La estantería del historiador

Categoría: Cine, música y libros Página 2 de 6

“En 1945 el donativo de Franco al Patronato de Presos era de 250.000 pesetas”

Entrevista en Diario Ya sobre nuestro libro Franco una biografía en imágenes. Apuntes para un retrato personal

“En 1945 el donativo de Franco al Patronato de Presos era de 250.000 pesetas”

Redacción Diario Ya.- Este martes, a las 19.00 horas, en el Casino de Madrid se presenta una obra que, sin duda, no va a dejar indiferente a nadie y que tiene el valor de derruir lo que se definen como los “antimitos del antifranquismo”. Tras dos años de trabajo llega a las librerías el libro “Franco: una biografía en imágenes. Apuntes para un retrato personal” realizado por el historiador y colaborador de Diario Ya Francisco Torres García y por Dionisio Rodríguez. Cuenta además con un sorprendente prólogo firmado por Luis Alfonso de Borbón y Martínez-Bordiú. En el acto de presentación intervendrán también el abogado Luis Felipe Utrera-Molina y el periodista Eduardo García Serrano. Por ello hemos conversado sobre esta obra con Francisco Torres.

-Tiene usted la costumbre de dar “puñetazos sobre la mesa” cada vez que presenta un libro. Después de sorprendernos con “Franco Socialista”, que va por su segunda edición, ahora nos trae esta biografía en imágenes del Generalísimo de más de 700 páginas, en gran formato, más de 1.600 fotografías y no pocos documentos y revelaciones que van a poner de los nervios a la historiografía antifranquista. Y no han dejado en ella tema polémico sin abordar con documentos inéditos… Háganos un adelanto en primicia para los lectores de Diario Ya.

-Indique que se trata de puñetazos retóricos… ¿Una primicia? Que desde 1943 existía el Patronato Nacional de Presos y Penados. Se había constituido para ayudar a los presos o sus familias que habían salido o estaban saliendo de las cárceles, la inmensa mayoría “republicanos”, para comprar muebles, ropa, alimentos… Gran parte del dinero de estas instituciones no salía de los Presupuestos sino de donaciones, entonces “suscripciones”, y Franco contribuía a la misma todos los años. Así, en 1945 su aportación fue de 250.000 pesetas (el salario de un obrero en Madrid podía ser de unas 400/500 pesetas al mes).

-En el libro se abordan temas como la pretendida y supuestamente ilícita fortuna de Franco, la denominada “represión”, la labor humanitaria durante la II Guerra Mundial, el papel de Carmen Polo y de su hija Carmen Franco, su relación con Juan Carlos I, rebate el mito del dictador odiado y aislado, explica con detenimiento los apoyos políticos, sociales y populares que Franco tuvo…

-Me interesaba mucho ese último aspecto. Se abusa del término “dictador”. Desgraciadamente se ha perdido la precisión intelectual y no pocos historiadores, periodistas y tertulianos -estos últimos son una nueva especie- recurren a él para manipular la realidad. Abusan del calificativo sabiendo que con él convierten a Franco en un individuo de poder omnipotente y arbitrario que lo hace todo sólo y lo aplica mediante la fuerza con el concurso de instituciones odiables (el ejército o las fuerzas represivas), desaparecidas (el Movimiento)… Así ocultan no sólo los apoyos sociales y populares que Franco tuvo, sino también el consenso social que fue incuestionable a partir de los cincuenta. Es un caso único, porque no solo conservó los apoyos iniciales (la media España que se sublevó o rebeló en julio de 1936 porque en palabras de uno de sus líderes no se resignaba a morir) sino que los amplió entre las masas neutras del país. No solo explicamos esto en el libro, sino que es algo que se desprende de las imágenes, que el lector ve.

-No sé si será exacto, pero esta es la primera biografía de Franco cuyo sustento son las fotografías. Cientos de ellas son inéditas y la mayoría de gran calidad dado el tamaño de impresión del libro 23 x 31.

-El editor ha hecho un gran esfuerzo. Hoy se imprime poco en gran tamaño, tipo folio, y menos en este que es mayor, pero las fotografías se tienen que ver bien. No pocas provienen de negativos, algunas se han restaurado; y Franco debía de ser bastante cuidadoso. En la selección y el tratamiento ha sido fundamental el trabajo de Dionisio Rodríguez. No sé si será la primera en puridad como usted apunta, pero sí en el concepto de una biografía realizada y estructurada a partir de fotografías. Es el texto el que ilustra las algo más de 1.600 imágenes y no a la inversa, que es lo habitual. Pero, además, es que son las fotografías de Franco, las que tenía en su archivo y que hemos podido localizar: unas están en el archivo de la FNFF, otras han sido cedidas por su familia. Inicialmente trabajamos sobre unas 6.000 fotos y seleccionamos unas 2.000. Tenga usted en cuenta que no es inusual que de un acto o de una sesión nos encontremos con 10/20 fotos. Luego contamos con algunas cedidas por familiares de sus ministros. Al estimar que no teníamos todo el material que guardaba no entramos en elucubraciones sobre por qué unas sí y otras no. Sí invitaría al lector a que se planteará la selección en los 50-60, que es donde teníamos más material, de fotos que tenía de audiencias y visitas internacionales. En ellas probablemente haya algo de afinidad con las personas y delegaciones o con los visitantes extranjeros. Algunas proceden de reportajes, que por las audiencias sabemos que le hacían llegar, desde las de la visita de Eisenhower, remitidas por el propio presidente americano, a las de manifestaciones en la Plaza de Oriente (Arriba). Lo solía hacer en los años 40 la agencia Cifra.

-Pasando páginas se percibe muy bien el ritmo cinematográfico de serie por capítulos tan habitual. Hay como dos partes dividas por la guerra civil…

-Sí. Nos interesaba explicar que Franco ya era Franco antes de la guerra. Ya era un mito surgido de una necesidad social. Es el héroe necesario o la proyección de esa necesidad. En África, se convierte en la leyenda heroica de una guerra llena de frustraciones para los españoles. Durante la República, es el valladar último ante la amenaza revolucionaria que se hace real en 1934 y al estallar la guerra es la esperanza ante lo que ha sido un fracaso entre el 18 y el 20 de julio de 1936 (se transforma en la única esperanza de salvar la vida para los que han quedado en la zona republicana, la más poblada, que se enfrentan al exterminio). Franco guardaba, suponemos que debió ir recuperando fotos porque gran parte de sus recuerdos se perdieron en el saqueo de su casa en Madrid por parte de los frentepopulistas, en unos álbumes sus fotos de África; las de Zaragoza se conservaban en las memorias de curso/promoción elaboradas. A las imágenes lo que acompaña en este período son los textos del propio Franco o los extraídos de la documentación militar. Ahí tenemos reproducidos no solo los extractos de sus memorias que el doctor Vicente Pozuelo publicó sino otros fragmentos como en el que narra una de sus primeras acciones en África, junto con la visión que la prensa transmitía del guerrero.

La segunda parte, los capítulos de la serie, son temáticos y en ellos vemos a Franco envejecer siendo Franco una y otra vez. 

-¿Las fotos derrumban mitos?

-Rotundamente sí. Fueron ellas las que vertebraron la obra, las que impusieron los capítulos. En el principio el planteamiento fue un libro meramente fotográfico con pies amplios, pero el material pedía otra cosa. Biografías de Franco hay muchas y seguirán llegando a las librerías, pero esta es distinta. Las fotos nos llevaron al intento de trazar una biografía personal. Las biografías de Franco son básicamente biografías políticas que recorren su régimen. Esas ya existen, el lector las conoce. El 75% de nuestro trabajo es otra cosa. 

Las fotografías destruyen el mito. Mejor dicho el antimito de los hagiografos del antifranquismo. Nos dicen estos autores: Franco no era carismático, pues las fotos dicen lo contrario; Franco estaba frustrado… por su voz… y las fotos nos presentan a un orador de movimientos enérgicos que pronuncia cientos de discursos; Franco era despreciado internacionalmente, pues por las fotos no lo parece; Franco era un dictador impopular, odiado… pues las fotos dicen lo contrario. Y luego están las comparativas que quienes no tienen recuerdo directo de la época realizarán… animo a que se fijen en los dispositivos de seguridad que le rodean. Franco era el dictador de las oligarquías y los poderes financieros, nos cuentan, -en realidad no se llevó bien con las oligarquías tradicionales-, pero en las fotografías se pasa la vida repartiendo viviendas, inaugurando pueblos, dando tierras (las parcelas de Franco que se decía en Andalucía en la época); Franco causó el retraso de España y no la modernización, pero las fotos dicen otra cosa… Y eso que las 1.600 fotos son solo un pálido reflejo de la realidad.

-Me parece que habrá segunda temporada.

-No lo sé, pero hay capítulos por escribir, pero depende de las fuentes y del éxito de la primera temporada.

-En la obra, en la parte textual, aparecen muchos documentos.

-Serían las fotos de la palabra. Al tratar de realizar una biografía personal con poco material estrictamente personal -aparecen algunas cartas-, nos pareció importante buscar en el archivo de Franco esos documentos que tienen poco peso en una biografía política dado su valor anecdótico. Me sorprendió que Franco dedicara su tiempo, por ejemplo, a revisar la concesión de viviendas para casos extremos, muchos dramáticos, de necesidad. Ahí sí que utilizaba su omnímodo poder. Cómo la gente le escribe para pedirle cosas: desde una camioneta o furgoneta a una grúa (como esas y no otras conservaba es porque las debió atender), peticiones de ayuda de religiosos de cualquier lugar (tanto a él como a su mujer)… y hasta el discurso del padre Ángel en una de sus visitas que por lo que conozco de sus memorias se le ha debido olvidar… 

Franco disponía de unos fondos para ello que, a pesar de tener su contabilidad, algunos autores, todos los hagiografos del antifranquismo retrospectivo, confunden a conciencia con sus cuentas personales. Y vaya si los empleaba. Lo que ocurre es que casi siempre lo hacía sin publicidad. Solo era habitual publicarlo cuando se iniciaba la cuestación para Navidad que realizaba su mujer que en los últimos años era de 20.000 pesetas, lo que “animaba” a otros a contribuir.

Luego hemos querido dejar que sea Franco el que hable, el que nos diga cuáles eran sus intenciones, qué pensaba. Contamos con miles de páginas con sus discursos, sus numerosos escritos, artículos que no fueron, que sepamos, publicados; otros insertos en la prensa con pseudónimo. Por eso lo hemos utilizado profusamente en una biografía personal realizada para acercarnos al punto de vista de Franco.

-Pero si Franco era un mediocre orador, ayuno de sustento ideológico, de ideas simples…

-Le veo irónico. Lo que pasa es que los hagiografos del antifranquismo tienen alergía a la lectura de los discursos de Franco. Son muy interesantes y muy inteligentes. Aquello de “¿Y Franco qué opina de esto?”, era una realidad muy reveladora. Los discursos de Franco son comprensibles y directos. Él habla siempre como lo que era, un militar, sin artificios, sin adjetivos encadenados, sin frases inanes -hasta en ocasiones cuando está molesto se pone legionario-, expone logros, lo que se ha hecho y nunca promete nada que no vaya a cumplir. Y los oyentes lo saben, porque Franco se da enormes palizas hasta los setenta inaugurando cosas.

-Háganos un espoiler representativo del valor de una anécdota.

-Se va a enfadar el editor… Una que me llamó la atención, porque revela cómo era de opresiva y represiva la dictadura: Franco va de visita a Cataluña. Como es usual el jefe de la Organización Juvenil del Movimiento pide permiso a los colegios para que los chicos puedan ausentarse para acudir a homenajear al Caudillo a su paso por el lugar. Los salesianos no dan permiso pero 2 alumnos no hacen caso y se van a aclamar al Caudillo, ambos son expulsados del colegio por ello. Un dictador como Dios manda les hubiera cerrado el colegio, pero solo era Franco.

-De qué capítulo se siente más orgulloso.

-Yo particularmente del que hemos titulado “Cuando Franco era sólo Paco”. En él hemos podido tumbar y “zumbar” a los antifranquistas de pecunio y profesión (lo digo sin acritud). Pero dejo a los lectores el juicio.

-Para terminar defíname brevemente a Franco.

-En esto he variado mis puntos de vista. Franco fue un militar, que siempre actuó como tal; que aplicó a la política sus capacidades como militar, siendo para él la jefatura del estado un mando. Por ello siempre vivió en el pabellón de un general y por eso El Pardo era un cuartel, con rancho de cuartel, y su casa familiar el Pazo de Meirás. Fue también un héroe en la guerra, el “as de la Legión”, como se escribió en la época, aunque ahora se pretenda ignorar en el centenario de la unidad que ayudó a crear; fue un mito para los españoles que estuvieron con él y sigue teniendo ese componente mítico (pregúntele a Pedro Sánchez sobre ese valor mítico) y fue tan carismático como popular. 

Y ahí queda este libro que es un buen regalo para esta Navidad.

Liudmila Pavlichenko vuelve a empuñar su fusil para exaltar a los héroes del Ejército Rojo.

Confieso que soy un comprador compulsivo de películas y libros. Harto interesado en profundizar en los elementos que concatenan la historia, el cine y la reinterpretación de la historia en función de la coyuntura política. Apasionante resulta, pese a los problemas derivados de las dificultades idiomáticas y de la distribución, acercarse desde este punto de vista a la producción cinematográfica del Este relacionada con la II Guerra Mundial.

Para nadie debiera ser desconocido el orgullo que los rusos, pero también muchos de los ciudadanos de los países que integraron la disuelta URSS, sienten por ser los vencedores reales del ejército alemán -dejemos a un lado que ello fue posible por los errores de planteamiento germanos, derivados de los objetivos programáticos de Hitler, y por la ayuda norteamericana que mantuvo los suministros que permitieron al Ejército Rojo seguir combatiendo y recuperarse a lo largo de 1942-; añadamos a ello que, en la Rusia de Putin, como reivindicación nacional, existe una exaltación de aquel tiempo -baste recordar la parada militar conmemorativa del desfile de 1941 cuando los alemanes avanzaban sobre Moscú-, que oculta una indisimulada nostalgia por lo que fue la URSS y el deseo silente de restablecer en parte el imperio . El cine soviético exaltó aquella victoria colectiva (“Cuando pasan las cigüeñas” de Mijail Kalatòzov es un buen y accesible ejemplo de ello). Hoy el cine del Este vuelve a exaltar a aquellos héroes como reivindicación de su pasado reciente y de la propia URSS.

En esta estela, y resulta significativo, ha brillado recientemente la producción ruso-ucraniana titulada en español “Batalla por Sebastopol” (Sergey Mokritskiy, 2015),  protagonizada por la dulce e increíble Yuliya Sergeevna Peresild (galardonada con el Tiatian Award a mejor actriz por esta interpretación). Película que por fin he podido ver tras su lanzamiento en DVD/BD dado que, como otras similares, ha tenido escasa permanencia en las pantallas españolas (a la espera de poder ver en condiciones la coproducción rusa y kazaja “28 Guardias de la Dvisión Panfilov”). Una gran producción estrenada con motivo del 70 Aniversario de la victoria soviética en la II Guerra Mundial proyectada en más de 2.500 pantallas en Rusia. Todo un hito.

No soy un devoto de los biopic, la mayoría suelen pecar de exceso hagiográfico, insoportable moralina, exceso de licencias, demasiada proximidad a interesadas reinterpretaciones vindicativas y, cinematográficamente, aunque las dirija Spielberg, son cintas muy planas, hasta parcialmente aburridas, muy apegadas a la cámara documental, en las que lo bueno casi siempre es la interpretación del actor que encarna al protagonista (ejemplo de todo ello es la reciente y malograda “Jackie” protagonizada con acierto por Natalie Portman). Sin embargo, debo apuntar como más que notable este biopic dedicado a una mujer singular, al francotirador Liudmila Pavlilchenko, Héroe de la Unión Soviética (máxima condecoración de la época), el “ángel de la muerte” para los alemanes. El francotirador más temible del Ejército Rojo merced a su endiablada puntería, hasta algo más de 1.000 metros, tras la mirilla de su Mosin Nagant. Con solo 25 años y un año en el frente abatió a 309 enemigos formando en la 25º División soviética. Entre ellos a más de una treintena de francotiradores alemanes, muchos de ellos enviados con la sola e infructuosa misión de abatir a aquella “bruja de la noche”. Valiente hasta el límite de salir de su escondite, caer como si hubiera sido alcanzada, y luego abatir a su enemigo, encaramada a los árboles en posiciones de tiro increíbles, capaz de eliminar a varios enemigos con un disparo, mortal con sus balas especiales para atravesar el cristal de la mirilla de los carros enemigos. Combatió en Crimea y Odessa contribuyendo a mantener la moral del Ejército Rojo durante el cerco de Sebastopol. Herida en varias ocasiones, tras ser retirada del servicio en el frente, realizó una exitosa gira por los EEUU a favor de la guerra y de la necesidad de abrir un segundo frente: “Señores, tengo 25 años y por ahora he ocasionado 309 bajas a los ocupantes fascistas. ¿No les parece, señores, que han estado escondido detrás de mi espalda durante demasiado tiempo?”. Y además era historiadora doctorada por la universidad de Kiev.

Esta película narra su vida, ciñéndose casi a lo que fueron esos años de guerra. Una cinta, reitero, más que notable y harto recomendable que merece una detenida lectura pues se trata de una «héroe de la URSS», pero una heroina ucraniana que viene a ensalzar, indirectamente, en estos momentos, el enlace entre Ucrania y Rusia,  por lo que difícilmente se puede considerar que la elección de la vida de Luidmmila Pavlichenko como eje para una gran producción conmemorativa de la gloria de la Victoria -aunque sea recordando una derrota, como hizo el maestro Ford- sea ajena a esta realidad.

Mokritskiy ha conseguido dar a su película un ritmo narrativo muy ágil, pese al habitual recurso al flashback, con un estilo que nos hace recordar la magnífica “Banderas de nuestros padres” (Eastwood, 2006) sobre la toma de Iwo Jima, jugando con la combinación de notables escenas bélicas con las escenas de retaguardia y trazos de la vida de esta mujer, superpuestas a la evolución-explicación emocional de la Mayor Pavlichenko. Y, sorprendentemente, el guión no regatea críticas a los errores del Ejército Rojo, aunque se lean en clave diversa al mismo tiempo que, como es natural, exalta a los combatientes. Pero, además, es una película con un lirismo sobrio que huye de los planteamientos habituales de las inesquivables tramas amorosas. Yuliya está magnífica, compatibilizando en su interpretación la fragilidad de la muchacha con la frialdad inherente al francotirador, para darnos con su interpretación una audaz combinación moral, al ser capaz, aún en medio de los combates, de mostrar y descubrir en Luidmila la humanidad en medio de la insensibilidad, sin obviar las secuelas psicológicas que deja el frente y haber convivido con la muerte.

Por encima de lo anterior, nos deja una lección de patriotismo, camaradería y del sentido del deber, lo que da a la película elementos de validez permanente más allá de la historia de Liudmila Pavlichenko; aunque haya retornado para volver a tomar su fusil y recordar y exaltar a los héroes del Ejército Rojo.

LA DONNA QUE COCINABA TAGLIATELLE PARA MUSSOLINI

COMENTANDO UN LIBRO DE EDDA NEGRI MUSSOLINI (la nieta del Duce)

Ya sé que a tenor de lo publicado por algunos medios carezco de posible objetividad por haber estado en un «acto fascista» (invito al lector a que añada todos los apelativos que se le ocurran que a buen seguro corto se quedará), denunciado por los colectivos de la «Memoria histórica» -al paso que vamos pronto serán de la censura histórica-; los mismos que reunieron en magna protesta unos dos mil valencianos en una ciudad que ronda los 800.000 habitantes, según leo en el diario digital Público -digital, porque no encontró lectores que lo compraran-, al que aplicándole su propio rasero me vería obligado a calificar de comunista (la ideología con más muertos a sus espaldas -afirmar semejante cosa es ser un «fascista»-). Tal acto «fascista» consistió en unas conferencias «fascistas» -entre ellas la de Javier Barraycoa Vicerrector de la Universidad Abat Oliva, naturalmente «fascista» por denunciar las falsedades históricas del nacionalismo catalán- y mi modesta colaboración en la presentación de una novela que he prologado (por cierto, como son «fascistas» nadie te supervisa lo que vas a decir, e incluso se puede disentir desde la tribuna de la línea que todo el mundo presupone a los organizadores). Unas conferencias organizadas anualmente por la legal Asociación Cultural In Memorian Juan Ignacio bajo el título de Primavera, en cuyos actos por cierto jamás ha habido incidente alguno -y eso que los «fascistas», como todo el mundo sabe, son unos seres violentos y muy peligrosos-. Un acto casi clandestino, porque si se publicita nadie quiere alquilar un salón para su desarrollo, ya que previamente se desata una campaña para su prohibición vulnerando derechos y cayendo en el delito ideológico.

El revuelo de este año, que por cierto mide cómo andamos de vida democrática, es fruto de la presencia en la misma -razón importante para mí para asistir al igual que para El País, diario «fascista» por excelencia, como todo el mundo sabe, que quería una entrevista- de Edda Negri Mussolini -hoy utiliza tras una batalla legal el apellido Mussolini del que se siente muy orgullosa-; la nieta del Duce que nació allá por 1963, dieciocho años después de su asesinato en Giulinio di Mezzegra a manos de un grupo partisano dirigido por el Coronel Valerio (Walter Andirio), sujeto que anduvo por la guerra civil con las Brigadas Internacionales organizadas por la Internacional Comunista, cuyas decisiones dependían de ese ejemplo de democracia y humanidad llamado José Stalin. Ejecución inmediata por decisión del futuro Presidente de la República Italiana, Sandro Pertini (que lo maten «como un perro rabioso», dijo) y/o, según las fuentes que se consulten, de Luigi Longo, después Secretario del Partido Comunista Italia. Pero Edda afirmó que no siente ningún rencor por ello.

Edda Mussolini llegó a Valencia en medio de la campaña de la orgánica y supongo que subvencionada Asociación de Memoria Histórica de turno -su memoria claro, porque si se les recuerda a los asesinados por los republicanos, sin derecho a placa, monumento o reconocimiento, en las tierras de Levante, que suman algunos miles, les da un sarpullido- por ser la nieta del «criminal de guerra, asesino…» cuyos aviones bombardearon Valencia durante la guerra civil, por lo que la visita era considerada una «afrenta» a las víctimas y no sé cuántas cosas más. Dejemos a un lado que tales bombardeos, «criminales, terroríficos, sangrientos», y dicho con todo el respeto para quienes en ellos perdieron la vida, a los que me parece muy bien que se recuerde y se rinda el homenaje, según leo en el nada sospechoso de fascista o pro franquista diario Público de los -tampoco sospechosos de condescendencias con los nacionales- catedráticos de historia de la Universidad de Barcelona, Aracil y Villarroya, máximos expertos en el tema, fueron en toda la Comunidad 637 las acciones de bombardeo causando menos de dos mil muertos (es decir que esos bombardeos sistemáticos de terror, que se dieron entre 1936 y 1939,durante casi tres años, tuvieron una media de menos de tres muertos por acción y como en algún caso fueron algo más cabe colegir que en muchos no hubo víctimas mortales). No existen guerra limpias y Edda reiteró en su intervención que nada es blanco o negro, que la Verdad suele estar en el punto medio, que ella se ha abrazado con antiguos partisanos -los que mataron a su abuelo y a miles de fascistas sin juicio tras la guerra- y que ella defiende la libertad, el diálogo y el debate que es lo que nos hace mejores.

Edda Negri Mussolini vino a España para presentar un libro de título altamente peligroso: Donna Rachele mia nonna. La moglie di Benito Mussolini (La señora Raquel, mi abuela. La mujer de Benito Mussolini). Un libro que, por razón de apellido de la autora y por la transmisión de vivencias sobre una familia con peso en la historia, me parece más que interesante. Lástima que probablemente no vea edición española.

Edda, la autora, la nieta, y es interesante subrayarlo, ha sido hace pocos años alcaldesa de Gemmano en Italia y candidata al Parlamento por el partido Futuro y Libertad para Italia, creado tras la ruptura del Partido de la Libertad y nieto del ya desaparecido Movimiento Social Italiano (MSI), que a su vez era heredero del fascismo italiano (lo que algunos califican hoy como «el fascismo democrático»). Una corriente política que siempre ha sido una realidad social en Italia, con millones de votos y en consecuencia diputados, senadores, alcaldes y concejales que hoy son parte de la política italiana. En Italia hay asociaciones de partisanos y de excombatientes de la guerra en España; uno puede visitar la tumba de Mussolini, su casa y comprar cualquier tipo de recuerdo. Si uno viaja por el sur del país o sube hasta el Etna, por los pueblos pequeños, se encuentra con retratos de Mussolini en los bares y heladerías y no pasa absolutamente nada. Para unos es el dictador, para otros, como decía Giorgio Almirante, fundador del MSI, el «dictador generoso», para otros el Duce. No es extraño que distingan, como también lo hace Edda, entre el avance social que se vivió en el ventenino del Mussolini que no supo superar la tentación de la guerra -no pocos piensan que al final le empujaron a ella ignorando que las guerras paralelas son imposibles-. Y así, el mismo hombre que había condenado la política alemana en Stresa, en 1935, acabó uniendo su destino al Tercer Reich, lo que fue la tumba política del fascismo respetado en los años treinta. Cuando uno viaja por Italia no es inusual que los guías te digan: ese ferrocarril (el vesubiano) lo hizo Mussolini, estas playas son obra de Mussolini o este puerto… Algo que Edda destacó, porque si bien existe el Mussolini de la guerra, cada vez más apagado por la fascinación hitleriana, también está el Duce de la obra social y de modernización de Italia del ventenino.

Resulta difícil de entender la liviandad de los comentarios ante el libro que Edda ha escrito de forma conjunta, a resultas de horas de entrevista y archivo, con la periodista del Giornale d’Italia, Enma Moriconi. Afirmar, por ejemplo, que la visión que da de su familia es positiva como descalificación es una idiotez (lo habitual es que en este tipo de obras se transmita esa visión positiva, lo contrario es lo extraño de no mediar el distanciamiento). Este libro no es un trabajo de análisis histórico, es fundamentalmente un testimonio que tiene una razón de ser que poco tiene que ver con los refritos de quienes dudo que hayan leído o vayan a leer esta obra. Lo que ocurre es que tiene pasajes sumamente molestos y algunos que contravienen algunos de los clichés sobre la vida personal de Mussolini. Edda insiste en que ella lo que ha pretendido es buscar la verdad.

Me sorprende sobremanera el escándalo fariseo, producto sin duda de la ignorancia, porque este libro se presente y hasta que, como ha dicho algún izquierdista italiano, se haya escrito. En Italia lleva dos ediciones en pocos meses. Sorprendente, porque no es la primera Mussolini que ha escrito y sus libros se han publicado en Inglaterra o en España. Sus hijos han escrito: Romano dio a la imprenta Il Duce, mio padre (2004) y Último acto: la verdad sobre el final del Duce (2005); Vittorio en 1973, Mussolini: las mujeres trágicas en su vida; Edda, la mujer de Ciano, la más fascista de sus hijos, Piquete de ejecución para un fascista y La mia vita. Donna Rachele, siempre la han llamado así gran parte de los italianos, firmó un libro fruto de entrevistas titulado Mussolini sin máscara, ya en los cuarenta apareció una obra propagandística también firmada por ella con el título Mi vida con Benito.

Edda no ha escrito un libro sobre Benito Mussolini, no es el Duce el protagonista y dudo que más allá del lógico cariño familiar se pueda presentar como una exaltación de Mussolini o del fascismo (salvo que ser un padre preocupado por sus hijos se presente como tal). Es un libro sobre una mujer relativamente ignorada hasta después de su muerte, Rachele Mussolini, la abuela, para muchos solo la mujer del «infiel». Lo remarca la coautora Emma Moriconi: se presenta a un Mussolini falso debido a que muchos se centran en su gestión política, se orilla la faceta personal pero se profundiza en sus amantes, se hacen películas sobre sus amantes (Ida Dalser, Clara Petacci o Margherita Sarfatti) pero se olvida a su verdadera mujer, Donna Rachele y su papel en el ventenino.

Edda, no ha querido hacer un libro de historia, aunque hayan recuperado documentos de la vida familiar en los archivos (para mí muy interesantes a la hora de acercarse a otra faz del personaje), sino un texto sobre su abuela -que al fallecer su madre con pocos años la cuidó como a la última hija-. Sobre las vivencias de una familia, la suya. La nonna Rachele aparece como una mujer que tuvo «una vida plena de pasión, de amor, pero también de angustia y de tristeza, una vida que le ha regalado tanto pero también la ha destrozado… la verdadera y única donna y mujer del abuelo Benito».
Rachele conoció a Benito en 1910, comenzaron a convivir en 1911. El recorrido vital de las sensaciones es lo que han querido reflejar Edda y Enma. El Mussolini que nunca cobró del Estado; Rachele, que, cuando hasta el más nimio de los jefes y cargos fascistas se desplazaba utilizando el coche oficial, iba por Roma en autobús. Anécdotas ilustrativas sobre la abuela que hacía la pasta, cuidaba el huerto, daba de comer a los pollos o regalaba calcetines cuando Mussolini ya era el Duce. A través de Edda lo que llegan son las confidencias de su abuela, los recuerdos de familia; porque para el Mussolini que se dibuja la familia era lo más importante. Podía tener amantes, pero lo primero era su familia: «siempre volvía a Rachele». Lo que, sin duda, chocará al lector actual que no escapará a la idea de la idealización del pasado en vez de mantener una consideración negativa, pero para entender no se puede prescindir del hecho de que aquél era otro tiempo. Al finalizar el libro es el lector el que tiene que opinar.

Hay en el texto una segunda parte que presumo es la que peor sienta por lo que de denuncia sin rencor conlleva en el homenaje indisimulado y anunciado que una nieta rinde a su abuela. El internamiento en la prisión y el campo de concentración en Montecatini y Terni, donde Rachele pidió que al dejaran trabajar en la cocina haciendo sus famosos tagliatelle; el destierro a la isla de Ischia en el Tirreno, que entonces no era el destino turístico de moda, donde sobrevivieron gracias a la ayuda de los lugareños porque el Estado se desentendió; la confiscación de los bienes y, sobre todo, el no poder llevar hasta 1957 unas flores a la tumba de Benito.

En el libro se habla de la muerte de Mussolini y el destino de sus restos sin ira. Fue un asesinato, mantienen Edda y Enma. El cuerpo colgado y ultrajado del que se hicieron fotos en color de forma macabra en la morgue de Milán donde se aprecía el resultado de la ira sobre el Duce, quedando irreconocible. La tumba sin identificación en Milán, pero a la que muchos acudían para vejar el lugar. El secuestro del cuerpo realizado por tres hombres capitaneados por el futuro diputado del MSI Domenico Leccisi dejando aquella nota que decía: «Finalmente, Duce usted está con nosotros». La imposibilidad de trasladar el cadáver de un lado a otro hasta que es depositado en una Iglesia. El pacto con el Estado de entrega y silencio para una sepultura digna hasta que en 1957 los restos de Mussolini sean devueltos a la familia para ser enterrados en la cripta de San Cassiano en Predappio. La explicación de por qué finalmente el Estado cedió tras años de interpelaciones parlamentarias protagonizadas por Giorgio Almirante.

Siendo Giovanni Gronchi Presidente de la República, en los años de gobiernos democristianos, se produjo la caída del gobierno Segni, para sustituirlo se encargó formar gobierno al democristiano antifascista Adone Zoli. El MSI facilitaría el gobierno si se entregaban los restos de Mussolini para ser enterrados con dignidad. Zoli aceptó. Simbólicamente Leccisi sería el diputado del voto decisorio dejando el grupo del MSI para ello. Quien rescató el cadáver de la indignidad casi doce años era quien conseguía con su voto que el Estado permitiera el descanso en lugar público (impresionantes las fotos del libro de aquel acto).

Un libro peligroso por lo visto, en el que el homenaje inexistente a Mussolini, denunciado por Público, los de la Memoria Histórica y de forma medio pensionista por Compromis, que no se enteran de nada -de vez en cuando es preciso leer-, era para una mujer por parte de su nieta. Una obra cuya autora cierra con una reflexión/confesión sobre los valores aprendidos y su filosofía de la vida: «una filosofía muy simple, la que habla del respeto hacia los otros y de ver las cosas en positivo, porque si se piensa de forma negativa solo te llegarán cosas negativas».

Un libro tan «fascista» y peligroso que se cierra con la receta más afamada de Rachele -solo al final de su vida recibió una pobre pensión y antes tuvo un restaurante- Tagliatelle al ragù receta per 6 persone. Pero en Valencia, clama Público, la movilización -pobre- de la «conciencia democrática valenciana» -Oltra y Ximo dixit- ha detenido al fascismo.

Y es que algunos no dan para más. Bueno, sí, para poder sacar al censor que llevan dentro porque lo que más temen es la libertad.

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