los años 40 la agencia Cifra.

-Pasando páginas se percibe muy bien el ritmo cinematográfico de serie por capítulos tan habitual. Hay como dos partes dividas por la guerra civil…

-Sí. Nos interesaba explicar que Franco ya era Franco antes de la guerra. Ya era un mito surgido de una necesidad social. Es el héroe necesario o la proyección de esa necesidad. En África, se convierte en la leyenda heroica de una guerra llena de frustraciones para los españoles. Durante la República, es el valladar último ante la amenaza revolucionaria que se hace real en 1934 y al estallar la guerra es la esperanza ante lo que ha sido un fracaso entre el 18 y el 20 de julio de 1936 (se transforma en la única esperanza de salvar la vida para los que han quedado en la zona republicana, la más poblada, que se enfrentan al exterminio). Franco guardaba, suponemos que debió ir recuperando fotos porque gran parte de sus recuerdos se perdieron en el saqueo de su casa en Madrid por parte de los frentepopulistas, en unos álbumes sus fotos de África; las de Zaragoza se conservaban en las memorias de curso/promoción elaboradas. A las imágenes lo que acompaña en este período son los textos del propio Franco o los extraídos de la documentación militar. Ahí tenemos reproducidos no solo los extractos de sus memorias que el doctor Vicente Pozuelo publicó sino otros fragmentos como en el que narra una de sus primeras acciones en África, junto con la visión que la prensa transmitía del guerrero.

La segunda parte, los capítulos de la serie, son temáticos y en ellos vemos a Franco envejecer siendo Franco una y otra vez. 

-¿Las fotos derrumban mitos?

-Rotundamente sí. Fueron ellas las que vertebraron la obra, las que impusieron los capítulos. En el principio el planteamiento fue un libro meramente fotográfico con pies amplios, pero el material pedía otra cosa. Biografías de Franco hay muchas y seguirán llegando a las librerías, pero esta es distinta. Las fotos nos llevaron al intento de trazar una biografía personal. Las biografías de Franco son básicamente biografías políticas que recorren su régimen. Esas ya existen, el lector las conoce. El 75% de nuestro trabajo es otra cosa. 

Las fotografías destruyen el mito. Mejor dicho el antimito de los hagiografos del antifranquismo. Nos dicen estos autores: Franco no era carismático, pues las fotos dicen lo contrario; Franco estaba frustrado… por su voz… y las fotos nos presentan a un orador de movimientos enérgicos que pronuncia cientos de discursos; Franco era despreciado internacionalmente, pues por las fotos no lo parece; Franco era un dictador impopular, odiado… pues las fotos dicen lo contrario. Y luego están las comparativas que quienes no tienen recuerdo directo de la época realizarán… animo a que se fijen en los dispositivos de seguridad que le rodean. Franco era el dictador de las oligarquías y los poderes financieros, nos cuentan, -en realidad no se llevó bien con las oligarquías tradicionales-, pero en las fotografías se pasa la vida repartiendo viviendas, inaugurando pueblos, dando tierras (las parcelas de Franco que se decía en Andalucía en la época); Franco causó el retraso de España y no la modernización, pero las fotos dicen otra cosa… Y eso que las 1.600 fotos son solo un pálido reflejo de la realidad.

-Me parece que habrá segunda temporada.

-No lo sé, pero hay capítulos por escribir, pero depende de las fuentes y del éxito de la primera temporada.

-En la obra, en la parte textual, aparecen muchos documentos.

-Serían las fotos de la palabra. Al tratar de realizar una biografía personal con poco material estrictamente personal -aparecen algunas cartas-, nos pareció importante buscar en el archivo de Franco esos documentos que tienen poco peso en una biografía política dado su valor anecdótico. Me sorprendió que Franco dedicara su tiempo, por ejemplo, a revisar la concesión de viviendas para casos extremos, muchos dramáticos, de necesidad. Ahí sí que utilizaba su omnímodo poder. Cómo la gente le escribe para pedirle cosas: desde una camioneta o furgoneta a una grúa (como esas y no otras conservaba es porque las debió atender), peticiones de ayuda de religiosos de cualquier lugar (tanto a él como a su mujer)… y hasta el discurso del padre Ángel en una de sus visitas que por lo que conozco de sus memorias se le ha debido olvidar… 

Franco disponía de unos fondos para ello que, a pesar de tener su contabilidad, algunos autores, todos los hagiografos del antifranquismo retrospectivo, confunden a conciencia con sus cuentas personales. Y vaya si los empleaba. Lo que ocurre es que casi siempre lo hacía sin publicidad. Solo era habitual publicarlo cuando se iniciaba la cuestación para Navidad que realizaba su mujer que en los últimos años era de 20.000 pesetas, lo que “animaba” a otros a contribuir.

Luego hemos querido dejar que sea Franco el que hable, el que nos diga cuáles eran sus intenciones, qué pensaba. Contamos con miles de páginas con sus discursos, sus numerosos escritos, artículos que no fueron, que sepamos, publicados; otros insertos en la prensa con pseudónimo. Por eso lo hemos utilizado profusamente en una biografía personal realizada para acercarnos al punto de vista de Franco.

-Pero si Franco era un mediocre orador, ayuno de sustento ideológico, de ideas simples…

-Le veo irónico. Lo que pasa es que los hagiografos del antifranquismo tienen alergía a la lectura de los discursos de Franco. Son muy interesantes y muy inteligentes. Aquello de “¿Y Franco qué opina de esto?”, era una realidad muy reveladora. Los discursos de Franco son comprensibles y directos. Él habla siempre como lo que era, un militar, sin artificios, sin adjetivos encadenados, sin frases inanes -hasta en ocasiones cuando está molesto se pone legionario-, expone logros, lo que se ha hecho y nunca promete nada que no vaya a cumplir. Y los oyentes lo saben, porque Franco se da enormes palizas hasta los setenta inaugurando cosas.

-Háganos un espoiler representativo del valor de una anécdota.

-Se va a enfadar el editor… Una que me llamó la atención, porque revela cómo era de opresiva y represiva la dictadura: Franco va de visita a Cataluña. Como es usual el jefe de la Organización Juvenil del Movimiento pide permiso a los colegios para que los chicos puedan ausentarse para acudir a homenajear al Caudillo a su paso por el lugar. Los salesianos no dan permiso pero 2 alumnos no hacen caso y se van a aclamar al Caudillo, ambos son expulsados del colegio por ello. Un dictador como Dios manda les hubiera cerrado el colegio, pero solo era Franco.

-De qué capítulo se siente más orgulloso.

-Yo particularmente del que hemos titulado “Cuando Franco era sólo Paco”. En él hemos podido tumbar y “zumbar” a los antifranquistas de pecunio y profesión (lo digo sin acritud). Pero dejo a los lectores el juicio.

-Para terminar defíname brevemente a Franco.

-En esto he variado mis puntos de vista. Franco fue un militar, que siempre actuó como tal; que aplicó a la política sus capacidades como militar, siendo para él la jefatura del estado un mando. Por ello siempre vivió en el pabellón de un general y por eso El Pardo era un cuartel, con rancho de cuartel, y su casa familiar el Pazo de Meirás. Fue también un héroe en la guerra, el “as de la Legión”, como se escribió en la época, aunque ahora se pretenda ignorar en el centenario de la unidad que ayudó a crear; fue un mito para los españoles que estuvieron con él y sigue teniendo ese componente mítico (pregúntele a Pedro Sánchez sobre ese valor mítico) y fue tan carismático como popular. 

Y ahí queda este libro que es un buen regalo para esta Navidad.

FRANCO SUPERESTAR

El negocio del 40 aniversario.

Me hace gracia lo bien que hacen caja algunos a costa de don Francisco Franco. Ellos son los auténticos nostálgicos del franquismo; y que dure la nostalgia que no es malo para el bolsillo -se dicen-. Eso sí todos ellos, los Preston, Juliá, Casanova, Viñas y un no tan largo etcétera, llevan cuarenta años intentando convencer a los españoles, libro tras libro, de lo malo malísimo que era el sanguinario y cruel dictador Francisco Franco. Y, en algunos casos, están molestos porque en la guerra de papel pierden en ventas frente a lo que ellos ya llaman los «revisionistas», cuando ellos son los únicos revisionistas. O como califica Viñas a los que no tienen su bendición, a los historiadores o investigadores que le contradicen y le amargan la vida, cumpliendo con su autoproclamado papel de Gran Censor: «historietógrafos» -antes su amigo Reig los llegó a llamar «tontilocos»-. Lo que a no pocos nos invita a decir aquello de «dime de qué presumes…», preguntándonos si no son ellos los auténticos devotos de la historieta (historietas malas pues difícilmente llegan a la altura de Mortadelo y Filemón).

Franco es un negocio redondo, porque sigue apasionando a muchos leer sobre un periodo tan largo como trascendente de la historia reciente de España, y también tan enigmático. Y más negocio es cuando llega la fecha emblemática del 20 de Noviembre. Quien lo ponga en duda que se de una vueltecita por los estantes de las librerías o las portadas de periódicos y revistas en las próximas semanas. Vamos que Franco es para casi todos, por interés o por devoción, un superestar y los que más carrete le dan son precisamente los antifranquistas de oficio y de beneficio. Ellos han convertido a Franco en una auténtica estrella.

Francisco Franco falleció hace cuarenta años en un hospital de la Seguridad Social, no en una clínica privada. Seguridad Social fundada por él -aunque Pedro Sánchez probablemente también piense que la crearon los socialistas-. Así que llegada la fecha, agrandada por el guarismo conmemorativo, toca revival -perdón por el extranjerismo- editorial, periodístico y político -ya verán a Franco participar en la campaña electoral como insulto, claro está-. ¡Pero tranquilos están en Génova 13 porque hay consenso entre los historiadores a la hora de afirmar que no pertenecería al Partido Popular! Lo que no creo que le haya hecho mucha gracias a Viñas. Por no quedarse atrás en esta carrera, hasta el diario El Mundo nos lo ha resucitado -no tiene mérito, ya lo había hecho Vizcaíno Casas- y lo ha paseado con fotógrafos por las calles de Madrid sin que por cierto parezca que le hayan insultado.

Pío Moa, hace unos meses, ya daba unos cuantos soplamocos intelectuales, con su meritorio ensayo histórico sobre el franquismo, a los historiadores antifranquistas. Un más que recomendable texto que ha puesto de los nervios a los que no lo nombran en sus críticas o se refieren a él en tercera persona; hace unas semanas Luis Suárez Fernández publicaba una nueva obra clarificadora para desquiciamiento de los antifranquistas, pues el profesor Suárez es para ellos otra bestia negra. Frente a ello, como llegaba el 20N, tras el fracaso de un refrito anterior con poca fortuna de la mano de los revisionistas antifranquistas con título de profesores universitarios, Ángel Viñas nos obsequiaba con un libro que se aproxima mucho a la definición de panfleto tanto en el fondo como en la forma; donde, como perla de objetividad, nos indica que el asesinato de Calvo Sotelo no fue tal porque técnicamente se trataba de un homicidio. ¡Toma del frasco Carrasco!, que diría un castizo. Y después de eso casi mejor ahorrarse la lectura.

Faltaba a la cita el simpático Preston -él, yo y Franco tenemos en común que nos gustan las películas del Oeste-, quien al menos reconoce que es antifranquista -Viñas también aunque nos recuerde que para ser objetivo a la hora de hablar de Franco solo se puede ser, al menos, tan antifranquista como él-. Preston también olfatea el dinero -de tonto no tiene un pelo y sabe que cuenta con la publicidad gratis de quienes le consideran un tótem de la historia- y nos obsequia como conmemoración una nueva edición de su conocida biografía sobre Franco, con algunas aportaciones y novedades, según leo, para redondear su obra:

Primero, la demostración, pese a lo publicado y documentado, de que Franco no contribuyó a la protección de los judíos perseguidos a través de los representantes diplomáticos españoles en la Europa del Reich -supongo que no ha leído el último artículo del hijo del entonces ministro general Jordana-, porque ya se sabe que media docena de diplomáticos en legaciones distintas actúan del mismo modo por inspiración divina y no siguiendo instrucciones (seguro que a Preston también se le olvida la ayuda al Mossad en 1972 para sacar a 2000 judíos de Marruecos donde estaban bastante achuchados).

Segundo, nos dice que también va a poner sobre la mesa el antisionismo de Franco (ojito, Preston, porque ser antisionista no es ser antijudío; pero a Preston como a Viñas les gusta no decir toda la verdad), para ello retorcerá y recortará los discursos del Generalísimo a su gusto, olvidando, eso sí, que en 1948 fue el Estado de Israel el que no pidió el reconocimiento a España y que se negó a iniciar las relaciones diplomáticas pedidas por el régimen de Franco, aunque en los 50 el régimen prefiriera la amistad con los países árabes y apoyará la causa Palestina (ergo don Francisco era un progre de tomo y lomo por situarse en ese punto).

Tercero, lo anterior, no le parece bastante a Preston como reclamo y, entre otras perlas, naturalmente, pese a la demostración empírica de lo contrario, realizada por el investigador Moisés Domínguez, se suma a su amigo Viñas para sostener que Balmes fue asesinado por Franco o sus amigos -dejemos claro que Viñas no demostró nada más que sus prejuicios-. Luego están las perogrulladas habituales de la izquierda sobre la guerra y las ayudas externas (¡Ah, el amigo Viñas prescindiendo de datos a la hora de valorar las ayudas en el campo de la artillería como le ha recordado el experto en la materia Lucas Molina!) o teorizar sobre las cosas que escribía su primo Pacón en su diario para demostrarnos con ello las «tontunas» de Franco (como he escrito en alguna ocasión si lo tomamos al pie de la letra lo tomamos para todo y no solo para lo que conviene, que es lo que suelen hacer casi todos).

Eso sí, como Viñas, este a regañadientes, Preston tiene que reconocer que la corrupción ha ido a peor desde 1975 y que en ello han brillado las gentes de izquierda que pensaron que ahora les tocaba a ellos (bueno, esta parte del discurso de Preston dudo que la asuma Viñas). Pero lo que más me gusta de sus afirmaciones es eso de que los corruptos de la Dictadura quisieron seguir con sus privilegios. Lástima que el periodista de El Mundo no le preguntara por los nombres de esos corruptos, sería interesante la lista porque los políticos propiamente franquistas desaparecieron en meses y los que yo presupongo me parece que incrementaron exponencialmente su fortuna después de la muerte de don Francisco; pero ya se sabe que Franco tiene la culpa de todo por malacostumbrar a los españoles. Dejo a un lado las chorraditas sobre la corrupción en el franquismo (¡qué se lo digan a papá Pujol!), porque Preston y demás no quieren reconocer que si Franco estuvo cuarenta años en el poder sin rebelión alguna no fue por una represión inmisericorde (repase el historiador las cifras de población penal desde finales de los cuarenta), sino por un apoyo popular que lejos de disminuir fue incrementándose. Muestra de ello son los varios millones de españoles que le despidieron en noviembre de 1975 en todas las ciudades y pueblos de España. Ahí están las hemerotecas. Son esos apartados de la crónica que me parece se le habrá olvidado referir a don Pedro J. Ramírez, quien también se ha sumado al revival con una nueva versión de El año que murió Franco (libro que por cierto también ya había escrito antes Vizcaíno Casas).

Lo demás, lo de siempre en Preston. Quiere titulares, ir un poco más allá que sus conmilitones -dicho solo con afán descriptivo y no despectivo-: Franco fue el segundo en el podio de los dictadores más crueles de Europa, después de Hitler y por delante de Mussolini. ¿Por qué a estos izquierdistas británicos, y a no pocos de por aquí, se les suele olvidar que puestos a realizar podios el cajón más alto debiera ocuparlo un tal Stalin y como ideología el comunismo?

¡Ah! ¡Claro!, porque entonces a quien tacharían de fascista sería al propio Preston y hasta ahí llegaría la fama y la venta.

¿Por qué el autor y el editor en vez de titular el renovado libro de Preston con una bonita foto y la leyenda de «Franco. Caudillo de España» no lo rotulan, para que quede claro, «Franco. El dictador cruel y sanguinario», y de subtítulo «la obra definitiva de un historiador antifranquista»?

¡Ah! ¡Claro!, porque entonces no iban a vender muchos ejemplares y, entre el antifranquismo y los euros, Preston y la editorial Debate prefieren los euros. Las cosas como son. Y más allá de todo lo dicho queda el interés evidente que existe en el público. Entre otras razones porque las versiones maniqueas que se facilitan sobre Francisco Franco no parece que acaben de convencer al personal. Lo que le da mucha rabia al señor Viñas.

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