La estantería del historiador

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EL INCOMPARABLE SEMANARIO FUERZA NUEVA

Con el título que rotula este artículo criticaba en tono irónico la oposición al franquismo, pero también los reformistas del franquismo, el semanario Fuerza Nueva, un histórico de la prensa española tras la guerra civil.

Revisar la historia de la revista Fuerza Nueva, al cumplirse el cincuenta aniversario de la aparición de su primer número, es poder adentrarse en una historia alternativa de los últimos cincuenta años de la vida política y social española; entrar en la crónica de lo que los demás medios ignoraban y de la denuncia constante de lo políticamente correcto. Una publicación a contracorriente, tanto en el régimen de Franco, como en la Transición o en la Monarquía democrática. Molesta para muchos, hasta tal punto que a ambos lados del espectro ideológico hubiera voces que abogaran por su suspensión.  Quizás lo más significativo, a día de hoy, sea su supervivencia y le cabe el triunfo de ser la última publicación que se mantiene viva en un sector ideológico ayuno de prensa periódica. Estos cincuenta años sin faltar a su cita con sus lectores quizás sea su mejor carta de presentación. Su historia ha sido también un termómetro con el que medir la penetración en la sociedad de las ideas que sustenta la revista ya que no se trata de una publicación neutra, una fuente fundamental para poder aproximarse a este sector político y su evolución desde finales de los años sesenta.

“Fuerza Nueva quiso ser -anota Blas Piñar- y lo fue sin duda, aglutinante y portavoz a la vez de una corriente de opinión que comenzaba a dibujarse en la segunda mitad de la década de los sesenta, y que estimaba que la evolución política, propia de una sociedad en pleno desarrollo, no podía transformarse en ruptura… Nuestra razón de ser -la que dio origen a la revista- se hallaba en deseo vehemente de que esa evolución fuese perfectiva y se operase a partir de la  carga ideológica del 18 de julio”.

El 2 de mayo de 1966 se fundaba formalmente Fuerza Nueva Editorial. 92 personas habían puesto en marcha en realidad un movimiento. Su proceso de gestación había sido largo, pues las primeras reuniones se iniciaron a finales de 1963. El objetivo real es alumbrar, en pleno régimen de Franco, un movimiento de opinión, ya que no existían los partidos políticos ni las asociaciones políticas. La revista Fuerza Nueva, que se iba a caracterizar por una lealtad absoluta a Francisco Franco y una atrevida crítica con respecto a los gobiernos de Franco. En ese tiempo fundacional, como reconocía el propio Piñar, la idea de Fuerza Nueva era todavía “vaga e imprecisa”, aunque en el fondo subyacía la idea de crear un “movimiento político nacionalista y cristiano”, cuyo objetivo era enfrentarse a las tres “revoluciones anticristianas y antinacionales: la liberal, la marxista y la erótica”.

La revista de las portadas.

La revista arrancó con un proyecto del periodista Jesús María Zuloaga quien fichará a quien ha sido en realidad el alma de la publicación durante cincuenta años, el joven periodista Luis Fernández-Villamea, entonces en la revista Semana. El primer director sería Julio Jesús Mora, que venía del diario Marca. No fue fácil completar la nómina de redacción y colaboradores. La revista salió a la calle con 6.000 números. Una tirada aceptable para una revista política cuando este tipo de publicación no era muy abundante en la época.

Aunque sea redundancia, por conocido y citado, la portada de su número cero era toda una declaración de principios y una crítica abierta al gobierno ejercida por una publicación a cuyo frente se encontraba un Consejero Nacional del Movimiento, pues indicaba que el régimen estaba abandonando sus principios. “El 18 de Julio ni se pisa ni se rompe” era el titular de la portada. El editorial era toda una advertencia de cuál era el objetivo de la nueva publicación, pero no pocos debieron tomárselo como un mero fuego de artificio, un quiero y poco más:

“Por nuestra adhesión cordial [al régimen] nos vemos precisados públicamente desde ahora, a mantener una postura crítica ante quienes, desde cualquier puesto, desfiguren tales ideas, pues entendemos que muchos de los fallos que la conciencia nacional pone de relieve son imputables a quienes por cambio de mentalidad, razones tácticas, o alegando una visión profética del futuro, han hecho posible que cundan los rebrotes de indisciplina, disolución moral. Contra los cuales España luchó con el propósito de extirparlos para siempre”.

Periodísticamente Fuerza Nueva no se va a apartar a lo largo de su historia de la reiteración de portadas y titulares impactantes capaces de levantar a la cúpula militar o política del sillón. Ahí queda, por ejemplo, aquella portada de 1977 con la corona en la portada y el titular de “ni católica, ni social, ni tradicional, ni representativa”; o la de abril de 1977, con un Adolfo Suárez, cuando se especulaba si se presentaría a las elecciones, vestido con uniforme del Movimiento con un titular en interrogación: “¿Será una rosa? ¿Será un clavel?”; o la que, señalando directamente al estamento militar, cuando se asesinaba con asiduidad a militares y se realizaban entierros en silencio e incluso cargas policiales contra quienes querían asistir, aparecía una portada con luceros en lo alto y unos dibujos de gallinas ponedoras con el titular exagerado en el tamaño de la letra de “Gallinas”, eran los años en los que se solía echar alpiste a las puertas de algunos cuarteles; o aquella en la que un puñal, cuya empuñadura era la rosa socialista, ensartaba a un feto al legalizarse el aborto; o más recientemente la que nos presentaba un primer plano de Mariano Rajoy con una gesto acompasado al titular de “Manso”.

Vistas desde hoy, una selección de las portadas de Fuerza Nueva se convierte en un auténtico flash-back de los últimos cincuenta años de historia política de España. Detengámonos, por ejemplo, porque una revisión profunda excedería las dimensiones de un artículo como este, en la batalla que la revista, prácticamente en solitario, libró contra la Reforma Política. Arranquemos con aquella en la que aparecía la imagen multiplicada de Carlos Arias Navarro, último presidente del gobierno de Franco y primero de Juan Carlos I, y un texto significativo “Más espíritus” (la revista Fuerza Nueva había contribuido decisivamente a enterrar el denominado “Espíritu del 12 de febrero” por la denuncia que hizo de la propuesta de Arias todavía en vida de Franco). En febrero de 1976 la revista clamaba: “Se vende España”, denunciando la entrega que el gobierno estaba dispuesto a hacer para poder entrar en el Mercado Común y ser aceptada políticamente por la Europa Occidental (entonces media Europa estaba bajo la dictadura comunista). Pocas semanas después insistía: “Por los caminos de Europa: mendigando”, pues FN siempre fue crítica con la entrada de España en lo que sería la Unión Europea y el precio que por ello iba a tener que pagar nuestro país. En su número 487, pese a las presiones, FN no se arredraba y acusaba de traición a quienes estaban impulsando la reforma política: “A los treinta y siete años de la Liberación, Traición”. Debió de ser la única publicación que protestó ante el fin del Movimiento por lo que ello significaba: “Tiro en la nuca al Movimiento”. Y ello, pese a que años antes había salido con una portada que era una declaración de oposición a un Movimiento que no era más que una cáscara burocratizada: “De espaldas a la Secretaria General”. En eso años  Blas Piñar había tenido serios incidentes, con prohibiciones de actos incluidas, cuando era reclamado para participar en actos conmemorativos relacionados con la victoria nacional en la guerra o las efemérides falangistas. Línea de denuncia que se continuaría con aquella esquela del Movimiento que figuraba en la portada de uno de sus números. Fuerza Nueva estaba denunciando lo que iba a suceder mientras que otras publicaciones, que también sabían lo que significaba la reforma, lo ocultaban pese a su aparente vinculación a lo que había sido el régimen de Franco. Así, en su número 490 recogía con un interrogante: “XXXVII Desfile de la Victoria. ¿Por última vez?”. Y unos meses después iba más allá en su escalada de oposición y denuncia con un informe que señalaba al gobierno, a los procuradores y a la propia Jefatura del Estado ejercida por el heredero de Franco,  el rey Juan Carlos I: “Sobre juramentos y principios: el perjurio a examen”. La conclusión de este recorrido sería aquella otra con la imagen del Caudillo y su “Franco hubiera votado NO” ante el referéndum sobre la Ley para la Reforma Política. Como ha recordado el general Blas Piñar fue la única publicación que abiertamente hizo campaña por el NO.

La expansión

Entre 1969 y 1975 Fuerza Nueva Editorial se fue transformando en un partido político encubierto mientras otros hablaban de “estados gaseosos”; la revista se transmutaba en algo más que una revista. Estaba constituyendo una corriente de opinión militante; un nicho sociológico que iba a sustentar la creciente presencia de Blas Piñar en actos por toda España. Cuando el régimen, o mejor dicho los gobiernos del régimen, abandonaba actos conmemorativos y lo que había sido el “franquismo militante” Piñar se convertía en el líder natural de esa corriente. Lo que a la vez abría la persecución de la revista por parte de esos gobiernos y la animadversión de los que preferían mirar para otro lado compartiendo espacio ideológico pero que se mantenían en la inanidad o el conformismo político del “atado y bien atado”.

A lo largo de su historia la revista Fuerza Nueva ha tenido varios directores. A Julio Jesús Mora sucedió el periodista y militar Manuel Ballesteros. Pero FN ya molestaba a los gobiernos de Franco por lo que el Ministro del Ejército, general Francisco Coloma Gallegos, ordenó a Ballesteros que presentara su renuncia a la dirección de la revista o sería encerrado en un castillo. Ballesteros tuvo que dejar la dirección siendo trasladado a Mallorca por el Ministro (fue el único militar que sufrió tal medida), aunque siguió escribiendo bajo seudónimo. Se harían cargo de la dirección sucesivamente los periodistas Waldo de Mier y Pedro Rodrigo y el abogado José Luis Jerez. Siendo ya general, Ballesteros volvería a dirigir Fuerza Nueva y finalmente, hasta la actualidad, la revista continuaría bajo la dirección de Luis Fernández-Villamea. Durante los primeros años el editorial sería realizado por el propio Blas Piñar (sin firma estarían los de Ballesteros o Fernández-Villamea; en los últimos años, también sin firma, ha realizado no pocos el autor de estas líneas).

El posicionamiento crítico de la revista con respecto a los gobiernos de Francisco Franco, contra el predominio de la tecnocracia, se concreta cuando se conoce la composición del nuevo ejecutivo tras la crisis de 1969. Revisando la revista se podría afirmar, sin exageración, que Fuerza Nueva se convertirá en su máximo opositor. Los editoriales y algunos artículos van a poner en evidencia que algunas de las propuestas del nuevo gobierno pueden llevar a la desintegración del régimen. Esta postura lleva a los círculos de poder a intentar cauterizar lo que consideran una amenaza, haciendo llegar al propio Franco la idea de que Piñar se ha transformado en casi un enemigo del régimen. La contestación la da el propio Piñar en un editorial publicado en enero de 1970 diferenciando entre la oposición al régimen y la posición al gobierno en defensa del régimen, que es lo que él hace. La revista no hace gracia al gobierno y sufre su primer secuestro cuando su número 163 sale a la calle. Hasta la muerte de Franco Fuerza Nueva será víctima de dos secuestros, tres expedientes administrativos, tres denuncias ante el Tribunal de Orden Público y diez comparecencias judiciales. Todo ello acompañado por la campaña, ordenada por el gobierno, de la prensa del Movimiento contra Piñar y Fuerza Nueva. Esto no amilanó ni a Blas Piñar ni a la revista. En Zaragoza, Piñar sube los decibelios de su denuncia: “Algunos cuadros directivos del país han sido ganados ideológicamente por el adversario”. En la misma línea, el número 189 aparece con un editorial firmado por el fundador de FN en el que pide la dimisión del gobierno, algo inusual en la época. En esos años la revista abre un nuevo frente: la denuncia de los contenidos de las publicaciones vinculadas a la “oposición moderada” al régimen, revistas como Triunfo o Cuadernos para el Diálogo. La respuesta de estas publicaciones fue la típica de la izquierda acusando al Estado -que persigue a FN- y a la banca -lo cual era de risa- de financiar los “exabruptos del incomparable semanario Fuerza Nueva”.

“Si los ideales que justificaron la revolución -afirmaba en una declaraciones Piñar- no hubieran sido torpedeados, ironizados, y en última instancia defenestrados Fuerza Nueva no había surgido y el que ahora te habla se hubiera ahorrado infinidad de disgustos. Nuestros gobernantes han dejado entibiar la filosofía política del régimen”.

La revista se estaba convirtiendo en un referente para un sector de la opinión pública española, más que por su difusión por las repercusiones políticas de sus artículos. Sin embargo, al finalizar los sesenta la revista contaba con 6.851 suscriptores, entre ellos no pocos antiguos ministros de los años cuarenta y cincuenta. El propio Hedilla había colaborado con Piñar para conseguir esos suscriptores que han asegurado la continuidad de la revista hasta el presente y Patricio González Canales apoyó la campaña siendo, como tantos falangistas de la primera hora, un colaborador activo de Fuerza Nueva. Sin ir muy lejos también estaba entre ellos José Luis de Arrese. La tirada había alcanzado entonces los 20.000 ejemplares. Pero lo interesante es que al compás que se hace evidente que el régimen no va a sobrevivir a Francisco Franco, o mejor dicho que los gobiernos aspiran, de un modo u otro, a cerrarlo, crece la revista. De hecho, es en los setenta cuando llegan las suscripciones de jefaturas locales del Movimiento, de unidades militares (es evidente que es el jefe de la unidad el que decide la suscripción), etc. La revista se hacía cada vez más molesta, porque sí que estaba presente en lo que era la cúpula del régimen. Por un lado, acusaba, más o menos veladamente, a parte de esa clase política de “traición” por lo que impulsaba a no pocos, aunque fuera a regañadientes o por disimulo, a nadar y guardar la ropa (uno de los objetivos que asumieron los fundadores del semanario fue el de “empujar a los responsables a cumplir”). Cada vez que el editorial de Fuerza Nueva anunciaba que ellos, que ya eran algo más que una revista, estaban en la vida pública “para ocupar trincheras y taponar fisuras”, se producía un pequeño revuelo en la clase política del franquismo que se veía abiertamente atacada y censurada. Lo que se veía compensado con el aprecio que dio Carrero Blanco a la revista, las varias veces que Piñar estuvo a punto de ser Ministro y el apoyo indirecto de Franco que se mostraba al nombrarle siempre Consejero Nacional del Movimiento o no aceptando su dimisión cuando este la presentaba. Así por ejemplo, cuando en 1971 se le da un homenaje a Piñar por su nombramiento como Consejero Nacional entre los asistentes figuran: Alejandro Rodríguez de Valcárcel, los tenientes generales Barroso y Ramírez de Cartagena, José Utrera Molina, Dionisio Martín Sanz y numerosos procuradores en Cortes además del médico personal de Franco, Vicente Gil. Sin embargo, no solo desde los ámbitos reformistas  de la clase política o desde la “oposición moderada” se atacaba a FN, también se hacía desde las filas de los teóricamente próximos como en sus memorias reveló el jefe del SECED, José Ignacio San Martín: “Durante la época que estuve al frente abundaban quienes le combatían hasta con saña, pero no eran capaces de hacer lo que Blas Piñar hacía. No tenían poder de convocatoria. Pedían simplemente su cabeza o la clausura de la revista”.

“La revista ha sido -explicaba Piñar en 1976- y está siendo cada vez con más ímpetu, un revulsivo de la conciencia nacional, y en la medida en que el Movimiento se ha ido adocenando, desvitalizando y burocratizando, nosotros hemos ido recogiendo amorosamente, porque seguimos manteniendo la fe que a otros les falta, la historia, los ideales y las banderas del 18 de julio”.

Es de subrayar que durante estos años la revista, cuyos contenidos, como cualquier otra publicación no eran solo políticos incluyó amplios reportajes y prestó una notoria atención a la política internacional, sección de la que se ocuparía durante muchos años el falangista y voluntario en la División Azul Gómez Tello. Resulta interesante detenernos en la serie de artículos que van a retratar la modernización de la España de finales de los setenta. Fuerza Nueva va a llevarnos a recorrer los cambios operados en los sectores económicos, la gran revolución realizada por Francisco Franco, con especial mención a lo que ha sido la política hidráulica y de regadíos realizada por Luis Fernández-Villamea. El arranque de lo que será una constante en la revista desde 1975 hasta la actualidad la defensa de la obra de Francisco Franco. Pero también ahondaba en la denuncia de los casos de corrupción o de los negocios que se hacían a la sombra del poder (ahí quedan sus denuncias sobre los sobrecostes que suponía la concesión a empresas privadas de obras, las autopistas, en vez de ser acometidas por el sector público).

Los años estelares

No es necesario incidir en que dada su posición, llegada la Transición, la revista perdió cualquier tipo de publicidad oficial y que ninguna empresa importante, salvo raras y momentáneas excepciones, insertaría anuncios en la misma, lo que eliminaba una fuente de financiación sin la que en España es difícil sobrevivir en el mundo de la prensa. Solo un número importante de suscriptores aseguraba su continuidad y su presencia en los quioscos de prensa.

Fuerza Nueva, por un lado del arco político, se convirtió en el gran enemigo de los franquistas que pilotaron la Transición, de Manuel Fraga y de la UCD. En 1976 el gobierno cursa una orden para que sea prohibida la entrada de la revista en los acuartelamientos militares, lo que implica la baja inmediata en la suscripción; lo mismo sucedió con centros oficiales, culturales, etc. Fuerza Nueva había dejado clara cuál era su postura. Nada había variado con respecto a su número cero. Es más, lo sucedido, era para la revista la consecuencia directa de haber desoído aquel titular inicial, por ello, en el número conmemorativo de 1976 dedicado al aniversario del Alzamiento Nacional, rotulaba su portada recuperando la de su primer ejemplar: “18 de julio. Pisado y roto (oficialmente)”. Aunque pueda parecer contradictorio, el hecho es que, convertida en la publicación que trata de agrupar los restos del “franquismo militante” y desde ahí ganar al “franquismo sociológico”, disputándoselo a la AP de Fraga y a la UCD de Suárez, sus principales usufructuarios, Fuerza Nueva crece hasta alcanzar los 14.000 suscriptores y los 40.000 ejemplares de tirada media. Una cifra más que digna para una publicación como esta. Además, con la puesta en marcha del partido del mismo nombre, todos los ejemplares sobrantes de la venta, cada vez más complicada, porque no pocos quiosqueros la esconden o la devuelven, son empleados para propaganda política (en algún caso las sacas con la revista fueron destruidas en la central de Correos por trabajadores de izquierdas allí empleados). Es reseñable que Manuel Fraga, en sus memorias, anota por ejemplo, tras sus reuniones con los dirigentes de Excombatientes o con falangistas destacados como Fernández Cuesta, como trataba de convencerles para que apoyasen el “mal menor”, es decir a él, y no se dejaran llevar por Piñar que les “fuerza la mano”, anotando que una de las bazas del dirigente de Fuerza Nueva, además de su militancia, del sector de la juventud que ha atraído y de su capacidad de convocatoria, es su revista

La revista se transforma en el notario de la actividad de Blas Piñar. Los numerosos actos del partido Fuerza Nueva y los discursos de su presidente ocupan gran espacio con amplios reportajes fotográficos que testimonian la asistencia masiva a los mítines. Hasta tal punto ocupó espacio en la misma que durante un tiempo se editó un cuadernillo separata con sus discursos y la actividad del partido. Desde la muerte de Franco, antes realmente, la revista va a defender la necesidad de la unidad entre los diversos grupos nacionales: desde la Falange hasta lo que se podría denominar la derecha de Alianza Popular. El primer intento resultó un fracaso, la Alianza Nacional 18 de Julio fue un tremendo error y, vista desde hoy, constituyó la simiente de la imposibilidad de abrir un espacio en el sistema de partidos que se estaba conformando. El propio Piñar reconoció su error en un escrito firmado el 24 de junio de 1977.

“Creo que hemos jugado limpio y en aras del Frente Nacional hemos sacrificado mucho. Cada grupo político deberá hacer examen de conciencia sobre las negativas, los apoyos, más o menos explícitos pero nunca integradores, las reservas y los vetos que han impedido la presentación conjunta en circunscripciones electorales de suma importancia; la demora, hasta el límite mismo de los plazos, de conversaciones y posibles acuerdos. Quede claro que nosotros lo hemos sufrido todo, aceptado todo, transigido todo, hasta el latigazo moral, por la constitución de ese frente, reducido, y solo en algunas provincias. Hemos aprendido: que la unión no hace la fuerza, y que no basta con que la base diga que es preciso llegar a la unión. Por otro lado, aun existiendo la comunidad ideológica en temas fundamentales, no basta la misma para que la unión surja, cuando hay recelos de carácter personal o de grupo”.

La revista apoyó una acción conjunta para oponerse al texto constitucional. En su número 591 rotulaba: “Ante la próxima Constitución: diremos no”. La revista comenzó a impulsar la necesidad de articular políticamente ese No a la Constitución, y así editorializaba: “Hay que asociar y reagrupar a todas las fuerzas nacionales, bastante desunidas y engolfadas en personalismos y tiquismiquis perniciosos. Urge un Frente Nacional donde quepan todos los hombres de buena voluntad, que en todo caso son de voluntad nacional”. La resultante fue Unión Nacional: “En un intento de salvar a España: los del No unidos”, proclamaba otra portada. Era la primera campaña que asumía realmente la revista: “Elige hombres de honor, no perjuros: vota Unión Nacional”. La revista apoyó la idea de Piñar de convertir Unión Nacional en una coalición estable después de haber conseguido casi cuatrocientos mil votos y un diputado por Madrid. No hubo respuesta y Fuerza Nueva como partido se decidió por la vía de la estrategia autónoma, algo que si hubiera hecho en 1977 quizás la historia se hubiera escrito de otra forma. La llegada de Piñar al Parlamento supuso abrir una nueva sección dedicada a la actividad parlamentaria cuyas crónicas realizaba Luis Fernández-Villamea.

Entre exclusivas y silencios.

A pesar de todo la revista buscó siempre evitar convertirse en un boletín de partido. En sus páginas, desde antes de la muerte de Franco se pueden encontrar las noticias silenciadas, las fotografías que otros medios no publicaban. Por un lado, y son interesantes, las crónicas y fotografías de las actividades de la oposición al franquismo en el tramo final del régimen. Por otro, los ataques a quienes representaban la opción nacional hábilmente escamoteados al público. Los periodistas de Fuerza Nueva estuvieron al lado de los militantes ante las cargas policiales y los botes de humo. Si no fuera por las fotografías de la revista no quedarían testimonios tan increíbles como los de la policía cargando en Elche cuando se inauguraba una sede con la presencia de Blas Piñar, que entonces era diputado; de los tiros aberzales en Anoeta, con la policía refugiada entre los árboles; de los entierros realizados con nocturnidad de las víctimas del terrorismo; de las manifestaciones en apoyo de las víctimas; de los atentados a las sedes de Fuerza Nueva o a las propiedades de sus militantes destacados; de los apuñalados en Córdoba por una manifestación del Día de Andalucía; del chico con un tiro en el brazo en Vallecas…

En Fuerza Nueva aparecía lo que nadie quería que apareciera. Se publicó por vez primera una carta de José Antonio, escrita en la prisión de Alicante a su tío Antón. Mayor importancia tuvo el rescate de las palabras pronunciadas por José Antonio en el Congreso Internacional de Montreux que se creían perdidas. Pero la más trascendente ha sido sin duda la publicación en portada del documento en el que Camilo José Cela se ofrecía para formar parte del “Cuerpo de Investigación y Vigilancia”  por “poder prestar datos sobre personas y conductas”. No menor importancia tiene un reportaje en el que se ponía al descubierto la existencia de una mina en la que habían sido arrojados decenas de asesinados por los republicanos durante la Guerra Civil.

También la revista incorporó en aquellos años la publicación de largos reportajes en capítulos. Quedan para la historia el realizado por Luis Fernández-Villamea sobre la figura de Manuel Gutiérrez Mellado transformado después en libro; los de Pedro Rodrigo sobre Cataluña; informes como los de la Iglesia ante la Constitución o el que el propio Piñar publicó sobre el cardenal Vicente Enrique y Tarancón. Fuerza Nueva también va a prestar singular importancia a los temas históricos lo que se reforzó con la llegada al equipo de la revista de quien firma estas líneas, publicando series dedicadas a la Transición o el Terrorismo así como  una de las grandes aportaciones de la revista: los fascículos coleccionables que sobre la División Azul publicó Fuerza Nueva con motivo del 50 aniversario de la creación de esta unidad combatiente.

Hasta la fecha

La disolución primero de Fuerza Nueva y después del Frente Nacional marcaron una nueva etapa para una revista que sigue sobreviviendo hoy con una “economía de guerra” asumida desde los años noventa. Siendo imposible mantenerla en los quioscos se transformó en una publicación para suscriptores que de semanario pasó a una periodicidad de tres semanas con algún número intermedio. Al reducirse la fiebre de actos públicos la revista disponía de mayor espacio para otros temas. Mantuvo, como era tradicional, su análisis de política internacional llevado hasta su muerte por Gómez-Tello y luego por Arturo de Sienes. Piñar centró sus artículos en temas doctrinales. La revisión de la actualidad política fue realizada, también hasta su fallecimiento, por Ángel Ruíz Ayúcar. Félix Martialay se ocupó de la crítica cinematográfica. Luis Fernández-Villamea ha dado rienda suelta a su prosa crítica y ácida con sus Piedras de Toque. La revista ha seguido manteniendo su vocación de denuncia de lo que los demás callan y su oposición al discurso políticamente correcto. Al mismo tiempo ha dedicado gran espacio a la publicación de artículos sobre historia centrados en la II República, la Guerra Civil, el régimen de Franco y la Transición. Ha procurado recoger la actividad de los grupos nacionales y ha seguido manteniendo que la única alternativa pasa por la unión de todos los grupos nacionales (especialmente en los noventa con la difusión de la idea de hacer posible una “alternativa nacional”). A lo largo de las páginas de Fuerza Nueva también es posible seguir la persecución a la memoria de Franco y su régimen, la destrucción de lápidas y monumentos, antes de que se alumbrara la mal llamada “ley de la memoria histórica” a la que en la actualidad se enfrenta la revista. Esta coherencia le ha permitido mantenerse hasta hoy como la única publicación existente en este sector ideológico.

CARTA ABIERTA A VICTORIA PREGO SOBRE BLAS PIÑAR

Usted se ha negado a decir toda la verdad.

Estimada Señora:

A duras penas si he podido llegar a concluir el vómito que, tras la muerte de Blas Piñar, fundador de Fuerza Nueva, usted ha perpetrado como presunto “obituario” en el diario El Mundo.

Me asombra que alguien que lleva tanto tiempo ejerciendo la profesión de periodista, que en ocasiones se muestra como analista política de altura, cronista oficiosa en imágenes de la Transición a la par que fiel entrevistadora de Felipe González, no haya sido capaz, pese a la distancia, la sabiduría y la amplitud del conocimiento que confieren los años, de pergeñar unas líneas originales y simplemente se haya limitado a un recorta y pega de lo que ya escribiera a finales de los noventa, en consonancia con la “historia oficial”, en un libro llamado “Diccionario de la Transición”, continuación de otro que venía a seguir explotando el éxito de una serie televisiva.

Al menos, eso sí, debo reconocerle la coherencia y correlación, como si nada hubiera leído, entre su capacidad de manipular en los noventa y la que vuelve a mostrar, sin duda por efecto de la copia, en este artículo. No debiera sorprenderme el tono porque usted escribe en un diario El Mundo, heredero directo de otro denominado Diario 16, que tienen como nexo en común la presencia de Pedro J. Ramírez, que para muchos de nosotros debiera rebautizarse como GRAPO-16. Medios que, al servicio de la mentira oficial o de los intereses conspiratorios de la clase político-mediática en cada tiempo, en compañía de otras publicaciones como la fenecida Cambio 16 -del mismo grupo- o la revista Interviú, escogieron como chivo expiatorio y como cortina de humo a la figura de Blas Piñar y a los militantes reales de Fuerza Nueva.

Usted ha sido una periodista de investigación en el tema de la Transición tan ecuánime que se vanaglorió de haberse negado a entrevistar a Blas Piñar, tras hablar con todo aquel que tuvo cierto papel en aquellos años. Todo ello pese a que, como ahora nos informa “fue una figura clave en los últimos años del Franquismo y los primeros años de la Transición porque lideró el movimiento ultraderechista Fuerza Nueva”. Y, naturalmente, si era una “figura clave”, debió decirse usted, “¿para qué conocer su versión de los hechos? ¿para que me estropee el bello cuento que yo estoy tejiendo?”. Permítame contestarle: simplemente, porque así usted podía presumir de objetividad a la par que ser fiel a la tesis oficial, pues ni tan siquiera es suya, de que la Transición se veía amenazada en plano de igualdad por un terrorismo de ultraderecha y por el de organizaciones como ETA y el GRAPO, siendo el primero mucho más terrible tratando así de reducir lo que éste último realmente significada y significa para España. Usted, como tantos otros, desde un Ministro del Interior a un Presidente del Parlamento agitaban el “fantasma de la ultraderecha”, culpable de todos los males, jugando a identificarla con Fuerza Nueva y su presidente Blas Piñar, pero muchas veces sin tener el valor de acusar de forma directa para evitar así el legítimo derecho de réplica y defensa ante los tribunales.

Fiel a su interpretación de la gran lucha por la libertad de la Transición, nos recuerda que la importancia de Blas Piñar se deriva de las “acciones violentas de Fuerza Nueva”. Y como en su libro de los noventa del cual copia busca acusar de forma indirecta y nos informa de los “grupos de acción” de FN, “entrenados en artes marciales, defensa personal y en el manejo de las armas” de los que saldrán la “mayor parte de los comandos terroristas que actúan en esos años y utilizan el crimen como arma política”. Olvidando entonces y ahora que los únicos que utilizan el crimen como arma política son los terroristas de  ETA y del GRAPO y no Fuerza Nueva. Pero, ¿qué más da?

Le escribo, señora Prego, como historiador y como militante -y por tanto testigo- de Fuerza Nueva desde finales de 1978. Soy de esos militantes jóvenes que nunca se enteraron de que se “entrenaban en artes marciales” y cuya temida “instrucción paramilitar” se limitaba a marcar aquello de “izquierda, derecha, izquierda”; soy de esos que veían con rabia lo que se decía de nosotros en esos medios en los que usted ha colaborado; de esos que buscaban la información veraz. Nunca ustedes, y la incluyo, periodistas al servicio del poder, reflejaron en sus medios cuando éramos agredidos, cuando nuestros militantes juveniles eran apuñalados o recibían palizas, cuando éramos tiroteados como en Vallecas -caso que usted menciona en su libro obviando naturalmente esos hechos-.

Usted, porque tenía acceso a la información, sabía perfectamente, por ejemplo, cómo en Córdoba nuestros militantes fueron apuñalados y presentados por la prensa como agresores por llevar la bandera de España, pero no iba a dejar que la verdad le estropeara la noticia. Cómo sufrimos el ataque aberzale a tiro limpio de los proetarras en el frontón de Anoeta en San Sebastián -y naturalmente tuvimos que defendernos para que no nos mataran-; pero para ustedes éramos culpables por ejercer nuestro derecho a expresarnos con libertad -sí con LIBERTAD- y a mí me parecía que todos ustedes daban la razón a los proetarras que nos atacaron.

Usted, porque tenía acceso a la información, sabía cómo se volaban nuestras sedes; usted era de esos periodistas que callaban cuando los agredidos éramos nosotros pero se exaltaban preñados de lucha por la democracia cuando nos defendíamos.

Mire usted, el primer acto de Blas Piñar que yo recuerdo, fue atacado por una abultada masa de energúmenos, armados hasta con barras de persianas, quedando una calle destrozada; pero al día siguiente sus titulares clamaban “incidentes en un mitin de Blas Piñar” y presentaban a los agredidos como agresores. En el primer acto público al que yo acudí como militante de Fuerza Joven fuimos recibidos a botellazos por una manifestación izquierdista, mientras la policía indicaba que no intervendría si no había sangre, pero nosotros podíamos ser atacados porque, en su mentalidad “nos lo merecíamos”; en Elche, por poner un ejemplo, cuando esperábamos la llegada de Blas Piñar para inaugurar una sede, fuimos encerrados en una plaza por la policía y brutalmente agredidos -así sin más- y recuerdo perfectamente como un familiar de quien mandaba la fuerza pública nos decía, estando con nosotros, que su marido había recibido órdenes de Interior de cargar bajo la amenaza de ser destinado al País Vasco -a excepción del que suscribe todos los mandos de Fuerza Joven fueron cayendo por efecto de las porras policiales-; a nosotros nos caían multas elevadas por exhibir la bandera de España mientras ustedes aplaudían las medidas. En noviembre de 1981 el entonces Ministro del Interior, señor Rosón, dijo quiero un centenar de detenidos y alguno acabó saliendo por ser amigo de un militante de FJ que entonces era novio de su hija y por el que conocimos la historia. Podría seguir, pero a usted señora Prego, entonces y ahora, todo esto le importaba muy poco. Así usted y otros podían hablar de la “violencia extremista”, para ocultar la desastrosa gestión de los gobiernos de la UCD alegando que eran cosas de la ultraderecha -sigue haciéndolo en su obituario- y miran para otro lado ante las miserias de la Transición, que no fue el bello cuento que usted elaboró, donde a nosotros, a los seguidores de Blas Piñar, nos tocaba ser los malos. Y nos tocaba ser los malos porque había que frenar el apoyo popular a Blas Piñar, porque había que impedir, mediante el miedo, que las decenas de miles de personas que acudían a sus mítines se transformaran en votantes. Si para ello era necesario proscribir la Verdad que más da parece que debió usted suscribir.

Habla usted de la violencia ultraderechista vinculada a Blas Piñar y a Fuerza Nueva, responsable de “numerosos asesinatos y atentados” para decirnos, manipulando utilizando el lenguaje, que el dirigente de FN es culpable porque la “implicación” –que no es autoría, fíjese como tuerce la palabra para sugerir sin decir- “directa o indirecta de miembros de Fuerza Nueva en acontecimientos sangrientos durante la Transición ha sido ampliamente demostrada ante los tribunales”. Pero no se atrevería a decir lo mismo de ninguno de los demás partidos en los que alguno de sus miembros se vio implicado en hechos similares. Usted sabe que esos “numerosos” fueron en realidad muy pocos y que la mayor parte estuvieron relacionados con lo que se ha llamado la “guerra sucia” contra el terrorismo. Usted sabe perfectamente que tras el Batallón Vasco Español o la Triple A, porque lo han escrito periodistas del mismo grupo 16 que entonces los achacaba sin sonrojo a la extrema derecha, y cuando se decía extremaderecha en la España de aquellos años se quería decir FN y Blas Piñar, estaban los primeros estadios de una guerra sucia que desembocaría en los GAL. Y algunos sabemos que para borrar las huellas hubo muertes nunca aclaradas -podría usted investigarla- como la del antiguo dirigente de Fuerza Joven Juan Ignacio González aunque se alejara de Blas Piñar y Fuerza Nueva.

Se asombra usted señora Prego, de que no se hayan investigado a fondo las “tramas negras del terrorismo fascista”, del que evidentemente trata de responsabilizar a Blas Piñar, y sus “contactos y apoyos en las Fuerzas de Seguridad del Estado”. Pero, usted que escribe en un medio afamado por su “periodismo de investigación”, ¿por qué no lo ha hecho? Le doy una razón: porque usted sabe que la historia, esa que no se quiere investigar, fue siempre al revés. Que desde determinados servicios se buscaban en aquellos años jóvenes impulsivos, jóvenes que creían hacer un servicio a España, mano de obra barata para la guerra sucia que allanara caminos y abriera puertas. A alguno, implicado en esos hechos a los que usted se refiera, se le advirtió. Yo mismo podría contarle cómo se te acercaban y cómo algunos picaban para realizar algún hecho violento y eran inmediatamente detenidos. Y, después, ustedes en vez de exigir que se investigara hasta el final, como nosotros hacíamos, preferían mantener la historia oficial.

Pero es que además, señora Prego, usted carece de valor. Vuelve en su artículo, recorta y pega, como se hacía en los años noventa, a hablar de “tramas civiles” -llamémosla con corrección- de la operación del 23-F, pero sin citar cuáles eran realmente y lo alejadas que estaban de eso que llama la “ultraderecha”. Al menos reconoce que Blas Piñar nada tuvo que ver. Y eso después de hartarse a sugerirnos que lo que a Blas Piñar gustaba era gritar “¡Ejército al poder!”.

Podía usted, señora Prego, haberse ahorrado el vómito. Supongo que lo ha hecho porque en el fondo, como tantos otros, no ha podido soportar la coherencia de un hombre que tuvo la virtud de ser el espejo en el que no querían mirarse tantos demócratas de nuevo cuño, entre ellos incluyo a políticos y periodistas. Todos ellos, y otros como usted, le eligieron como el blanco perfecto, el hombre a quien podían entregar a las fieras mientras tocaban la lira, acusándole de todo cuanto ellos habían sido.

Atentamente,

Francisco Torres García.

BLAS PIÑAR, el hombre a quien nadie rindió

Tengo un nudo en la garganta y los recuerdos de casi cuatro décadas pugnando por salir de la memoria con la misma presión con la que a veces, durante años, lejos ya de los tiempos de escuadras de camisas azules abriendo paso, tuvimos que estar a su lado para evitar, literalmente, que la gente, en su afán por saludarle, llegara a impedirle continuar.

No creo que hoy sea capaz, ni de lejos, de poder expresarme con soltura; ni de, con estas líneas, poder rendirle el homenaje que se merece. Pero sé que, al igual que tantas veces intervine con él en actos públicos, en esta hora siempre difícil, siempre amarga, no pueden faltar mis palabras cuando él marcha para siempre a formar en esos luceros que a mí me gusta invocar, porque son los que, con su ejemplo, nos animan a continuar en el combate por España.

No me siento portavoz de nadie. Estas líneas no son más que la rememoración emocionada, con ojos vidriosos mientras escribo, de aquel muchacho que, como tantos otros, allá por el lejano 1978 pidió su alta en las filas de Fuerza Nueva emborrachado de luceros y amor a España.

Soy de esas decenas de miles de jóvenes que en la Transición siguieron a un hombre que les prometió trabajar para hacer de esta «España sucia y triste una Patria libre y hermosa». De los que aprendimos a su lado a amar a España como «unidad de destino, historia y convivencia», con vocación de perfección; de los que, en tiempos aciagos, cuando el patriotismo se proscribía e incluso se perseguía, enarbolábamos esa bandera que un día debía de triunfar: «sólo sé que un día, solo o con los que me acompañen clavaremos las banderas jamás arriadas en lo alto», nos decía en una reunión de su Fuerza Joven.

Soy de esos jóvenes que le admirábamos porque jamás traicionaba sus ideales, porque jamás cedía a la conveniencia, porque era el ejemplo vivo de la coherencia política cuando otros pensaban no en transformar la realidad -como él quería hacer pues siempre fue un auténtico revolucionario en la estela de José Antonio- sino en acomodarse al tiempo para seguir enfundados en la prebenda.

Fue perseguido por el sistema, vilipendiado por el sistema, acusado por el sistema, pero sabía como nadie sobreponerse, merced al tesoro de la Fe y a su fe ciega en la Providencia, a los muchos momentos duros que tuvo que vivir.

«Dios y yo somos mayoría absoluta», nos dijo cuando fue elegido diputado y amenazó con tocar el silbato si reglamento en mano le impedían hablar. Era para nosotros un monumento a la lealtad, a sus juramentos y a la sangre derramada, que alzaba su voz frente a los mismos que antes medraron al amparo del franquismo, de la camisa azul, de la guerrera blanca o a las faldas del catolicismo político.

Soy de esos jóvenes que lloramos de rabia e impotencia cuando los miles de aplausos y abrazos que cosechaba en sus intervenciones, cuando esas masas de españoles que acudían a escucharle eran incapaces de apoyarle en lo más sencillo, depositar el voto en la urna. Siempre les despreciaré porque fueron los causantes de la quiebra de una gran esperanza, pero en la culpa llevan la penitencia de haber contribuido a derribar el sueño de juventud al que como caducos conservadores renunciaron por las miserias de las lentejas.

Blas Piñar ha sido Blas Piñar hasta sus últimos momentos, hasta cuando hace unas semanas me escribía diciendo «ya no tengo fuerzas». Hace unos años, ya aquejado por la dolorosa enfermedad que le ha acompañado en el último tramo de su vida, en uno de sus últimos grandes actos nos dijo -escribo de memoria porque prefiero el recuerdo a la literalidad-: «no sé si éste será mi último discurso, pero sí sé que mientras me queden fuerzas estaré defendiendo a Dios, a la Patria y a la Justicia». No le importaron en esos años ni los consejos, ni las recomendaciones, ni los riesgos que asumió, ni el agotamiento personal que cada intervencion pública le suponía, porque mientras pudo siguió acudiendo, siguió estando ahí. Y cuando no pudo jamás faltaron sus palabras. Nunca se rindió y nunca pensó en su propia imagen para la posteridad: «si mi nombre puede servir para algo ahí estará, acompañándoos». Pese a lo que algunos puedan pensar su afán de servicio le hizo ser tremendamente humilde: pasó de gran lider, del aclamado «¡Caudillo Blas Piñar!», a ser militante de filas, pese a los puestos honorarios, y figurar en el último puesto de alguna candidatura. A él sólo le movía una inquebrantable Fe y un inmenso afán de servicio y, como al Cid, le pasó aquello de «qué buen vasallo si hubiera tenido buen señor».

No pocos nos sentimos hoy un poco huérfanos pues éramos su otra familia, la de los camaradas. Él ya no está, pero no se ha ido: los hombres mueren pero su espíritu permanece. Blas Piñar sólo ha cambiado su puesto de servicio. Él no marcha al descanso eterno de la Gloria sino a la Guardia Eterna. Esa que sólo dejará de formar el día en que torne la Primavera. Los ángeles del Paraíso, aquellos que en la imagen joseantoniana formaban vigilantes con espadas en las jambas de las puertas del Cielo, habrán rendido armas a su llegada; pero él, entre el descanso y la guardia, habrá escogido lo segundo para desde lo alto poder seguir combatiendo con nosotros.

Yo, que he perdido a mi maestro en política, a mi Jefe Nacional, a quien ha debido ostentar en estos años los tres luceros de la Jefatura Nacional instituida por José Antonio, sólo puedo hoy rezar, acompañarle en la distancia, depositar cinco rosas simbólicas sobre su cuerpo y gritar al viento aquello de «¡Blas Piñar, Presente!», tras entonar el viejo himno de amor y de esperanza.

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