Sí hay que pedir responsabilidades.
Escribir
bajo la “presión patriótica” cantada a diario de la necesidad de apoyar al
gobierno y aplazar toda crítica hasta que pase la tormenta no es fácil. Siempre
te asalta la idea de responsabilidad.
En
la información de guerra lo primero que perece es la verdad, pero aunque la
comparación sea útil no estamos en situación de guerra y menos aún que el
gobierno haya actuado como tal. Dudo pues que se tenga que practicar esa
especie de apagón crítico mientras que el propio gobierno o sus terminales
aprovechan la propaganda para aminorar la crítica social a su actuación o
librando batallas políticas (baste recordar lo que está sucediendo con respecto
a Madrid y la gestión de la Sanidad).
Una
cosa es apoyar medidas como el confinamiento, las ayudas -¡qué ya veremos!- y
todo cuanto se haga que siempre es mejor que no hacer nada… y otra no aplicar
la crítica cuando el gobierno ha evitado en todo momento pedir perdón o
reconocer sus muchos errores. Empezando por no impedir los actos masivos en el
fin de semana del 8 de marzo convertidos en bombas bacteriológicas y la
indecisión en dos vitales semanas. No vale mantener que la situación no era la
misma el 7 por la tarde que el 8 por la tarde (el Ministro de Sanidad aún anda
diciendo que los datos no los conocían hasta el 8 por la tarde, y pocos le
creemos). Solo los terminales propagandístico-mediáticos del gobierno pueden
sostener tamaña manipulación.
El gobierno ha demostrado su incapacidad de
forma sobrada por su lentitud a la hora de decidir y de actuar. Incapacidad
derivada de su propia conformación, de lo que significa tener ministros de
cuota y ministerios creados para dar cargos, de lo que implican sus
encadenamientos. Pedro Sánchez también
ha demostrado sus enormes carencias personales. Es un político aupado por la
propaganda, los medios próximos y el marketing… agarrado a sus tres o cuatro
temas y sin más horizonte que el poder. Y eso es lo que todos hemos o estamos
pagando.
Los
españoles no somos el gobierno, no tenemos el CNI, no tenemos los informes que
se supone se acumulan sobre la mesa del presidente… y asumimos que en España
habría pocos casos, que no era tan grave… y todo lo demás. Una cosa es no
alarmar y otra no tomar medidas preventivas.
Si
estos informes no existían ante una crisis anunciada, mal; si existían peor. Lo
de que no existían informes es increíble, porque esa es la función de los
servicios: trabajar ante las posibles amenazas. Peor si existían, porque
entonces se han desoído y no se establecieron previsiones, no se adoptaron
medidas preventivas… porque era más interesante la inútil e imbécil declaración
de “emergencia climática” o el discurso de género con su anual baño de masas el
8-M.
Desde
entonces el gobierno en lo que sí ha mostrado celeridad es en elaborar el
discurso de la excusa que sus medios amplifican día a día. Y la respuesta
habitual de Pedro Sánchez: tapar con palabras y palabras, sin decir nada, sus
miserias y recurrir a promesas de lluvia de millones en el más digno estilo
Rodríguez Zapatero.
Cuando
en Italia, en el norte, con los primeros brotes en la zona cero, ya se
empezaban a realizar controles en los aeropuertos (primera semana de febrero)
en España el gobierno ni tan siquiera los puso en marcha ya con el Estado de
alarma en vigor. A Madrid, nuestra inicial zona cero hasta que Cataluña se
acabe destapando, siguieron llegando aviones desde el norte de Italia a diario.
Con
la situación de Italia sobre la mesa, el CNI, el Ministerio de Sanidad, el
ejército de asesores de todos y cada uno y el inefable director del jersey no
parece que se enteraran de nada,
incluidos los fallos en el país vecino (fallos que explican que encabece
la luctuosa lista). A lo largo del mes de febrero el gobierno ignoró el
problema y siguió improvisando produciéndose el contagio que inició la escalada
a finales de febrero.
El
Estado de alarma diferido, por razones ignotas, impulsó movimientos de
población que, como en Italia, se tradujo en la difusión del virus. A la provincia
en la que yo vivo llegó en autobús regular, y que yo sepa al ínclito consejero
de turno no se le ocurrió establecer controles en la parada. No lo hizo ni con
los casos detectados.
Más
grave, el gobierno, y toda la disfunción que es el Estado de las Autonomías -la
culpa es siempre de otro-, con todo su Estado de Alarma y pomposo mando único,
no fue capaz de hacer lo más sencillo: ver qué logística existía para hacer
frente a la epidemia y lanzarse a comprar todo lo necesario (lo que debía haber
gestionado en febrero). Es más, descubrimos que no existen reservas logísticas
importantes
Continuó
en lo suyo, improvisando. Y vimos cómo la competencia por el protagonismo se
hizo evidente con la intolerable rueda de prensa de Pablo Iglesias. Así que,
sin dudarlo, envió a la primera línea de combate, la sanitaria, a luchar sin
protección; y así vamos, con bajas cada vez más inasumibles entre ellos (casi
unos 6.000 a la hora que escribo). Como no hubo previsión hemos acabado con la
noticia de que a partir de determinada edad no se atiende según qué zonas; como
todos tenemos familiares o amigos en la Sanidad sabemos perfectamente cómo
están luchando con escasos medios de protección personal. Al igual que casi
todos los que están frente al público, desde las tiendas de alimentación a las
fueras del Ejército, la Policía o la Guardia Civil.
La
gestión del gobierno con mando único en Estado de Alarma, con todos los
poderes, tampoco ha sido óptima. Los datos están ahí, como está que acabemos
pidiendo ayuda a la OTAN. Si de verdad estuviéramos en una situación de guerra,
con un mando eficiente, lo primero que habría hecho es poner a fabricar
mascarillas a la industria española (no estamos hablando de alta tecnología),
gafas, geles y batas. Pero el gobierno es el rey de las palabras y en vez de
aprovechar el tiempo, ante su Estado de Alarma diferido, y reunirse con el
sector industrial ha esperado a que este se mueva ante la realidad perdiendo un
tiempo preciso.
Hemos
tenido un mando único que ni tan siquiera ha podido gestionar bien las compras
de mascarillas y al final cada Comunidad Autónoma se ha lanzado a buscarse la
vida. Hoy el gobierno, cada vez más contra las cuerdas, por fin ha anunciado
que ha cerrado contratos para el suministro de mascarillas, test rápidos,
respiradores (Trump ordenó como Comandante en Jefe a la industria que se
pusiera a fabricarlos) y guantes, pero habrá que esperar algunas semanas para
que lleguen los suministros de forma trascendente.
Hasta
ahora sus terminales mediáticos tapan y tapan la realidad. Como tapan las
caceroladas diarias, mientras promocionaron la que se produjo el día del
anodino discurso de Felipe VI (por cierto que la agenda del rey ha conseguido
que el magnate chino de Alí mande un envío urgente, supongo que a Pedro Sánchez
ni le cogía el teléfono). Y los habituales propagandistas se refugian en los
millones de las promesas para demostrar que el gobierno está ahí para el
futuro. Pero, en realidad, el gobierno espera que sea la UE la que le salve en
último extremo.
No,
el gobierno no está para nada. Al gobierno le están sacando las castañas del
fuego el Ejército y los españoles. Españoles imaginativos que se han puesto a
fabricar cosas (es increíble que no se puedan fabricar gafas de protección), a
entregar colchones, almohadas, camas, mascarillas y todo lo que se tercie a los
hospitales mientras que la maraña administrativa hace complicado casi todo. Hoy
anuncia el gobierno que la industria española empieza a ponerse en marcha. En
una guerra se movilizan todo de forma inmediata, pero es que Pedro Sánchez es
cualquier cosa menos un Comandante en Jefe.
Y
encima, día a día, los españoles se dan cuenta de que los están engañando. Las
cifras diarias, el pico que no llega, el tal Simón -que debería haber dimitido
varias veces- contando que no estamos pero que estamos, que si puedo decir pero
no digo, mientras que los números absolutos suben día a día y nos cuentan que
nos preparemos porque aún puede llegar lo peor (queda la explosión catalana). Y
lo peor lo sabe el gobierno y es que hasta mayo la situación va a mantenerse. Pero,
naturalmente, no hay que criticar al gobierno ni preguntarse por qué los datos de España comienzan a ser tan
graves.
Repito,
una cosa es apoyar todas las medidas que se tomen, aunque sean tardías, en el
terreno sanitario, en la lucha contra la epidemia (lo referente a la economía
habrá que hablarlo), y otra no ejercer la crítica o no pedir responsabilidades.
Francisco
Torres García.