La estantería del historiador

Categoría: Cine, música y libros Página 1 de 7

Luis Mariano, el exilio y su discutida homosexualidad en la España de Franco


A resultas de la continuada edificación del relato del pasado conforme a los dictados de la ideología de género, del lobby LGTBI…, de la memoria histórica y del palo a Franco, he andado revisando las notas que se han publicado sobre el cantante Luis Mariano.

Probablemente pocos sepan hoy quién fue el tenor vasco Luis Mariano (Mariano Eusebio González García).

La biografía de Luis Mariano se ha prestado, en esa reconstrucción falsaria de la memoria, a la fácil manipulación por parte de tertulianos-periodistas-activistas. Así se le llega a presentar como ejemplo del artista que, por su debatida homosexualidad, tuvo que vivir en el exilio durante la oscura noche del régimen de Franco y que no gozó del éxito que merecía en España al ser marginado por la larga mano de don Francisco -homófobo de manual- que estaba en todo.

En realidad, la familia de Luis Mariano -el tenía 22 años- se marchó de Irún al iniciarse la guerra en 1936. Los nacionales entraron en la localidad en agosto y, además de las  razones políticas, parece evidente que sus padres trataron de evitar que su hijo tuviera que ir a la guerra; lo que quedaría avalado por el hecho de que falsificaran su edad para no ser movilizado en el exilio. Durante la guerra española estuvo en coro vasco que actuaba por Francia participando en actos a favor de la República.

En Francia inició sus estudios para convertirse, merced a su portentosa voz y a su tesitura, en cantante de ópera. Debutó en 1943 en el París ocupado por los alemanes y allí siguió actuando, es de suponer que ante la habitual presencia de los invasores que eran la autoridad. Según se cuenta, sin actividad importante, pertenecía a un grupo de la resistencia formado por sus compañeros de estudios en Burdeos o en París (hay dudas). Tras la II Guerra Mundial decide seguir el camino de la opereta, y actuará en funciones benéficas a favor de los republicanos exilados. 

A partir de 1945-1948 se convertiría en el rey de la opereta, género a veces despreciado por los amantes de la ópera, pero triunfante en los años 40-50. A pesar de ello, Luis Mariano llegó a contar con el reconocimiento de la mismísima María Callas, siendo capaz de vender millones de discos en varios países, incluida la España de Franco. Su éxito se derivaba de su capacidad a la hora de aplicar el bel canto a composiciones ligeras, y en usar sabiamente su gran dominio técnico (les recomiendo escuchar su grabación de la canción “María Luisa”).  Hoy es reivindicado por cantantes de la talla de Juan Diego Flores o la virtuosa Cecilia Bartoli.

A finales de los 40 Luis Mariano era un ídolo en Francia, pero en España era, según nos cuentan, injustamente tratado por su supuesta homosexualidad y por sus opiniones antifranquistas. 

Cualquiera, como es mi caso, que tenga memoria familiar, por haber nacido a principios de los sesenta, conoce la enorme popularidad y éxito de Luis Mariano en España y lo habitual que era escucharlo en la radio o tener el lujo de contar con un disco suyo.

Pronto comenzaría a incluir España en sus giras. El cine catapultó a Luis Mariano en España, más allá de que llegará al país como una estrella, como un divo con increíbles y ostentosos coches, con su cuidado estilo, acorde con el Paris de alta comedia artística en que él vivía, y su perrito. En 1951 se presentaba en el Teatro Arriaga de Bilbao en 2 recitales acompañado de Carmen Sevilla. En 1952 se publicaba uno de esos cuadernillos con las letras de sus canciones que se vendían en los kioskos y que prueban su popularidad. Además resulta que Luis Mariano grabó con Gloria Lasso una de las canciones más populares, vendidas y difundidas de finales de los cincuenta y principios de los 60, “Canastos”. En 1961, en plena popularidad, fue la gran estrella de I Festival de la Canción de Madrid y en la gala del Festival de Benidorm. Después vendrían sus actuaciones en TVE, que era la única tele en España, llegando al popular programa de “Esta noche con..” (yo recuerdo esa actuación siendo niño con el tenor cantándole a una foto de Carmen Sevilla). Pero la Dictadura ocultaba sus éxitos sin que EFE pareciera enterarse. ¡Hay que ser majadero! 

Pero retrocedamos en la cronología.

Así pues, cuando aún andábamos en los estertores del bloqueo internacional, Luis Mariano se presentaba para actuar en territorio hispano. ¡Qué cosas!

En 1950 rueda “El sueño de Andalucía”, pero se plantea el problema de su pasaporte que es inmediatamente solventado por la embajada española en París. Un rodaje en el que se enamoró de Carmen Sevilla (además de un enamoramiento juvenil fracasado la aparición de la española puso fin a los rumores de noviazgo con otra actriz).

Luis Mariano se convirtió en una estrella de la pantalla en Francia y en España. El éxito de sus películas en el suelo patrio ya lo quisiera cualquier cinta hispana de los últimos 50 años. El marginado con ocultos éxitos rodó tres películas con Carmen Sevilla, de la que según sabemos se enamoró (la cantante Gloria Lasso negó su homosexualidad al igual que alguno de sus músicos) hasta pedirle matrimonio  (después se le relacionaría con Anny Cordi que fue su amiga hasta su muerte).  Al saltar los rumores de boda, contaba Luis Mariano, le llegaron miles de cartas de fans protestando. En su libro “Mi vida y mis amores”, que no pocos borran de su trabajo, anotó: “Desde la primera vez que vi su rostro no me pude contener de decir, como en los cuentos de hadas: he aquí la chica ideal… Carmen no ha sido para mí, por desgracia, más que una camarada”. 

Volvamos al cine. Conviene en este punto recordar que estas películas eran coproducciones hispanofrancesas, pese al proverbial aislamiento español. Entre ellas uno de sus grandes éxitos en Francia, España e Hispanoamérica,  la mítica “Violetas Imperiales”; pero también “El sueño de Andalucía” (1951), “La bella de Cádiz” (1953) o “El cantor de México”.

¿Y Franco? Pues resulta que a don Francisco, al que gustaba la zarzuela (sobre todo “Marina”, que es musicalmente una ópera, y “El rey que rabió”, que es una opereta), también el cine, debía gustarle Luis Mariano. Así que le invitaron a actuar, pese a su pedigrí de “republicano y presunto maricón o al menos amanerado”, en los actos que realizaba en La Granja con motivo del 18 de julio, aniversario del glorioso alzamiento nacional, según se decía en la época. Y Luis Mariano actuó ante Franco, su gobierno, autoridades y cuerpo diplomático. Ni corto ni perezoso, en una ocasión, le comentó a Franco la situación de su familia en el exilio y la falta de pasaporte por lo que no podían volver. Ni que decir tiene que ello se solucionó de inmediato. Me imagino, con esa forma peculiar que tenía Franco de ordenar, diciéndole a quien fuera: “Que bien canta Luis Mariano, creo que la familia tiene algún problema con su documentación”. 

No fue suficiente, y al “republicano y maricón”, que dirían con mala baba o intención insultante algunos, le otorgó la Cruz de la Orden de Isabel la Católica. La concedió, según avezados autores actuales, al injustamente marginado actor y cantante, seguro de que así ocultaba sus éxitos; a quién, según otro autor, era “poco considerado en España” (prefiero no citar los nombres, pero ¿de dónde saldrá tanto ilecto?).

Curiosa marginación, censura, ocultación y falta de reconocimiento que choca con el relato de quienes hablan de Luis Mariano más por su forzada conversión en icono homosexual que por su talento como artista (anuncian una obra titulada “El novio de España” sobre el “romance” interesado para presentarse como hetero  con Carmen Sevilla, pero vistas las patadas a conveniencia de una obra anterior de los autores, “En tierra extraña”, todo cabe para transmutar la realidad en la ficción interesada). A Franco, visto lo visto, solo debió  importarle  el talento por encima de los chismes y los rumores. Un artista que siempre se sintió orgulloso de su tierra y de ser español, pese a que el propio De Gaulle quiso hacerlo francés.

PD. Muchísimos años después de su muerte, en 2017, se volvió a estrenar en España, en su versión teatral, “El cantor de México” en homenaje a Luis Mariano. Coincidieron en las butacas Carmen Franco y Pedro Almodóvar. Carmen confesó su nostalgia por el cantante.

PD2. Luis Mariano, en pleno régimen de Franco, desfiló con la compañía de la Real Unión en el Alarde de San Marcial en su natal Irún. Como en el caso de su actuación en el teatro Arriaga se corrió después el rumor que le llamaron maricón y que, es esta ocasión, sus compañeros desfilaban con la mano en el trasero. Nada confirma que esto último fuera cierto, aunque sí parece que alguien lo gritó cerca de la Iglesia fuera del desfile, imbéciles siempre hay. Más allá de ello, los reportajes fotográficos muestran el calor popular en torno a su famoso paisano.

De novia de España a Carmen de España

Desde el silencio, desde el propio olvido que acompaña a una terrible enfermedad, recuperada de vez en cuando por el pase de algunas películas por televisión a la espera de ser redescubierta ha partido hacia los estudios de la eternidad Carmen Sevilla.

Creo que la primera película que vi de Carmen Sevilla fue “La fierecilla domada” con Alberto Closas en un cine de programa doble, y luego, ya con algunos años más, “Enseñar a un sinvergüenza”. Shakespeare y Alfonso Pasó como autores para quien fue una gran actriz (siempre fue más actriz que cantante) . Dos buenas películas rematadas por la inquietante “La loba y la paloma” o “Beatriz”, junto con el azúcar destilado de “La hermana San Sulpicio”. 

Rodó “La Venganza” de Juan Antonio Bardem, película que se presentó a los Oscars, rodada en Albacete donde fueron visitados por Carmen Polo de Franco. Así que el director comunista no tuvo problemas para departir con doña Carmen. Y para que no hubiera dudas la mujer de Franco alabó la película anticomunista de Rafael Gil “Murió hace 15 años”; lo que no deja de ser significativo.

Como sucedía con Sara Montiel su rostro llenaba la pantalla lo que permitía a los directores trabajar los primeros planos al contar con la fotogenía y expresividad de una actriz que a todos caía bien.

Carmen siempre fue una artista que llenaba los cines con cintas más que destacables, con taquillas que ya quisiera el cine español actual. Intervino en 63 películas. Estrella en México y en España.

Hoy nos ha dejado una gran estrella, un mito del cine. En cierto modo, a todos se nos marcha un poco de vida cada vez que un personaje de nuestra cultura popular sube a lo alto. El paso del tiempo va así marcándose en nuestro devenir.

“Con la pluma de una gallina y la tinta de un calamar…”, es una de esas canciones que sonaban en mi niñez, y que ahora recuerdo; aunque lo usual sea mencionar su creación “Carmen de España”.

Ella fue durante años la novia de España.

Era la madrina de los paracaidistas, de la Segunda Bandera, y la artista que fue a celebrar las navidades de 1957 en la guerra de Ifni, con aquel improvisado baile con un soldadito sevillano. Otras estrellas declinaron la invitación. Ella se dijo: “Yo voy”.

No faltó a la reunión de veteranos en el 50 aniversario del conflicto. Ella era un símbolo. Muchos años después iría a Zaragoza a despedir a los soldados de la Brigada Aragón que iban a Bosnia. Ella era así.

Un rostro que inundaba la pantalla por el que bebieron los vientos desde Charlton Heston a Frank Sinatra pasando por Cantinflas, Yul Brynner, Carlos Arruza, Marlon Brando, Pedro Infante o Luis Mariano.

Fue cantante habitual en las fiestas que con motivo del aniversario del 18 de julio daba Franco en La Granja con todo el gobierno, autoridades y todo el cuerpo diplomático presente.

Esas que, al retirarse de Cine de Barrio, Concha Velasco, libre de servidumbres, recordaba: “Hemos ido todas y todos, digan lo que digan. Yo he ido siempre. No me he negado nunca ni me han forzado… Entonces te podías negar y no te metían en la cárcel… Era un honor. El año que no te llamaban para ir es que ya no eras una estrella”.

En 1975 Carmen Sevilla, al preguntarle por el Generalísimo tras su fallecimiento, anotaba: “faltaría a la verdad si no dijese que creo que me tenía estima, que me hacía honor de una deferencia y simpatía especiales”. Y añadía: “Franco es algo nuestro que irremediablemente hemos perdido”.

Frías divagaciones (Las gentes del cine en la División Azul)

Francisco Torres García

Los historiadores suelen abusar de los tópicos, especialmente cuando se presentan como innovadores. Desde hace unos años se incide en la trascendencia sociocultural de los hechos y no es extraño que, en la proliferación de TFGs y demás elementos de los másteres al uso, aparezcan referencias a estos aspectos referidos a la División Azul como planteamiento novedoso. A veces lo hacen con un conocimiento muy somero de la bibliografía y prescindiendo –solo los nombran cuando no les queda otro remedio–  de determinados estudios que, evidentemente, no sintonizan con las idas previas de estos autores, sugeridas o autónomas, con las que abordan unas investigaciones que casi siempre deben estar en sintonía con el “director”.

La vertiente sociocultural de la División Azul o, mejor dicho, de los voluntarios de la División Azul, es algo a lo que hemos dedicado espacio en nuestros trabajos de investigación, aunque algunos traten ahora de descubrir “la Mar Océana”. Desde la primeriza aportación de Carlos Caballero y Rafael Ibáñez sobre los “escritores en las trincheras”, nos ha llamado la atención esa vertiente sociocultural del “hecho divisionario”: el peso de los guripas en el mundo de las letras o la medicina, pero también de la política o la empresa durante los cuarenta o cincuenta años siguientes al retorno de los combatientes; por no entrar en lo que ha significado el “hecho divisionario” dentro de las filas del ejército español entroncado en el concepto de “la familia militar”. 

En este tiempo, nos hemos cansado de repetir, a veces con escaso éxito si nos atenemos a opiniones próximas y ajenas, que los divisionarios constituyeron un elemento a tener en cuenta en la sociedad española del régimen de Franco por su cualificación política o profesional. En este momento de la investigación es, por ejemplo, un mito el hablar de la “marginación” de los divisionarios cuando ellos ocuparon centenas de cargos políticos en el régimen de Franco, tanto a nivel municipal como sindical, y algunos ejemplos vamos a traer a colación.

Cierto es que nuestra visión no va a coincidir, por eso tratan de difuminarla, con estos “nuevos” estudios, que a veces arrancan en su explicación conceptual-teórica alguna sonrisa, y que como elemento descalificador apriorístico abusan definiéndonos como “historiadores prodivisionarios”. Lo que además de ser una majadería implica que ellos, con una falsa vitola de academicismo objetivo, asumen, sin decirlo, el papel de “historiadores antidivisionarios”.

En nuestros trabajos, sin embargo, no hemos obviado las referencias a la literatura o al cine, o la presencia en la sociedad civil por méritos propios, de los divisionarios. Quien firma estas líneas ha dedicado amplias referencias a ello porque es un tema que me interesa particularmente y en el que hace tiempo Carlos Caballero, que ejerce casi de director de investigaciones “prodivisionarias” en el inasumible lenguaje de los citados,  me anima a escribir pese a mis muchos compromisos.

Viene al caso el recuerdo y la digresión sobre el debate historiográfico (en realidad algunos lo que ejercen es un monólogo disfrazado) porque hace unas semanas, trabajando en una publicación inminente sobre un gran éxito del cine patrio en los años cuarenta, reparé en la presencia entre los voluntarios de, como a veces se dice, “gentes del cine” de la época. Jóvenes que habían iniciado prometedoras carreras antes de marchar a combatir en la cruzada anticomunista. A uno de ellos copio en parte del título de estas páginas que además fue el motivo de este trabajo, Juanchu Arrabal. Estoy seguro que los hallados son solo una  fracción y que conforme continúe investigando encontraré más casos.

No vamos a abusar, en estas líneas, de quienes, tras ser guripas, desarrollaron una carrera conocida en el mundo del cine. Ahí brillan directores y guionistas como  Pedro Lazaga Sabater (director de una película con tema divisionario como La Patrulla y de cintas como La Fiel Infantería, o las muy recomendables El frente infinito o Posición avanzada, que aportan un discurso muy interesante sobre la guerra civil en los cincuenta y en los sesenta y que deberían revisar quienes reconstruyen biografías), combatiente en Rusia en la 1ª Batería, calificado como distinguido en Krasny Bor y condecorado con la Cruz de Hierro de 2ª clase (conviene recordar que Lazaga rodará en 1956 Torrepartida abordando el tema de los maquis a los que presenta como crueles bandoleros). Dejemos a un lado las manidas y torcidas referencias a Luis García-Berlanga Martí (combatiente en la 4ª Batería del II Grupo Artillero), ya de sobra puntualizadas por Carlos Caballeros. También nos conformamos solo con la cita de actores como Luis Ciges (combatiente, según su imaginativa definición, en un grupo de asalto y caza-tanques). No nos vamos a detener, más allá de la mención precisa, en los que, tras pasar por la División, escribieron un guión  cinematográfico sobre la epopeya. El primero, Alberto Crespo Villoldo, combatiente en la 2ª/269 (RutaIX en colaboración con José García de Ubieta e Igor Perchine Posnak; este último era un soldado ruso alistado en la DEV), quien además se integró en el Círculo de Escritores Cinematográficos. El segundo, Demetrio Castro Villacañas (Cautivos, 1954 escrito en colaboración con Antonio González Saez y Juan González García). 

En el mismo sentido, no resulta tan extraño encontrar divisionarios vinculados a RTVE. Entre ellos mencionemos al coronel y profesor en la Academia de Artillería (autor de un manual sobre tiro y topografía), Roque Pro Alonso (teniente provisional en la 4ª Batería del II Grupo Artillero y abogado), que además ocupó la Secretaría Nacional de la Organización Sindical, siendo también procurador en Cortes (vicepresidente de la Comisión de Trabajo). Según parece hizo pinitos con los guiones y fue Director General de TVE entre 1962 y 1964.

El menos conocido de los directores de cine que antes estuvieron en la División Azul, combatiendo en la 1ª Batería, fue el madrileño Pío Ballesteros Ledesma, usualmente citado como uno de los “malditos” de la cinematografía hispana, pues sus películas son hoy ilocalizables (un incendio en la productora parece ser que las destruyó). Este madrileño, frecuentador de tertulias, amigo de Camilo José Cela, se inició en el mundo de la dirección en 1946 con una obra perdida con textos del Nobel de Literatura (Cela también tuvo pasión por el cine en ese tiempo y hasta intervino haciendo cameos). Solo dirigió 3 películas a la que se suma otra documental y no alcanzó el éxito. Sin embargo, tuvo mayor fortuna como guionista o productor ocasional. En los sesenta entró como redactor del célebre NO-DO y ahí permaneció. Es decir que Pio Ballesteros fue el coautor de los textos que acompañaban al noticiario, algo que el lector no debe pasar por alto a la hora de calibrar su posición política. Ballesteros se puso ante las cámaras como locutor y conductor en 1982 del documental dedicado a la División Azul en la serie de televisión España, historia inmediata

Algunos divisionarios llegaron a participar como extras representándose a sí mismos como prisioneros en los campos de concentración soviéticos, en Embajadores en el infierno. Fue el caso de Carlos Juncos, Desiderio Morlán, Félix Alonso Gallardo o Victoriano Rodríguez. El sargento en Rusia Ángel Salamanca Salamanca estuvo como puntilloso asesor, de ahí el realismo escénico del campo de concentración recreado. Pero también hubo divisionarios que hicieron carrera como actores de teatro y cine.

Hoy, probablemente, pocos recuerden al actor asturiano José Suárez (José Liardo Suárez Sánchez). Su vocación en el cine comenzó al volver de Rusia. Antes de la guerra la muerte de su padre colocó a su familia en una situación de estrecheces económicas. En 1938 se presentó voluntario para luchar con los nacionales, lo hizo en una unidad de infantería con la que luchó en el Ebro, pasó a la Legión y se hizo falangista. No fue suficiente y en 1941 se alistó como voluntario en la DEV, tenía 22 años y volvió a España en 1943 con el grado de Sargento. Como a tantos otros fue, sin duda, su físico y la fotogenia lo que le abrió las puertas del cine, según las críticas de la época “parecía un galán americano”.  En 1944 rodaba su primera película, Altar Mayor. Sin embargo, su paso por el cine está ligado a su papel protagonista en la  célebre Calle Mayor de Juan Antonio Bardem o en el de Brigada Criminal.  Fue uno de los grandes actores de la década de los cincuenta. Nunca renunció a sus ideales. A principios de los 70 ejercía de alcalde del pueblo asturiano de Aller, también había sido presidente de la sección de actores del Sindicato Nacional del Espectáculo y de la Mutualidad Laboral de Artistas, lo que nos deja el rastro de sus inclinaciones sociales. En Trubia, su pueblo natal, le dedicaron en 2018 una placa y un parque. Unas semanas después  amparándose en la “ley de la memoria histórica”, se pidió su retirada por su pasado franquista, pero los vecinos votaron por mantener el homenaje.

Más difícil sería pensar en el murciano José García Guardiola, actor y actor de doblaje (fue la voz de Charlton Heston en español: ¡Quién podría imaginar que cuando oímos a Ben-Hur o a Moisés probablemente escuchamos a un divisionario!). En los créditos solía aparecer como José Guardiola, lo que puede confundir con el cantante del mismo nombre pues también hizo algunos pinitos en la canción. Su familia emigró desde Jumilla a Barcelona, al estallar la guerra tenía 16 años y por razones lógicas se apuntó a unas milicias hasta que pudo volver a su pueblo. Al acabar la guerra fue encarcelado, pero el gobernador civil, Elías Querejeta (padre del director de cine del mismo apellido), le puso en libertad. Estaba haciendo la mili en África cuando se alistó en la División Azul. Inició su carrera teatral en 1948. En 1951 participaría en la película Surcos del falangista Nieves Conde y a partir de ahí formaría en el reparto de numerosas películas.

Dejemos atrás estos ejemplos posteriores y volvamos a aquel momento iniciático de 1941. La División estuvo pletórica de jóvenes de una generación que podía haber sido más fértil desde el punto de vista profesional o cultural. Muchos estudiantes marcharon a Rusia en un tiempo en el que estudiar no estaba al alcance de todos, pero parte de aquella generación quedó para siempre en las tierras rusas. Forman parte de ellos estos a los que me refería en las motivaciones de este artículo. Breve encuentro casual de un tipo de voluntario que anda aún perdido entre los borradores del recuerdo.

Entre esos divisionarios perdidos, relacionados con el mundo del cine, he encontrado, en la que para mí es una faz desconocida del personaje, a Vicente Gaceo del Pino, que dejó la vida y su futuro en los alrededores de Udarnik el 27 de diciembre de 1941, combatiendo en la 2ª/269ª cuando una ráfaga le segó las piernas. Es usual indicar que, además de ser abogado y de su papel político, entonces escribía en el falangista diario ARRIBA y en HAZ. En 1946 Franco le concedió la Palma Roja. Lo que hasta ahora me resultaba desconocido es que entre sus escritos en diversos medios encontramos los vinculados al cine y a la propuesta de un cine nacional en el que se aunara lo plástico, lo literario y lo misional, pero también que ejercía como crítico cinematográfico. Formó parte del prestigioso Círculo Cinematográfico Español, siendo el organizador de su biblioteca. Al caer en Rusia la revista Primer Plano se sumó al luto “por la pérdida de uno de sus más puros, jóvenes y prometedores valores” en “esta hora del Cine español”. 

No solo Gaceo del Pino cultivaba entonces la crítica cinematográfica, también lo hacía en Primer Plano un joven periodista, que también formaría en las filas de la División Azul, José Luis Gómez Tello (sirvió en la Compañía de Radio divisionaria), aunque su larga y fructífera carrera periodística se centraría en las relaciones internacionales.

El segundo de estos divisionarios vinculados al mundo del cine sería el murciano Pío García Viñolas, hermano del director Manuel Augusto García Viñolas, Jefe Nacional de Cinematografía fundador del NODO y autor de varios documentales de guerra. Ambos hermanos eran falangistas. Pío era responsable de la sección Positivo sin revelar de la revista cinematográfica, de la que era fundador, Primer Plano, en la que se ocupaba, semana a semana, de lo que se estaba rodando o estrenando en España. Había sufrido la persecución y la prisión durante la guerra en la zona frentepopulista. Miembro del SEU en 1940 era Secretario del Distrito Universitario de Murcia. En 1941 acudió presuroso a alistarse; para asegurarse la plaza decidió inscribirse en varios banderines de enganche (lo hizo en Madrid y en Murcia). Al volver de Rusia siguió con su vinculación al mundo del cine, iniciando su actividad directa en películas con la superproducción de 1944 Inés de Castro. Fue director de segunda unidad en películas como Héroes del Aire o El tigre de Chamberí y como secretario de producción estuvo vinculado a la filmación de Embajadores en el infierno. En 1945 fue uno de los fundadores del Círculo de Escritores Cinematográficos, cuyo objetivo era y es “la defensa y divulgación del arte cinematográfico” al que también pertenecía Pío Ballesteros (ambos formaban parte del jurado de sus primeras medallas junto con el también divisionario Alberto Crespo), y jurado en las primeras ediciones del Festival Internacional de Cine de San Sebastián. En los años sesenta sería director general de NO-DO.

Llegados a este punto conviene enmarcar adecuadamente el ambiente intelectual-cinematográfico en que se movían estos guripas, pero también la influencia que pudieron ejercer en quienes después se dedicaron a la dirección cinematográfica con ese vínculo inmaterial. Las definiciones sombrías, las caracterizaciones como “época oscura y represiva”, alejada de toda “creación”, de la posguerra y en especial de los años cuarenta, convertidas en tópico descalificativo, suelen ocultar un rico mundo de actividad cultural. Sorprende a quien arranque con esas premisas, aunque lo calle, la calidad editorial de las revistas de estos años, muchas vinculadas al falangismo como corriente renovadora. Hay que tener presente que antes de la guerra la Falange tenía un cine club dentro de su programa de actividades. En el mundo del cine, en 1941, brillaban con gran despliegue revistas como Radiocinema. Revista cinematográfica española y Primer Plano. Revista Española de Cinematografía, a las que se uniría Cámara. En torno a las dos primeras se movieron nuestros guripas y algunos de sus ejemplares llegarían al frente de combate. No eran solo revistas divulgativas, sino difusoras de la necesidad de crear un nuevo tipo de cine nacional, defensoras del cine hispano, impulsoras de la huida de algunos tópicos que se derivaban de la eclosión de la producción cinematográfica desde los finales del reinado de Alfonso XIII, que planteaban que el cine que debía nacer no solo sería cauce de entretenimiento sino también de educación en los valores de un discurso político como el que ellos representaban. Revistas que además prestan atención a los aspectos técnicos y al intramundo del cine. Ahí está la evolución rápida de los primeros cuarenta con respecto a la teorización del cine y la guía que, de algún modo, abrían las propuestas de los directores (Arévalo, Sáenz de Heredia, Antonio Román, Luis Lucia, Rafael Gil, Catellví, Neville, Quadreni…) que conducirían a Berlanga o Bardem, por más que algunos estudiosos traten de presentarlos como abrupta ruptura. Corriente de publicaciones sobre las películas que se continuaría. Así en 1944 comenzaría a publicarse Cine experimental en la que trabajaría Pedro Lazaga.

Pese a su temática monográfica, estas revistas dedicaron algunas de sus páginas a la División Azul en esos años. Revisando las dos primeras nos encontramos con la petición de madrinas para algunos divisionarios que siguen las revistas o la inclusión de referencias a actos vinculados a la DEV. Destaquemos: el reportaje ilustrado titulado “Los hechos heroicos de la División Azul en la pantalla” sobre la gran exposición organizada por la Vieja Guardia en el Círculo de Bellas Artes con proyecciones de documentales alemanes (Primer Plano, nº 68); la reseña del acto que se realizó por “los camaradas del distrito universitario” en Madrid en el cine Metropolitano con la presencia del actor y locutor Fernando Fernández de Córdoba (Fernández de Córdoba había sido el narrador de la película documental La División Azul. La gloriosa epopeya de los voluntarios españoles en la lucha contra el bolchevismo. Estrenada en 1942 es  la primera película sobre la DEV, aunque también debiera incluirse la readecuación de la trama realizada sobre la obra de Luca de Tena, estrenada ese año, titulada La condesa María), en el que los hijos de varios voluntarios pudieron hablar en directo por radio con sus padres que estaban en el frente (Primer Plano, nº 82); poemas de Ridruejo; reportaje de las actuaciones en el hospital de Konisberg para el entrenamiento de los guripas realizadas dentro del programa Tardes de Música y Atracciones organizado a través de la AO, que era la asociación para los alemanes que estaban en el extranjero (Radiocinema, nº79).  

El tercero de estos guripas de la primera hora es Juanchu Arrabal, hijo del escritor Bonifacio Arrabal, quien bajo el seudónimo de Labarra, ejercía de crítico cinematográfico para la revista Radiocinema.

Cuando se abrieron en 1941 los banderines de enganche Juanchu aún no había cumplido 20 años. Volvió a España en el verano de 1942 con congelaciones y en la estación le esperaba su madrina de guerra, la gran artista de la época Estrellita Castro, para acudir a una pequeña recepción en la redacción de la revista. Desde Rusia envió diversas cartas a sus compañeros. En una de ellas se  puede leer: “No os preocupéis por mí, y lo mismo  puedo deciros de mis camaradas. Estoy tan gordo y fuerte como cuando salí de casa, y con mucho entusiasmo.  Se me olvidaba deciros que el día de mi cumpleaños lo pasé muy bien, pero no me fue posible comulgar, claro que recé con más fervor que nunca”.

Labarra, como tantos voluntarios, era falangista y católico. Lo curioso es que no muchos escribieron entonces sobre lo que estaban viviendo en Rusia para publicarlo en las revistas y periódicos donde colaboraban. Algo que ha subrayado Carlos Caballero en su estudio sobre la figura de Demetrio Castro Villacañas (2017), pues la nómina de escritores y periodistas fue muy larga en la División pero no escribieron en la Hoja de Campaña, básicamente porque fueron a Rusia a “servir en primera línea”; tampoco los 20 miembros de la plantilla de ARRIBA que marcharon a Rusia en 1941 aprovecharon para mandar con regularidad crónicas desde el frente, lo que no deja de ser significativo. 

Por lo que fuera, un día, Juanchu decidió mandar un artículo a su revista de cine, Radiocinema. Lo hizo no para hablar del frente sino para hablar de  cine; del cine nacional que prefería y que postulaban las páginas de esas revistas vinculadas al falangismo. Sus divagaciones afloran en una conversación entre dos voluntarios, entre él y su sargento, caminando entre las trincheras que vamos a reproducir titulado “Frías divagaciones cinematográficas de un aficionado, voluntario en la División Azul” y que nos da, cuanto menos, una imagen curiosa de la vida en el frente y la costumbre de hablar mucho entre ellos y sobre muchas cosas. Artículo que como cierre de este trabajo vamos a reproducir:

“El lugar donde se ha efectuado esta charla es, acaso, lo único que tiene de original, y lo que puede darle algún valor. Por regla general, desde los primeros días en la historia del periodismo, las interviús se realizan en amplios vestíbulos, en acogedoras habitaciones, o sentados ante cosas olorosas de vino español en Madrid, en un restaurante de la Avenida José Antonio.

Pues bien, este reportaje tiene como escenario una estrecha y blanca trinchera del frente ruso, y como fondo musical: el estallido discorde de algunas granadas de mortero.

¿Es esto original?  Pues lo único original que puede ofrecer esta charla. Lo demás, como siempre; preguntas y respuestas y casi idénticas las contestaciones.

Fue anoche cuando surgió, y sin ninguna intención de realizarlo. Conservaba yo mi puesto de centinela que había montado hacía rato, vigilante, frente a las trincheras soviéticas. 

Unos pasos sobre la nieve me obligaron a volver la cabeza y reconocí, en la silueta que se acercaba, Monje, el sargento de servicio.

–A tus órdenes. Sin novedad –dije.

–¿Fío? –me peguntó.

–No mucho. Un aire molesto por la izquierda pero nada más. ¿Qué dice el termómetro?

–Ahora 39 grados  bajo cero –contestó.

Y agregó. 

–Es la hora de tu relevo

Efectivamente, sobre la extensa llanura nevada se perfilaba ya la silueta del cabo de cuarto y el centinela entrante. A pesar de la baja temperatura, la noche estaba aceptable, en comparación con otras anteriores. Una mirada a las estrellas que brillaban en la nítida atmósfera me recordó esas otras que derrochan su arte frente a las Cámaras en nuestros Estudios Cinematográficos. Fue entonces cuando concebí la posibilidad de un reportaje. Y con el mismo sargento dialogué, camino de la trinchera, entre matorrales, ciénaga y fango.

–…

–Camarada Labarra, me pones entre la espada y la pared con tu ocurrencia, porque a estas horas y con el frío que hace la charla va a salir hecha un “sorbete”,  pero, en fin contestaré a tus preguntas. Yo creo que el cine puede definirse como una necesidad nacional, aunque también sea admisible la definición de “narcótico”. Es, de necesidad nacional cuando la cinta tiene la alteza de miras y el sentido histórico de Sin novedad en el Alcázar y “narcótico” cuando exhiben cintas mediocres. En este caso el cine es mucho más eficaz e inofensivo que el opio, para dormirse plácidamente en la butaca.

– ¿Qué cine prefieres?

– Rotundamente, el nacional

– ¿Por qué?

– Por ser nuestro y, además, porque es más fácil “digerir” un paquete de largo metraje de marca hispánica que breves rollos yanquis sin argumentos, pies, ni cabeza, como los que desgraciadamente hemos tenido que soportar en las pantallas españolas.

– …

– Prefiero las películas no musicales –nos dice el sargento Monje– y creo que esta preferencia es consecuencia de mi desmedida afición por la música.

– ¿Y qué opinas de los film de cowboys?

– Que me llenan de asombro como a todos los que vamos al cine. Esos maravillosos pistolones de los vaqueros…, que no necesitan cargarse para dar tiros a discreción… Estas películas ofrecen la ventaja de que no hay que esperar hasta el final para conocer el desenlace. Es poco más o menos el siguiente: el chico salva a la chica contra los bandidos capitaneados por el cacique del lugar, los cuales la secuestraron en el asalto a la diligencia. La chica obsequia al apuesto vaquero con un abrazo rural ante el sheriff, que se hace el distraído, en tanto el caballo lanza relinchos de satisfacción. Este detalle del noble bruto, “viste mucho” en los finales de las películas del lejano Oeste, afortunadamente ya tan olvidado.

– ¿Quieres definirme humorísticamente lo que es un Estudio?

– Puede considerarse como una casa de locos, poco ingeniosos, que saben hacer hermosa a la estrella que ya conoció sus éxitos en los tiempos del cine mudo y hacer creer al público que el galán se mata desesperado en el interior de un magnífico coche

– ¿Y un contrato, qué es?

– El sueño dorado de un moderno amante de la fama.

– ¿Qué me dices de la popularidad?

En Campaña. Rusia, 1942”

– Desde luego, es algo muy divertido. Halaga la vanidad que todos llevamos dentro.

Cuéntame algo de cine en que hayas sido protagonista…

– Mi padre me vio en un noticiario de la UFA de la División, en el Cine Bilbao de Madrid, y como es natural lo dijo en casa. Aquí tienes a mi madre, enemiga  del cine como buena aficionada al teatro, recorriendo todas las salas, pues cuando fue al Bilbao ya habían retirado del programa aquel Noticiario… ¡hasta que lo localizó!… ¡Y me tomaba el pelo cuando yo metía prisa por la cena para irme al cine…!

Reímos. Pero hasta la trinchera llega el tableteo de una ametralladora que nos recuerda al enemigo. Arriba las estrellas, que también se ven desde España, nos hablan de los nuestros

LABARRA”

(Artículo publicado en Blau División)

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