La estantería del historiador

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El incoherente pregonero de la Semana Santa alicantina

Seguramente el personaje de la foto sea para el lector un perfecto desconocido, un hombre gris con traje. Tampoco creo que arroje mayor luz mencionar su nombre, José Miguel Saval. Lo más probable es que usted se haya dicho: <<Seguro que es un político de fructífera carrera>>. Evidentemente está en lo cierto.

Desde hace unos días anda intentando levantar cortinas de humo y esquivando dar explicaciones. Me cuentan que, según parece, se hace llegar que no fue él… pero la hemeroteca es muy mala y todo el mundo sabe que el alcalde de Callosa de Segura, días antes, había pedido a la Subdelegación del Gobierno el envío de fuerzas, Guardia Civil, para proceder al derribo de la Cruz de Callos. Y el subdelegado, a quie compete ello, las envió.

Pues resulta que el señor de la foto es José Miguel Saval, político de larga carrera en cargos del Partido Popular y en la actualidad Subdelegado del Gobierno en Alicante. El mismo al que el alcalde Maciá, que espera que el derribo de la Cruz le lleve a puestos más altos, escribía pidiendo auxilio.

La sorpresa es que este político del PP, profesor universitario, va a ser el inminente pregonero de la Semana Santa en Alicante por elección, con anterioridad a los hechos, del Consejo Rector de la Junta Mayor de Hermandades y Cofradías. Evidentemente, si yo me llamara José Miguel Saval, tras lo sucedido, declinaría la invitación para evitar que alguien se sienta ofendido al no comprender su actuación.

Claro que si yo fuera José Miguel Salva, miembro de la Hermandad del Perdón que desfila por Alicante el Jueves Santo, profesor de la Universidad de Alicante, hace días que, antes que contribuir al derribo de la Cruz de Callosa, hubiera antepuesto mis creencias al cargo político y hubiera vuelto a mis clases. Pero yo no soy José Miguel Saval… próximo pregonero de la Semana Santa alicantina.

Afirma el texto sagrado: <<Por sus hechos los conoceréis>>. Ahora bien, resulta que para ser pregonero hay que ser creyente y vivir la Semana Santa, y José Miguel Saval se ha dado a conocer por ser el <<presunto responsable>> del envío de la fuerza pública, que ha tenido tomada la plaza unos días, para que un alcalde socialista con ambiciones, que según parece no tuvo reparo alguno a la hora de contemplar los hechos con chufla desđe la casa consistorial, pudiera derribar una Cruz en Callosa de Segura.

Ahora, con su faz de pregonero difundida, el subdelegado del gobierno, político del PP, no puede refugiarse ni en su servidumbre a la ley ni en su solicitud para atender los deseos de un alcalde socialista, cuando como creyente notorio y visible podía haber dimitido antes que contribuir a la ignominia; o, al menos, haber esperado a la sentencia del TSJ de Valencia, en vez de amparar y proteger el derribo vergonzoso de una Cruz que ha acabado tirada por los suelos en plena calle tras una verja.

En este tiempo la Junta de Cofradías de la Semana Santa de Callosa ha vetado la presencia en actos y procesiones del tripartito que gobierna Callosa. Ahora, resta que suceda lo propio en Alicante o que el señor José Miguel Saval, por coherencia, decline ser pregonero porque prefirió ser subdelegado del gobierno. Pero me temo que eso sería mucho pedir.

Defendemos el derecho a que sus nombres permanezcan en las cruces, las lápidas y las calles.

Me invitaron los organizadores, La Falange, a intervenir al finalizar la manifestación que el pasado 21 de enero, habían convocado en Callosa de Segura en homenaje a los falangistas de la localidad asesinados por los republicanos y para defender el derecho a que la “Cruz de los Caídos” continúe en la plaza delante de la iglesia. No pocos me han felicitado por mis palabras y me han pedido que publicara  el texto del discurso. No suelo escribir mis intervenciones aunque sí lleve un esquema desarrollado. Además, los discursos, y más en este caso donde por fuerza se tiene que ser breve, presentan siempre del problema de incurrir en las  simplificaciones o del exceso de síntesis  que limitan el necesario desarrollo de lo que se quiere transmitir. Me tomo la libertad de rehacer mis palabras e incluso ampliarlas en algún párrafo para mejorarlo. Después del acto, y es necesario subrayarlo, hemos sabido que tanto el alcalde, que estaba dentro del Ayuntamiento que está en la misma plaza, como algún representante de Izquierda Unida, el partido que presiona para la retirada del monumento con más ahínco, pudieron escuchar estas palabras.

“Hace casi 83 años, en unas circunstancias que invitan al paralelismo histórico, José Antonio Primo de Rivera, venía a Callosa de Segura a apoyar en un mitin a unos jóvenes, la mayoría de condición modesta vinculados al duro trabajo del cáñamo, que unos meses antes habían puesto en marcha en este lugar, cuando aún era un balbuceo en gran parte de España, un partido, un movimiento político denominado Falange Española. Algunos de esos jóvenes que estuvieron ese día de 1934 con José Antonio en el cine Imperial, la antigua plaza de toros, entregaron su vida por el sueño de una España con Patria, Justicia y Pan y por ello su nombre figura entre los de las 81 personas que recuerda esta Cruz amenazada por el odio, pero también por la cobardía.

Estamos hoy aquí no solo para defender que esta Cruz, con sus 81 nombres, la mayor parte de personas asesinada por los republicanos, permanezca en su sitio, sino también para defender el derecho que nos asiste, en un régimen de libertades como se proclama, a rendir homenaje público y permanente a aquellos que murieron bajo las balas del odio y del rencor.

Estamos hoy aquí en Callosa de Segura porque más de 40 de esas 81 personas fueron asesinadas por ser falangistas. Víctimas de eso que hoy se denomina “odio ideológico”. Muestra de la decisión documentada de los partidos del Frente Popular, del pacto entre anarquistas, comunistas y socialistas, de exterminar a unos falangistas que cayeron por miles en la retaguardia republicana.

No venimos aquí a pedir venganzas, ni a mencionar los nombres de quienes los asesinaron, ni a exaltar un odio que ya no tiene sentido alguno, sino a defender, simplemente, la memoria, el derecho a la memoria, de los asesinados; el derecho que les asiste a que permanezcan sus nombres en las cruces, las lápidas o las calles de España. Muchos de ellos -debemos subrayarlo- murieron perdonando a los que los asesinaban; en sus últimas cartas pedían a sus familiares que perdonaran y no guardaran odio alguno. No somos nosotros los que han edificado, para dividir a los españoles, la ideología del “guerracivilismo”; esa con la que se envenena, se exalta y se lleva al odio y la violencia a una parte de la juventud, que no es precisamente esta que está hoy aquí representada, la de los convocantes de este acto, sino la de sus adversarios.

Nosotros estamos aquí para apoyar a quienes quieren que esta Cruz, este monumento, permanezca completo, íntegro, con los nombres de aquellos a quienes homenajeamos.

Estamos hoy aquí para denunciar la sinrazón, el sectarismo y hasta el fraude de ley que está cometiendo o va a cometer el señor alcalde de Callosa de Segura y que impulsa esa muestra de indignidad que se llama Izquierda Unida. Y yo quiero recordarles a los concejales de Izquierda Unida, que ellos son herederos directos del Partido Comunista de España, partido que propició e impulsó el asesinato de miles de españoles en la retaguardia republicana; que aquí, en Callosa de Segura, miembros destacados y conocidos de ese partido, asesinaron a un policía municipal de 60 años cuyo nombre figura en esta Cruz; tengo que recordarles que una señora, dirigente comunista destacada, Dolores Ibárruri, Pasionaria, en artículos publicados en la prensa, recogidos en diarios de izquierda cercanos de esta zona, como el de Novelda, no solo pedía el exterminio de los presos sino también la detención como rehenes de los familiares de los nacionales y llegado el caso su asesinato en venganza. Por eso probablemente, por su responsabilidad en lo sucedido, muestran ese celo a la hora de intentar borrar las huellas quitando lápidas, cruces y placas con los nombres de los asesinados.

Se equivoca señor alcalde, la “ley de la memoria histórica” nos conmina a rendir homenaje a las “víctimas de la guerra civil”, a todas las víctimas. Y yo le pregunto, señor alcalde, ¿es que acaso estas 81 personas, la mayor parte asesinadas por los republicanos, no son víctimas de la guerra civil? ¿Es que usted entiende que víctimas son solo las de un lado y estos bien muertos están?

Se equivoca señor alcalde, cuando se escuda en el artículo 15 de la citada ley. Ese que habla de los monumentos que exalten el franquismo. Pero, ¿cómo una Cruz con unos nombres puede exaltar  el régimen franquista cuando resulta que cuando fueron asesinados ni tan siquiera Franco era Jefe del Estado?

Se equivoca señor alcalde, cuando como supremo argumento recurre al dictamen de la comisión de expertos; comisión creada a dedo, paniaguada, formada por gentes de izquierda. Esas comisiones de ignorantes que para sonrojo, como ha sucedido en Alicante, han llegado a decir que los Reyes Católicos no eran franquistas “pero casi”. Comisiones de ignorantes, como la que ha llegado a afirmar que al incluir, no siendo el caso de esta Cruz, el término caído se está utilizando en el discurso un término fascista.

Pero es que además, señor alcalde, ya hay sentencias que en casos similares, una Cruz con el nombre de las víctimas nacionales, se indica que esta no está sujeta a lo previsto en la ley y que por tanto es lícito que permanezca donde está. Y yo invito a los familiares de quienes fueron asesinados a que lleven a los tribunales al alcalde y a la corporación por vulnerar la ley, en defensa del derecho que tienen sus deudos al homenaje y a permanecer en las calles y plazas de España. Pero es que hasta el señor alcalde sabe que esta Cruz no es ilegal, que no está dentro de los monumentos que condena a la piqueta la “ley de memoria histórica”, por eso habla continuamente del traslado y no de la destrucción.

No solo eso, porque una de dos, o bien el tripartito que gobierna Callosa, el alcalde y los concejales del PSOE, IU y la filial podemita, prescinde de las propuestas de la Generalidad o mienten como bellacos. ¿Es que no se han leído lo que se ha publicado sobre la Ley de Memoria Histórica de la Comunidad Valenciana que padeceremos en breve? ¿Es que no han leído que se trata de honrar a todas las víctimas, a las fosas de los dos bandos? Y si esto es así, señor alcalde, ¿por qué ese empeño en borrar este recuerdo? ¿Por odio político?

Estamos pues aquí, reiterémoslo, no para defender solo la permanencia de la Cruz, sino de la Cruz y los nombres, para abogar por la permanencia íntegra del monumento.

Lo hacemos en nombre de esos más de 40 falangistas asesinados en las cárceles, en los paseos o por haber intentado, ingenuamente, liberar a José Antonio de su prisión.

Lo hacemos en nombre de los mártires, de los religiosos asesinados, de las víctimas de una persecución religiosa que se inició mucho antes del estallido bélico; porque ellos, llegado el momento de la muerte no aceptaron componenda alguna, no renegaron de parte de su Credo, no abandonaron el puesto y supieron dar testimonio y hoy, nosotros que somos católicos, sin monopolizar nada, no queremos escupir sobre sus nombres para ofrecerlos como moneda de cambio para preservar solo la Cruz; porque símbolo de la Fe en Cristo es tanto la Cruz como el nombre de quienes dieron su vida hace poco más de 80 años por él.

Los hacemos en nombre de todos los Caídos; de esas 81 personas cuyos nombres están grabados en el pie de la Cruz. Nosotros no pedimos que no se hagan otros homenajes, lo que pedimos y reclamamos es el derecho a rendir homenaje a los nuestros, a esos caídos de los que nos enorgullecemos.

Amigos, nosotros creemos que más allá de este cielo encapotado, allá en lo alto, hay 81 luceros, uno para cada uno de los asesinados. Allá en lo alto hoy estarán tan orgullosos de nosotros como nosotros de nuestra historia”.

Al acabar los discursos se me acercaron dos personas a darme las gracias y a felicitarme porque eran familiares de esos asesinados que figuran en la base de la Cruz de Callosa.

 

La mezquindad de un alcalde ignorante y mentiroso y el valor de quienes «despectivamente» son calificados como ancianos y marujas.

La Cruz de Callosa de Segura

Para ser alcalde no se precisan estudios previos aunque sí, en algunos casos, algo de caradura  y, por supuesto, esa capacidad innata que tienen los políticos para parecer que son inocentes de todo lo que pasa y que actúan obligados por las circunstancias.

Desde las últimas municipales han florecido los alcaldes que buscan portadas y que quieren pasar a la historia de la estulticia hispana, tras la ristra de escándalos de corrupción urbanística o de paseos siempre al borde de la ley. Un tipo de alcaldes a los que la ley les trae sin cuidado. Ya lo dijo la señora Colau, las leyes que no me gustan no se cumplen, y una pléyade de cargos electos parece que han decidido hacerle caso. Y si la cosa sale mal siempre es culpa de la prensa y de la caverna. Cierto es que la señora Carmena está poniendo el listón muy alto, aunque la competición para ver quién se lleva el primer puesto como regidor chorra del año se está poniendo muy disputada. Y en ella ha entrado con estruendo y frustración un tal Fran Maciá alcalde a la sazón por tripartito rojillo de Callosa de Segura.

No es una anécdota o un estrambote propio del esperpento. Pertenece, sin duda, a ese selecto puñado de aprendices de dictador, de censores, de sectarios, que han llegado a los sillones municipales merced a las carambolas de la política para hacer reverdecer un ajado Frente Popular. Y a todos ellos les han dado un arma para humillar a la odiosa «derecha», lucir palmito «antifranquista-antifascista», y decir eso tan democrático de «¡Por fin se van a enterar de quién soy yo y quién manda aquí!». Esa que con solo señala como fascistas siembran el terror en las filas peperas. Y entre ellos aspira a hacerse famoso Fran Maciá, socialista por más señas (debe andar suspirando porque cuenten y canten sus heroicidades en la Sexta).

Resulta que en Callosa de Segura existe una Cruz a las puertas de la parroquia en un terreno que, naturalmente, el Ayuntamiento quiere quedarse aunque pertenece a la iglesia. Una Cruz de los Caídos que el alcalde lleva desde marzo intentando derribar -con el habitual eufemismo cobarde de que la llevará al cementerio o a un inexistente museo-. Los vecinos de Callosa se han organizado para impedirlo recogiendo firmas (varios miles) que el dictador municipal se ha pasado, valga la ordinariez, por su socialista entrepierna. Al alcalde no le gusta la Cruz y, sobre todo, no le gusta el rosario de nombres grabados en piedra que tiene. Es lo malo de los monumentos que tienen historia. Callosa era un pueblo pequeño en 1936 con algo más de 9.000 habitantes. Los partidos del Frente Popular, PSOE, PCE y anarquistas varios se dedicaron a la caza del adversario a partir del 18 de julio de 1936 -antes solo asaltos e incendió  varios-. Las cifras de las víctimas son imprecisas. Entre 64 y 67 vecinos del pueblo fueron asesinados, algo más de un 6% de la población. Algunos autores incrementan significativamente la cifra y al pie de la Cruz figuran esculpidos los nombres de 81 caídos de Callosa o asesinados en la zona. Es lógico que hoy los herederos ideológicos de los que formaban las milicias del PSOE y el PCE (la IU del señor Garzón en la actualidad) quieran borrar el recuerdo de lo que pasó, de estos asesinados por la izquierda. Súmese a ello la persecución religiosa, incautaciones, etc. Lógicamente algunos de los familiares de los asesinados no quieren que desaparezca el recuerdo (entre los que, por cierto, abunda el apellido Maciá). Cierto es que esta historia tiene una segunda parte, la treintena de condenados a muerte y ejecutados tras la guerra como responsables de los hechos; entre ellos dos militantes femeninos del PCE que asesinaron a un municipal de 60 años en venganza por la muerte de su hermano en el frente. Pero estoy seguro que para el regidor municipal son héroes por la libertad que merecen todo el homenaje por sus hazañas. Pero no nos engañemos al tal Fran Maciá lo que le molesta también es la Cruz como símbolo religioso, aunque no se pierda procesión en sitio de honor. Por eso se negó a la «valiente» propuesta -se cubrieron de gloria- de los concejales del PP -la heroicidad de los populares está de sobra acreditada- de quitar los nombres y dejar solo la Cruz. Pero Fran Maciá, pletórico no estaba dispuesto a componenda alguna. Lo que no se esperaba era la rebelión popular en un país en el que nadie se rebela.

En Callosa resisten un puñado de mujeres y hombres de edad -lógico porque el resto trabaja- con sus sillas y el termo de café en torno a la Cruz. Como son personas educadas lo más fuerte que llaman al alcalde es sinvergüenza y mentiroso. Fran Maciá solo puede ser un hombre mezquino, porque solo ostentando esa condición podría intentar derribar una Cruz en las vísperas de Navidad o llegar a pedir, según se cuenta, a la Guardia Civil que despejara la plaza, a lo que está se negó porque no iban a cargar contra mujeres y hombres de edad. De momento la cosa ha quedado en empate y el alcalde ha pospuesto la destrucción o cambio hasta después de Navidad. No crean mis queridos lectores que es por vergüenza torera, sino porque podría estar incurriendo en un delito de prevaricación pues el tema está en los tribunales por la titularidad del espacio de la Plaza en el que está la Cruz (no toda la plaza, como sibilinamente refiere el alcalde escudándose en inventarios municipales, pese al reconocimiento documental que hace el Ayuntamiento solicitando permiso a la Iglesia para utilizar el espacio).

Tampoco es que los Tribunales sean ninguna garantía y pondría la mano en el fuego a que apoyarán la furia destructiva de Fran Maciá. Si existiera un Tribunal valiente -¡ingenuo  soy!- dictaminaría: primero, que los nombres de las personas asesinadas o ejecutadas, tras un juicio amañado y sin enterado por parte del gobierno, por los republicanos (por las milicias del PSOE, el PCE y anarquistas varios), pueden mantenerse pues son víctimas de la Guerra Civil y la Ley de la Memoria Histórica dice que debe homenajeárseles; segundo, que una Cruz no es ningún monumento de exaltación de nada, es solo una Cruz, pero eso es lo que molesta al mentiroso Fran Murcia (llegó a decir que la parroquia estaba enterada cuando el párroco hizo tañer las campanas llamando al pueblo en su defensa).

Queda la enorme lección que están dando esas personas de edad a las que algunos, a derecha, a izquierda y hasta algún que otro patriota ortodoxo, llaman despectivamente «marujas». Unas señoras que de momento han parado a un alcalde sectario, mentiroso y mezquino con sus velas, rosarios, oraciones y hasta encadenándose a la Cruz.

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