La Cruz de Callosa de Segura

Para ser alcalde no se precisan estudios previos aunque sí, en algunos casos, algo de caradura  y, por supuesto, esa capacidad innata que tienen los políticos para parecer que son inocentes de todo lo que pasa y que actúan obligados por las circunstancias.

Desde las últimas municipales han florecido los alcaldes que buscan portadas y que quieren pasar a la historia de la estulticia hispana, tras la ristra de escándalos de corrupción urbanística o de paseos siempre al borde de la ley. Un tipo de alcaldes a los que la ley les trae sin cuidado. Ya lo dijo la señora Colau, las leyes que no me gustan no se cumplen, y una pléyade de cargos electos parece que han decidido hacerle caso. Y si la cosa sale mal siempre es culpa de la prensa y de la caverna. Cierto es que la señora Carmena está poniendo el listón muy alto, aunque la competición para ver quién se lleva el primer puesto como regidor chorra del año se está poniendo muy disputada. Y en ella ha entrado con estruendo y frustración un tal Fran Maciá alcalde a la sazón por tripartito rojillo de Callosa de Segura.

No es una anécdota o un estrambote propio del esperpento. Pertenece, sin duda, a ese selecto puñado de aprendices de dictador, de censores, de sectarios, que han llegado a los sillones municipales merced a las carambolas de la política para hacer reverdecer un ajado Frente Popular. Y a todos ellos les han dado un arma para humillar a la odiosa «derecha», lucir palmito «antifranquista-antifascista», y decir eso tan democrático de «¡Por fin se van a enterar de quién soy yo y quién manda aquí!». Esa que con solo señala como fascistas siembran el terror en las filas peperas. Y entre ellos aspira a hacerse famoso Fran Maciá, socialista por más señas (debe andar suspirando porque cuenten y canten sus heroicidades en la Sexta).

Resulta que en Callosa de Segura existe una Cruz a las puertas de la parroquia en un terreno que, naturalmente, el Ayuntamiento quiere quedarse aunque pertenece a la iglesia. Una Cruz de los Caídos que el alcalde lleva desde marzo intentando derribar -con el habitual eufemismo cobarde de que la llevará al cementerio o a un inexistente museo-. Los vecinos de Callosa se han organizado para impedirlo recogiendo firmas (varios miles) que el dictador municipal se ha pasado, valga la ordinariez, por su socialista entrepierna. Al alcalde no le gusta la Cruz y, sobre todo, no le gusta el rosario de nombres grabados en piedra que tiene. Es lo malo de los monumentos que tienen historia. Callosa era un pueblo pequeño en 1936 con algo más de 9.000 habitantes. Los partidos del Frente Popular, PSOE, PCE y anarquistas varios se dedicaron a la caza del adversario a partir del 18 de julio de 1936 -antes solo asaltos e incendió  varios-. Las cifras de las víctimas son imprecisas. Entre 64 y 67 vecinos del pueblo fueron asesinados, algo más de un 6% de la población. Algunos autores incrementan significativamente la cifra y al pie de la Cruz figuran esculpidos los nombres de 81 caídos de Callosa o asesinados en la zona. Es lógico que hoy los herederos ideológicos de los que formaban las milicias del PSOE y el PCE (la IU del señor Garzón en la actualidad) quieran borrar el recuerdo de lo que pasó, de estos asesinados por la izquierda. Súmese a ello la persecución religiosa, incautaciones, etc. Lógicamente algunos de los familiares de los asesinados no quieren que desaparezca el recuerdo (entre los que, por cierto, abunda el apellido Maciá). Cierto es que esta historia tiene una segunda parte, la treintena de condenados a muerte y ejecutados tras la guerra como responsables de los hechos; entre ellos dos militantes femeninos del PCE que asesinaron a un municipal de 60 años en venganza por la muerte de su hermano en el frente. Pero estoy seguro que para el regidor municipal son héroes por la libertad que merecen todo el homenaje por sus hazañas. Pero no nos engañemos al tal Fran Maciá lo que le molesta también es la Cruz como símbolo religioso, aunque no se pierda procesión en sitio de honor. Por eso se negó a la «valiente» propuesta -se cubrieron de gloria- de los concejales del PP -la heroicidad de los populares está de sobra acreditada- de quitar los nombres y dejar solo la Cruz. Pero Fran Maciá, pletórico no estaba dispuesto a componenda alguna. Lo que no se esperaba era la rebelión popular en un país en el que nadie se rebela.

En Callosa resisten un puñado de mujeres y hombres de edad -lógico porque el resto trabaja- con sus sillas y el termo de café en torno a la Cruz. Como son personas educadas lo más fuerte que llaman al alcalde es sinvergüenza y mentiroso. Fran Maciá solo puede ser un hombre mezquino, porque solo ostentando esa condición podría intentar derribar una Cruz en las vísperas de Navidad o llegar a pedir, según se cuenta, a la Guardia Civil que despejara la plaza, a lo que está se negó porque no iban a cargar contra mujeres y hombres de edad. De momento la cosa ha quedado en empate y el alcalde ha pospuesto la destrucción o cambio hasta después de Navidad. No crean mis queridos lectores que es por vergüenza torera, sino porque podría estar incurriendo en un delito de prevaricación pues el tema está en los tribunales por la titularidad del espacio de la Plaza en el que está la Cruz (no toda la plaza, como sibilinamente refiere el alcalde escudándose en inventarios municipales, pese al reconocimiento documental que hace el Ayuntamiento solicitando permiso a la Iglesia para utilizar el espacio).

Tampoco es que los Tribunales sean ninguna garantía y pondría la mano en el fuego a que apoyarán la furia destructiva de Fran Maciá. Si existiera un Tribunal valiente -¡ingenuo  soy!- dictaminaría: primero, que los nombres de las personas asesinadas o ejecutadas, tras un juicio amañado y sin enterado por parte del gobierno, por los republicanos (por las milicias del PSOE, el PCE y anarquistas varios), pueden mantenerse pues son víctimas de la Guerra Civil y la Ley de la Memoria Histórica dice que debe homenajeárseles; segundo, que una Cruz no es ningún monumento de exaltación de nada, es solo una Cruz, pero eso es lo que molesta al mentiroso Fran Murcia (llegó a decir que la parroquia estaba enterada cuando el párroco hizo tañer las campanas llamando al pueblo en su defensa).

Queda la enorme lección que están dando esas personas de edad a las que algunos, a derecha, a izquierda y hasta algún que otro patriota ortodoxo, llaman despectivamente «marujas». Unas señoras que de momento han parado a un alcalde sectario, mentiroso y mezquino con sus velas, rosarios, oraciones y hasta encadenándose a la Cruz.