Hasta antes de ayer, merced a su cuenta de Facebook, no tenía claro a qué se iba a dedicar Alberto Garzón, más allá del postureo y el posado cariacontecido digno de cualquier anuncio de colonia, en la corte de Pablo Iglesias.

El problema de Alberto Garzón, aspirante a líder totalitario, es que el líder sólo puede ser uno y los triunviratos, desde César, Pompeyo y Craso, sólo son una solución contingente en el camino hacia el poder supremo. El totalitarismo de izquierdas, que es el más perfecto, de él bebió hasta el mismísimo Adolfo Hitler, consagra el culto a la personalidad, pero del mismo sólo puede acabar disfrutando uno y los «amigos» del camino ya se sabe cómo acaban: Craso tragando oro fundido, Pompeyo sin cabeza y los camaradas de Mao o Stalin en el ostracismo, la checa o con un martillo en la cabeza. Después se les borra de las fotos con photoshop y como si no hubieran existido.

La tortura de Garzón es que la historia pretérita, pero no tan lejana, de su partido sí se la sabe, no en vano ha mamado el espíritu de la purga. Iba para líder, pero otro le ha birlado la cartera aunque el ha puesto mucho de su parte para que esto sucediera. El líder es el líder y las lealtades para los demás duran lo que permitan los cargos, las bagatelas y la subvención. El líder se llama Pablo y se apellida Iglesias y lo demás son inventos de la prensa, incluidas las aparentes peleas de gallos -¡Ay…, pobre Garzón que ni a eso llega!- a ritmo de regetón. Es lo que tiene ser comunista, neocomunista, rojo reciclado, paracomunista, comunista-socialdemócrata o unitario popular. Y en este universo la gran pregunta es: ¿y Garzón? ¿Qué será de Garzón? De momento Iglesias lo tiene todo, es el lobo pero él no llega a caperucita. Pablo aspira a todo y a él solo parece quedarle el postureo, la planta y la facha. ¡Dios¡ Le he llamado facha, ¿en qué estaría pensando?

Me temo que Garzón ha hecho suyo el mito de Jano, tiene un perfil de niño bueno y tierno que inspira lástima de deseo entre las féminas -supongo que también entre los féminos pues no quisiera que me tomara si me lee por machista u homófono-, y otro de niño malo (traviesillo, dirían los encantados y encantadas con su facha). ¡Qué actor se ha perdido el cine patrio! Estoy seguro que si Sergio Leone aún andara por Almería lo contrataría para un remake titulado «El repelente, el feo y el guapo». Dejo a la imaginación de mis lectores el reparto de papeles.

Garzón ha sido el niño malo capaz de emular a Francisco Franco -¡Sí,sí no me he vuelto loco!- para ser más franquista que Franco, pues él solito, con ayuda de sus ilustres predecesores tipo Llamazares, ha sido capaz de poner punto final al PCE travestido en IU.

¡Con la que está cayendo! Mientras el gobierno esquilma el fondo de reserva de las pensiones sin recato alguno, Pachi, de apellido López, por unas semanas de trabajo se asegura una pensión millonaria como ex presidente del Congreso y Rajoy sigue sin saber si será presidente, Garzón anda preocupado por sacar cabeza en el universo podemita y por lo que ponen en televisión.

Garzón sufrió en la noche del 18 de julio la gran transformación y encontró el elixir de la juventud para dar vida a la momia de Izquierda Unida y ocupar portadas en Público y minutos en la Sexta. Descubrió por Twitter que proyectaban una película sobre la guerra civil en TVE2 y se topó con «El Santuario no se rinde» y no con la repetida historia del reciente pero añejo cine de izquierdas -en realidad no hay otro-, con sus nacionales/franquistas malos malísimos. «¡Albricias! -debió decirse mientras rememoraba los dichosos tiempos de Stalin y demás congéneres- Ya sé cuál será mi papel en la casa común podemita, ¡censor!». Es lo que les va a los encandilados con el prohibido prohibir, que te descuidas y te silencian.

Todo ello merced al «cine franquista» y a Alfredo Mayo (este actor era algo así como nuestro Harrison Ford o Bruce Willis de los cuarenta). Garzón quiere ser ahora el Gran Censor porque no puede ser el Gran Timonel, es lo propio de la rabieta de la frustración. Ha presentado su currículum para ser el amo de la Cheka, el Beria de Iglesias. Quiere convertirse en el testaferro para la guarda de la memoria histórica de la izquierda, el debelador de las maniobras de exaltación y reivindicación franquista que se producen con la connivencia pepeística con ánimo de chulería y provocación que solo pueden tener como respuesta la represión. ¡Dios, lo he vuelto a hacer! Ahora le he llamado represor.

No sé si Elena S. Sánchez y el reconocido crítico cinematográfico Carlos F. Heredero se habrán a estas horas recuperado del estado de shock en que ha debido dejarlos Alberto Garzón, ni si el reputado historiador antifranquista, alevín de la memoria histórica, señor Casanova, andara temblando ante lo que pueda surgir en el debate del programa sobre las proyecciones de la semana -quizás se constipe si no está grabado-… Garzón pide cabezas -todavía es pronto para la cárcel y la tortura- porque han programado en TVE-2 una «película franquista» en la noche del 18 de julio, dentro de un mini ciclo dedicado a la guerra, aunque en la película, por cierto, no recuerdo si se llega a mencionar a don Francisco.

Dudo mucho que Garzón haya visto la película (si quieren verla http://www.rtve.es/alacarta/videos/historia-de-nuestro-cine/historia-nuestro-cine-santuario-no-se-rinde/3665839/) y mucho menos entenderla. «El Santuario no se rinde» es una película dirigida en 1949 por Arturo Ruiz Castillo cuyo staff, incluyendo el guionista, estaba pletórico de antiguos republicanos. Ironías de la vida,que por supuesto Garzón ignora. La sabiduría está reñida con el postureo. Para colmo narra una victoria republicana, pues los rebeldes salen derrotados y encima, más allá de las frases de combate, no se insulta ni degrada a los rojos. Es más el protagonista -Alfredo Mayo- es un republicano que, como muchos, acaba asqueado de los excesos de los suyos (algo que también se ha podido ver en la película sobre el general Republicano Escobar emitida anoche en el mismo programa, no sé cómo los nacionalistas catalanes no han pedido también excusas y dimisiones a TVE donde los asesinatos republicanos son más explícitos). En 1949 -en 1949 subrayó, cuando el PCE aún andaba en el monte y los maquis dedicados al ejercicio del robo y el asesinato en nombre de no sabemos qué lucha por la democracia, cuando el PCE era una sucursal del padrecito Stalin- el director no quiso hacer una película de buenos y malos, sino recordar que también hubo buenos en el otro bando narrando una derrota heroica, pero derrota, de los nacionales.

El problema de Garzón es que tampoco sabe nada de lo acontecido en el Santuario en 1936. La historia de un puñado de guardias civiles, 165/200, que con sus familias, bajo el mando del capitán Santiago Cortés, acompañados por unas decenas de civiles que buscan protección y se aprestan a luchar (poco más de un centenar de combatientes con mujeres), se encierran tras los muros, para, cercados por los republicanos, hacer realidad aquello de que «la guardia civil muere pero no se rinde». Algo más de 1500 personas defendiéndose durante nueve meses, comiendo madroños y anestesiando a los heridos con coñac. Hasta cuatro Brigadas Mixtas reunieron los republicanos para asaltar un Santuario que se defendía con la esperanza de que llegaran hasta ellos las tropas nacionales, abastecidos solo por un avión pilotado valientemente por el capitán Haya cuando terminaba su servicio y los republicanos disponían de mejores aviones. Un hecho heroico, retratado en la película como tal. Claro que a Garzón y los suyos eso de lo heroico les suena a peligroso fascismo. Una gesta que hasta fue admirada por unos republicanos que, una vez victoriosos, protegieron las vidas de los supervivientes. Mucho para Garzón, si Garzón hubiera visto y comprendido la película.

Pero a Garzón y su tropa de milicianos todo esto le importa poco, a ellos lo que les gusta es la tea incendiaria -en eso no han cambiado mucho-, por eso andan pidiendo excusas y responsabilidades y hasta la virginal IU de Andalucía se da por ofendida. Lo que a ellos les interesa es alentar la ideología guerracivilista. Y ahí Garzón, por lo visto, aspira a ser como el mamporrero de Fernando VII.