Las margaritas son esas flores que constituyen la última referencia del enamorado para poder saber a ciencia cierta si su amor es correspondido. También sirven los pétalos de las margaritas para solventar otras cuestiones incluidas las políticas. No pocas margaritas han debido de ser deshojadas en estos días tanto en sede judicial como en la Moncloa, sin olvidar el cónclave o el aquelarre -elija el lector la definición- reunido en Vistalegre II.

En esta tesitura, alguien pudiera pensar que, tras la agitada semana que condujo al visto para sentencia en el juicio contra Arturo Mas por aquel referéndum ilegal que se celebró porque el gobierno prefirió perseverar en su tancredismo habitual, así como a los congresos del PP y de PODEMOS, muchas incógnitas se han solventado. Sin embargo, no hace sino comenzar la siguiente y ya nos damos de bruces con una serie de hechos que no hacen sino recordarnos que no pocas cosas siguen igual de liadas.

Entre Gurtel, Púnica, Bankia, unos Presupuestos con incierto futuro y la señora Mato poniéndose de perfil mientras el PP se niega a responder en sede judicial, aún es pronto para respirar. Esta es la realidad. Y dado que andamos caminando hacia el final de febrero parece que Mariano, para evitar tragarse sus palabras, ya no amenaza con elecciones si no se aprueban los Presupuestos -respiro para el aparato socialista ante la amenaza de Sánchez-, y retrasa esta opción a los de 2018, por lo que es posible que simplemente se limitara a prorrogarlos si no obtiene los apoyos necesarios ahorrándose la cesión y sangría que conllevaría sacarlos adelante con la bendición de Ciudadanos y PSOE.

Confieso que esperaba con cierta curiosidad el juicio a Arturo Mas ante las amenazas de rebelión previas, las manifestaciones multitudinarias -tampoco dieron para tanto pese a la exhibición de autobuses seguramente subvencionados-, el sacar pecho nacionalista y el tono altivo al que nos tienen acostumbrados -siempre que salga gratis, eso sí- mientras el tal Puigdemon anuncia sin despeinarse lo irremediable e imparable de la próxima consulta. Yo creía que Arturo Mas, llegado el momento supremo de enfrentarse a un tribunal del estado opresor, engolaría la voz y defendería la legalidad de su convocatoria y asumiría que por ello desafió al Tribunal Constitucional. Pero no. Resulta que se comportó como cualquier delincuente: soy inocente, no tuve nada que ver, yo no sabía que era ilegal, el Tribunal Constitucional no me advirtió, fue cosa de los voluntarios que decidieron hacerlo por su cuenta… Así pues el Ken de Barbie nacionalista, el ninot que bien mereciera arder en la hoguera, valiente, lo que se dice valiente, pese a la chillería callejera, no parece que fuera. El mártir de medio pelo del nacionalismo, sin duda, habrá avergonzado a los radicales de guardia, pero lo mismo el Tribunal acaba considerando sus excusas como atenuantes y nos llevamos una sorpresa en un proceso que debería haberse celebrado de forma inmediata a la ilegal consulta; aunque nunca sea tarde si la dicha es buena. ¿Pero será buena?

De momento la consideración del delito no da para mucho: 10 años de inhabilitación. Es decir, que Arturo Mas no podrá ser candidato en 10 años. Aunque ya se puede leer por ahí cómo burlar una sentencia que algunos nos tememos será poco ejemplarizante, porque ya sabemos que romper la legalidad e intentar destruir la unidad de España no demanda ningún castigo importante, defenderla o protestar ante los delincuentes que quieren romperla sí. Así pues lo que tenemos es, casi con seguridad, mucho ruido y pocas nueces. Y si el gobierno piensa que, con lo que resultara del juicio, los que están dispuestos a celebrar un nuevo referéndum sufrirán colitis crónica y se abstendrán de sacar las urnas a la calle más le valiera creer en los milagros.

Ingenuos también son los que esperaban alguna cosa, más allá del encubrimiento del líder, del magnificado que no magnífico Congreso del PP. ¡Cómo si los congresos de los partidos sirvieran para algo! Para algo que no fuera ratificar lo que previamente el Jefe y su equipo tenían previsto. Un paripé que algunos hasta se creen. Lo más trascendente ha sido sin duda la decisión de Mariano de poner fin a las especulaciones y al autopostulamiento de los barones. A la gallega Rajoy ya ha dicho que será el próximo candidato del PP, tanto si la legislatura es corta como larga. Ya pueden Soraya, Cifuentes, Feijó o Cospedal ir pensando en que lo mismo se les pasa el arroz y Mariano premia su lealtad-ambición con el traspaso del cargo a sus leales alevines tipo Casado o Levi. Eso sí, Mariano se vino arriba para recordar lo lejos que había llegado el partido en sus 40 años de existencia, lo que para algún perverso era reconocer los orígenes franquistas de un PP que es la resultante de un partido fundado por unos cuantos ministros, procuradores en Cortes, concejales y alcaldes franquistas trufados con algún Consejero Nacional del Movimiento. ¡Casi ná, cuando se anda mentando la memoria!, que diría un castizo.

Entre el ¡Mariano, Mariano, Mariano!, aquello de ¡Estos son mis poderes! y un solapado ¡Los Jefes no se equivocan!, es fácil resumir el Congreso del PP. Un partido que ya lo ha dejado claro, es la opción de todos aquellos que no quieren ser de izquierdas, tendente al centro político, y sin rival alguno por su lado más derechista que, por otra parte, constituye su electorado más leal y movilizado, el que le vota sin esperar nada a cambio, el que está todo el día haciendo tejido pepero en la sociedad, pues a estos les vale con que socialistas y coletas no puedan llegar al poder. Algunos le habían tosido a Mariano, los aireados diputados provida del PP (entre el escaño y sus tesis se quedan con el escaño). Querían «voto en conciencia» y cerrar de un portazo la legalización irremediable de los «vientres de alquiler». Y Mariano solventó el tema dándoles un soberano corte de manga: los compromisarios reunidos no tienen criterio en esos temas, dependerá de lo que digan los expertos en bioética y lo que esté de moda. Y ahí acabó el debate ideológico en el PP. Lo demás, simplemente decidir quiénes estarían en el nuevo Comité Nacional y progresarán en la carrera profesional que es un partido como el PP.

Incontestable triunfo de Mariano, con si se descuida el 100 por cien de los votos, y victoria apabullante de Pablo Iglesias. Quizás más importante lo segundo que lo primero, aunque nada que no fuera previsible. Llevados por la estrategia del PP algún medio y algunos periodistas han llegado a hablar de la doble victoria de Mariano. Victoria en su partido, en el que nadie osará a menearle la silla, pese a las salidas de tono perfectamente calculadas y al servicio del partido de José María Aznar. Victoria en Vistalegre II, porque el triunfo del «coletas» permite al PP seguir agitando el espantajo de la radicalidad extrema de PODEMOS encarnada en Pablo Iglesias frente a la cara amable y blandita de Íñigo Errejón. Algo fundamental para mantener la movilización de un electorado que necesita un enemigo.

Ya predije que ganaría Iglesias y después vendría el abrazo de Vergara. No hubo debate ideológico, pese a que tanto les gusta, en el Congreso de PODEMOS, solo enfrentamiento táctico para seguir preparando el camino para asaltar el cielo, porque si algo sí quedó claro en el evento fue que todos dan por amortizado a un PSOE que tendrá que afrontar una elección cainita a tres bandas pues, también en esta semana, y muy a la gallega, Susana Díaz ha anunciado su decisión de presentarse a las primarias socialistas. El plan está trazado y PODEMOS sabe que necesita un espaldarazo en las municipales ganando al PSOE en las grandes ciudades, especialmente en Madrid. Y Errejón aceptará, llegado el momento, y tras cumplir su cuota de ostracismo, sustituir a Carmena para ocupar una plaza fundamental. Ahora PODEMOS tiene las dos caras de una misma moneda: el radicalismo de Iglesias y la moderación de Errejón. Pero en el fondo ambos son la expresión del mismo discurso y no de dos discursos enfrentados. Ninguno de los dos subrayaba diferencias ideológicas, pues el debate interno era solamente táctico. Pero en esto PODEMOS, con toda su verborrea asamblearia, tampoco se diferencia en gran cosa de una partitocracia donde los congresos de los partidos son solamente espacios para el enfrentamiento por el poder.

En esta línea de interpretación, cabría apuntar que Pablo Iglesias es hoy más líder que hace unas semanas, pero también que ha asumido que para vencer en las urnas necesita unificar el partido y hacerlo en un sentido amplio; conseguir que todos los grupos que forman PODEMOS incluyendo a IU -ese partido al que solo se oye para meterse con la Fundación Nacional Francisco Franco- acepten una convergencia en el más puro estilo estalinista con depuraciones incluidas.

Así pues, ni ha habido rebelión contra los líderes, ni grandes propuestas, pese a los problemas que afligen a España, eso queda para otros cenáculos