La estantería del historiador

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En las sábanas del Caudillo

¡Tranquilos, mis queridos lectores! No es esta una historia como la que tan explícito título pudiera sugerir, o al menos no tan extraña. Es un relato breve de un día de retaguardia madrileña a mediados de septiembre de 1936 en el que casi todo es verdad. Dice así:

Corrían los días de la segunda semana de aquel mes. Madrid tenía para decenas de miles de ciudadanos timbres sombríos y de miedo, cárceles atestadas y miles de personas acogidas al paraguas protector de decenas de embajadas, la mayoría hispanas, entre las que no se encontraba la británica.

A la ciudad comenzaban a llegar refugiados como presentimiento de la proximidad de la guerra. Los vendedores de periódicos anunciaban continuas victorias que pocos creían aunque en público más valiera ser entusiasta a pulmón abierto. 

Hasta esas fechas de septiembre abundaban la  propaganda y los mítines, coches y camionetas con milicianos que daban muchas vueltas pero que tenían escaso interés por ir al frente; pero también un rosario de desapariciones nocturnas, agudizadas en algunas zonas de la capital, que en las más de las ocasiones se tornaban en trágica realidad por la mañana. Los silencios eran muchos al igual que los comentarios. Quedaban en sombras innombrables los asesinados en el Cuartel de la Montaña y en el asalto de los anarquistas a la cárcel Modelo, que se llevaron por delante hasta republicanos de esos que llamaban burgueses. La escuadrilla del amanecer andaba todos los días realizando registros en incautaciones. Se rumoreaba que pronto habría razonamiento.

Muchas zonas de Madrid son escondites, españoles que cambian de domicilio frecuentemente,  chicas que se mueven en la capital de las catacumbas, gentes de derechas que temen por sus vidas.

En ello iba pensando mientras caminaba hacia la zona de Moncloa en el límite de la universitaria.

No leo los periódicos a diario, es casi imposible. Me entero de la traición del otro Franco, resulta que se ha sumado a la rebelión de su hermano. 

El parte de guerra es el habitual: nuestra artillería castiga a los refugiados en el Alcázar, nuestros aviones disuelven desde el aire concentraciones enemigas en el frente sur, hacemos huir a las columnas gallegas que iban a auxiliar a los rebeldes atrincherados en Oviedo, en Tardienta avanzamos -¡no se dónde está Tardienta!-. Me resulta más próxima la noticia de que estamos bombardeando Talavera y Santa Olalla. 

Nos hemos acostumbrado a leer los partes de guerra propios y lo que nos dicen sin querer es que los legionarios de Franco ya están en Talavera y que Portugal ayuda descaradamente a los rebeldes.

Así están las cosas.

Traspasar la puerta de Santa Cristina es cambiar de mundo, los problemas son otros. Muchos sabemos que aquí también tenemos refugiados, pero nadie lo dice. Las preocupaciones son otras, atender a tantos es lo primordial y faltan a escasear mucha cosas. Aquí estoy porque, a poco de estallar la guerra, hacía falta gente para el asilo y la guardería. Cada mañana pienso: ¡Y más que va a faltar!

Han llegado unos camiones de milicianos. Nunca se sabe qué puede pasar cuando aparecen. ¿Buscarán a alguien? ¿Habremos sufrido alguna denuncia y se disponen a registrar?

La voz del director me arranca de mis temores.

-Vamos, deprisa! Hay que descargar.

-Espero que sean provisiones -pensé-.

El que parece el jefe de los milicianos se dirige a mí. Por las pintadas en los camiones pertenecen a la Escuadrilla del amanecer:

-Aquí traemos algunas cosas que os vendrán bien, proceden de los registros. Ya me dirá dónde le dejamos todo esto.

Una rápida mirada y veo que hay camas y colchones en la camioneta.

-También viene el ajuar, la ropa blanca, ¡Era una buena casa! Ya la hemos registrado dos veces -comentó desde lo alto del vehículo uno de los milicianos-.

Todo era bienvenido, la guerra había incrementado el número de niños de la guardería. Inmediatamente pensé en una habitación grande y vacía en la que podríamos instalar un nuevo dormitorio.

El jefe de la patrulla decidió que sus hombres no solo descargaran sino que ayudaran también a montar la habitación que ya tenía en espera impacientes inquilinos. Las camas eran grandes y no debían de ser muy antiguas. Los colchones causaban envidia. Todo era bastante nuevo.

Ni que decir tiene que en cuanto todo quedó listo, con la noche llegada, fueron ocupados los lechos por nuestra chiquillada. Y en menos de un cuarto de hora el sueño les vencía. No pude por menos que agradecer el gesto de traer todo aquello a la guardería.

-Me alegro que hayan sido útiles y que los niños estén durmiendo -comentó el jefe de los milicianos-. Espero que no tengan pesadillas -dijo el jefe de los milicianos esbozando una leve sonrisa que no comprendí-.

-No creo, a pesar de estos tiempos. La pesadilla se vive cada día antes de dormir -repliqué-. 

-¿Si supiera de dónde vienen las camas y la ropa? -me cortó-.

Me contó que era el segundo registro que realizaban en la misma vivienda. Ahora estaba casi vacía. Se trataba del domicilio del general  Francisco Franco, el líder de los rebeldes, y ahora mis niños dormían en sus sábanas. Pensé:  ¡Qué cosas tan extraña suceden en la guerra!

Nota.- Este relato es una fabulación sobre hechos ciertos. El domicilio madrileño de la familia Franco fue registrado en dos ocasiones tras la sublevación por la escuadrilla/brigada del amanecer. En la primera ocasión se trataba de localizar documentos comprometedores para la causa abierta por la República contra él. En el saqueo los milicianos tiraron sus muchos libros -en algunos casos anotados- a la calle, junto con rollos de película. El 11 de septiembre, en un segundo registro, decidieron llevarse camas y ropa blanca que fueron entregadas al antiguo colegio de Santa Cristina en la zona de Moncloa. Por lo que algunos niños de la guardería acabaron durmiendo entre las sábanas del Caudillo. No mucho tiempo, porque transcurridas unas semanas aquella fue zona de combate.

Por alusiones, réplica a un artículo mío sobre García Lorca y la Fundación Nacional Francisco Franco.

Leo en el diario La Razón del 13 de este mes un artículo firmado por Víctor Fernández titulado de forma sensacionalista «Así habla la Fundación Franco de Federico García Lorca», acusando a esta de insistir en los «tópicos falsos sobre el poeta granadino», aunque debiera, para ser exacto en la expresión, anotar «sobre el asesinato del poeta granadino».

Voy a prescindir de comentar la intencionalidad del autor, pero sí subrayar que, por lo que desgrana, su conocimiento sobre la bibliografía publicada sobre el asesinato de García Lorca me parece algo superficial (esto no es más que un juicio de valor y por tanto pudiera estar equivocado).

Tampoco voy a adentrarme en los tópicos a los que el autor recurre en su argumentario. Le recomendaría que revise la bibliografía existente, que me parece que, en líneas generales, desmiente su afirmación sobre «los pocos datos que tenemos» pese a la abundancia de trabajos publicados sobre la cuestión. Al contrario, tenemos muchos datos y hasta están identificados con fotografías publicadas los integrantes del grupo de asesinos. Cosa distinta es contar con un documento que nos precise la razón o razones del crimen de forma concreta. Algo sobre lo que se puede debatir, como de hecho se hace, aunque existe un cierto consenso a la hora de estimar el peso que tuvieron las circunstancias y las luchas de poder en Granada en el asesinato de García Lorca.

Las referencias a estos supuestos pronunciamientos de la Fundación Nacional Francisco Franco son los artículos que aparecen en su web firmados por Ángel Martín David Rubio y por quien esto suscribe (Francisco Torres: «En torno a los papeles de García Lorca»» https://fnff.es/actualidad/640626614/en-torno-a-los-papeles-de-garcia-lorca.html 2015). Artículos que, evidentemente, no son la expresión del pensamiento de la FNFF. Artículos que, según Víctor Fernández, están destinados a «contar de otra manera aquel crimen». Acusando directamente a los autores de esos artículos y, por elevación, a la FNFF de tergiversar la realidad. Revisemos las afirmaciones de Víctor Fernández en lo que a este autor compete:

Primera.- Nos dice que «la fundación franquista no pierde la oportunidad para alentar la teoría de que Lorca y José Antonio Primo de Rivera eran amigos». Aduce el periodista como prueba que este autor, en su artículo, «llega a apuntar que el poeta fue una influencia lírica para José Antonio» . Subrayemos que la influencia no implica amistad en el sentido amplio de la palabra sino solo eso. Sería muy prolijo subrayar esa influencia entre las imágenes retóricas de José Antonio y los textos de García Lorca, sobre lo que algunos autores han escrito. Pero baste recordar que García Lorca tuvo una notoria influencia en muchos autores y escritores de la época independientemente de su adscripción ideológica; subrayemos que Primo de Rivera compartía ese mundo y que a su lado había una «corte literaria» que aparece bien retratada en el trabajo de los hermanos Carbajosa. Que José Antonio admiraba la obra teatral de García Lorca es un hecho constatado, también la de Casona; que José Antonio deseaba conocer a García Lorca, como yo sostengo en el artículo, por esa razón literaria, es otra realidad constatable (ya que según parece ha leído la biografía de Ximénez de Sandoval debiera saber que este autor avala mi afirmación, cosa que naturalmente no cita).

Cabría recordarle al colaborador de La Razón, Víctor Fernández, que hubo en La Barraca -el grupo teatral de García Lorca- varios falangistas, alguno de los cuales sería asesinado por los frentepopulistas, entre ellos el autor de los decorados de las obras, Alfonso Ponce de León. Por otro lado, indicarle que no es que este autor y la FNFF «aliente» nada, sino que es usual que se «aliente» -según su descripción- esa amistad sobre la que, como se puede leer en el párrafo mío que reproduce, yo tengo mis dudas y reduzco en todo caso a la mínima expresión -al contrario de lo que supone el autor que afirmo-: los encuentros directos «debieron durar muy poco». Lo que evidentemente difícilmente puede interpretarse como constatación de una amistad (en todo caso fueron fuentes no achacables al franquismo las que afirmaron que se iban a cenar todos los viernes, lo que resultaba imposible dadas las fechas en que se indicaba). Pero, como se anota en mi artículo, acababa de salir un libro que, según la prensa, afirmaba que existieron esos encuentros, remitiéndome a su lectura antes de dar una opinión que por fuerza no podía  emitir en ese momento.

No voy a recordarle, porque como experto en el tema que parece ser debe conocerlo, la reiteración  («alentadores») en esa amistad en fechas recientes en espectáculos teatrales. En la cartelera tiene Víctor Fernández la obra En tierra extraña de Juan Carlos Rubio sobre la vida de Concha Piquer antes de la guerra, en la que aparecen García Lorca y Rafael de León y se habla sobre esa amistad; o la obra  José Antonio y Federico de Jacobo Julio Roger, estrenada por Carme Teatre en 2019 y que tuvo cierta repercusión. El debate sobre la «amistad» entre ambos personajes se ha mantenido en el tiempo sin que me parezca que Víctor Fernández haya dirigido hacia este sus críticas o sus reflexiones sobre los «alientos» y su intención (en todo caso, ¿cuál era el problema en que tuvieran una cierta amistad?; es incomprensible el sentido de su razonamiento). Con motivo de la publicación de una de las últimas aportaciones, la obra del experto en García Lorca, Carlos Mayoral (Yo maté a Federico, 2022), este afirmó: «yo creo que no llegaron a ser amigos en el sentido estricto de la palabra» (siendo por cierto lo mismo que quien firma estas líneas sostiene), pero  «sí que creo que había una cierta admiración por parte de José Antonio hacia Lorca, eso es evidente y está documentado» (lo que también sostengo).

Segunda.- Se refiere, con una mala y sesgada lectura, a mi artículo con respecto al informe de la Jefatura Superior de Policía de Granada publicado en 2015 (que Víctor Fernández considera como opinión de las autoridades franquistas, lo que no es más que una elevación para que el lector entienda que era algo así como la opinión del Estado, indicando que se trataba de la correspondencia entre jerarcas del régimen, pero sin anotar que este autor analizaba el informe policial). Texto que motivó el artículo a que hace referencia analizándolo (no era un artículo sobre los hechos, sino sobre el informe, cuestión que no parece comprender); informe que ha consultado, me parece, Víctor Fernández de forma apresurada. Y es en este punto donde de forma burda, fruto de una lectura apresurada, manipula y descontextualiza para concluir que quien suscribe «apoya las teorías del hecho aislado consecuencia de rencillas familiares. Es decir, nada de política. Caso cerrado».

Mi artículo, que fue publicado en varios medios, es de fácil acceso, por lo que cualquiera puede leerlo (un mínimo de rigor debiera exigir que se incluyera el título, el enlace o referencia a lo que se critica, pero eso dejaría en evidencia al señor Víctor Fernández), pero detengámonos en algunas de las intenciones que me achaca.

Dice Víctor Fernández, y dice mal, que este autor realizó el trabajo de quitarle importancia al tema por encargo de la Fundación Nacional Francisco Franco, lo que no solo es falso, sino que revela la intencionalidad del autor que no es necesario que yo explique.

La FNFF no me encargó nada, ni el artículo le quita importancia a nada. Lo que se afirma es que el contenido del informe de la policía de Granada con respecto a las acusaciones sobre condición sexual y orientación política de García Lorca no era novedoso en 2015 (puede que Víctor Fernández no lo conociera hasta entonces), sino que estaba en el Expediente de Responsabilidades Políticas publicado en los años ochenta. Incluso señalaba yo que en el informe policial de 1965 ya no se incluían afirmaciones irreales contenidas en aquel expediente: «Eso sí el “ideario comunista” es ya socialista y no se hace referencia a sus pretendidos poemas contra Dios -corrieron poemas falsos en Granada en 1936- o que casi fuera un hombre de Moscú».

Lo que Víctor Fernández ha ocultado celosamente de mi artículo es toda referencia a la protección brindada a García Lorca por los falangistas que es un hecho constatado. Al menos debería haber dicho que en Granada unos quisieron matarle y otros protegerle, y que los primeros, lamentablemente, ganaron la partida.

En alguna ocasión, en su artículo, Víctor Fernández se pregunta por ¿cómo sé? Le reitero que en el artículo se van citando los autores de trabajos en los que se hacen esas menciones. Por otro lado, si conociera las declaraciones de Franco sobre el asesinato de García Lorca, que no son muchas, sabría que la tesis de que fue obra de incontrolados fue la que él mantuvo durante la guerra y después. No es «según», sino constatación de que esa era su opinión. Pero para sustanciar esta cuestión me atengo a lo afirmado por Ian Gibson: «Ni Franco era Franco entonces y quien manda en Andalucía es Gonzalo Queipo de Llano y Franco no intervino para nada en lo que pasó con Lorca».

Vuelve a ser víctima de una lectura apresurada Víctor Fernández cuando, con notoria falsedad, escribe sobre mi artículo: «también se afirma que el investigador Agustín Penón… era agente de la CIA, algo que nunca se ha demostrado». Lamento tener que señalar de este modo, pero ¿cómo se puede llegar a deducir que he dicho tal cosa? Lo que yo escribo es: «Ike le indicó que no era así y que la CIA había investigado el caso (Agustín Penón) por lo que le remitiría un informe». Lo que se indica es que el autor Agustín Penón es la fuente de la cita, le acepto que pudiera prestarse a confusión.

Volvamos a la «acusación» de que este autor, y por ende la FNFF, apoya las teorías de un hecho aislado (no entiendo muy bien a qué se refiere como hecho aislado), «nada de política». Solo estimando que Víctor Fernández ha leído el artículo de forma apresurada, de forma diagonal, se puede entender tal cosa. Reproduzcamos, solo en parte, lo escrito asumiendo todas las limitaciones de la síntesis:   «Pero detrás [de la detención y el asesinato] lo que latía era la lucha por el poder entre los falangistas y los cedistas, aunque todos llevaran camisa azul, por el control político y nada mejor que eliminar la influencia de los jefes de FE acusándoles de proteger a un denunciado … La vida de Lorca no fue protegida pese a la promesa de la autoridad a los falangistas. No sabemos quién decidió trasladar a Lorca a la antesala de la muerte, si fue una decisión del gobernador civil, pero sí, y lo anota el documento, que fue sacado del Gobierno Civil por “fuerzas dependientes del mismo”…  Lo que nos dice la historia, ahí están los trabajos de Miguel Caballero y Antonio Ramos, es que en Granada pululaban a las órdenes del gobernador, pero también operando por libre lo que se han denominado “escuadras negras”, y entre ellas había una vinculada a las milicias falangistas que Narciso Perales eliminó rápidamente cuando ocupó la Jefatura en agosto».

Evidentemente se puede sostener que García Lorca fue asesinado solo por ser homosexual y favorable al Frente Popular, siendo esto matizable, o por ser simplemente republicano, o por hacer un verso sobre la Guardia Civil, pero lo que otros sostenemos es que fue víctima de las luchas políticas internas en la Granada de agosto de 1936, también del «odio» que el poeta despertaba en algunos ambientes a lo que no fueron ajenos algunos familiares (véase el trabajo de Miguel Caballero o el documental Lorca, el mar deja de moverse de Emilio Ruiz Barrachina, 2006), como lleva publicándose desde 2006  -no por las publicaciones de la FNFF-, algo que ningún autor niega, aunque cada uno de mayor peso a una u otra razón.

Finalmente, como contestación, ante el juicio de intenciones, sin basamento, que Víctor Fernández hace, reproducir la conclusión del artículo citado; y las conclusiones son fundamentales. Conclusión que es la contraria a la que él sostiene que este autor y por elevación la FNFF hace:

«La realidad es que, como en 1948 escribía Pemán, fue “un episodio vil y desgraciado totalmente ajeno a toda responsabilidad e iniciativa oficial”, entendiendo por tal a Franco añado yo. Como apunta Pilar Tarres en los “desaciertos mortales” de Federico, el “destino le colocó en el lugar desacertado en el momento inoportuno”. Pero todo esto no quita al crimen ni el calificativo de execrable, ni permite que pueda admitirse justificación coyuntural alguna para los asesinos, ni que se olvide que fueron los “falangistas antiguos” los que inútilmente le protegieran e intentaran salvarle».

Lo que por una grado de honestidad intelectual mínima también debería haber mencionado o incluso, en vez del titular, utilizado con clara intención de perjudicar a la FNFF, siguiendo su propio razonamiento, rotular el artículo, probablemente con mayor éxito para la difusión, del siguiente modo: La FNFF considera execrable el asesinato de García Lorca… ni hay justificación coyuntural alguna para los asesinos. Pero me temo que esto no interesaba al colaborador de La Razón, señor Víctor Fernández.

La manipulación en cadena sobre Francisco Franco y la 4 TV y su troupe

Francisco Torres García.- En alguna ocasión me he referido a cadenas como la 4 como “armas de manipulación masiva”, y lo que está sucediendo es un buen reflejo de ello y avala mi particular opinión. 

Desde hace unos días sus buques insignia de la tarde, dirigidos/presentados por Risto Mejide y Joaquín Prat, englobables en el subtítulo de “Todo es manipulación”, que bien cuadraría a sus programas (alguien podría añadir “todo es ignorancia”, aunque no lo comparta), andan explotando unas “cintas de Franco”, que naturalmente no son de Franco (es un modo de manipular el mensaje: repite el mensaje que algo queda), sobre entrevistas grabadas por un pretendido “psicoanalista de Franco”, que tampoco es/fue psicoanalista de Franco o de los Franco, que les sirven para hacer gala del franquismo antifranquista que padecen, rellenar horario, y plantear debates donde, en realidad, no hay debate. Ya se sabe que contra Franco todo vale y nadie osa responder (lo de que es una gran investigación y una gran exclusiva que cambia la historia de España está bien como publicidad, pero es de risa).

Al final, como se trata de programas de tinte sensacionalista, con escasa consistencia y menor conocimiento, con unos investigadores que primero deberían leer más allá de sus suposiciones (hemos podido oír que Alfonso XIII asistió a la boda de Franco), que sirven a la línea editorial impuesta, acaban en lo personal que es lo más fácil y resultón (en realidad lo que rebela es el pensamiento de quienes lo preparan, incluyendo sus fobias). 

Otorgan, naturalmente, a los que hablan sobre Franco una credibilidad que en muchos casos es más que discutible y en otros, simplemente, inexistente. En algunos casos, presentan como novedad, como gran descubrimiento, testimonios más que conocidos, con las mismas palabras, como el de la dicharachera Pilar Franco (¿sabrán que escribió sus memorias contando cosas similares cuando no las mismas?). Tampoco tienen empacho en hacer decir a las voces lo que no dicen, como por cierto hace el “psicoanalista” al tratar con el entrevistado. Naturalmente, tras ver en la pantalla las imágenes de las cintas y los nombres que aparecían, llegué a la conclusión de que solo íbamos a conocer aquello que le conviniera oír a la audiencia y al discurso de sus directores de programa. De algunas nunca oiremos nada y mucho menos de forma completa.

Dos temas les han obsesionado: el primero, la sospecha redundantemente repetida para que no fuera sospecha, con el runrún de los chistes malos, de que Franco era homosexual reprimido (llegamos a oír que en la Legión había un ambiente homo), pero voy a dejar este tema para otro día; la segunda, que, en buena lógica, Franco no era el padre de Carmen Franco porque era impotente enlazándolo, como el que no quiere la cosa, con lo anterior. El argumentario es de una simpleza que causa sonrojo.

En primer término, en un testimonio descabellado de un don nadie con ínfulas, con un indisimulado deseo de protagonismo inventivo, nos enteramos de que Carmen era hija  una prostituta que, por lo que se entiende, caneaba en Cádiz su hermano Ramón. ¡Cachis! 

Era el disparate de tales proporciones que había que volver a la tesis de que era hija de Ramón. Tesis utilizada por algunos autores, unos de izquierdas y otro teóricamente de derechas con afán de hacerse perdonar, y que ha recuperado un documental alemán antifranquista (que es lo más suave que acierto a decir sobre este) y que sí que carece de toda prueba o base. No como el nacimiento de Carmen.

El circo de la ignorancia del que hacen gala, aunque en realidad se trata de simple manipulación ha batido su récord –se superan día a día– hoy, día 28, con rutilantes intervenciones: el gran investigador “descubridor” de las cintas; el concurso de Galiacho, que suele presumir de su biografía, conocimiento y sabiduría sobre los Franco –algo más que cuestionable–; la participación de los contertulios de turno, entre ellos Cristina Cifuentes (unos días antes fue Celia Villalobos, también del PP, no sé si fue tan “víctima de Franco” como dice, la que lanzó toda su artillería dialéctica contra Franco: lástima que en sus años de esplendor, cuando iba a los mítines del PP, no dijera lo mismo y en los mismos términos; pero lo mismo alguien le saca la biografía algún día). 

Hoy Galiacho, sobre todo, nos habló de los misterios sobre el nacimiento de Carmen Franco, de sus dudas. El empacho de Paul Preston es muy malo y les hace repetir que no hay ni un testimonio sobre su nacimiento. Para ahondar en el sensacionalismo presentan como gran argumento que les han prohibido acceder a la partida de nacimiento de Carmen. Todo ello para demostrar que Carmen no nació cuando nació, y exhiben un “probable” error a través de un pantallazo en el que figura la fecha de nacimiento de 14 de septiembre de 1928, dos años después (Galiacho, estudia un poco). Y después, para sonora carcajada de cualquier persona medianamente inteligente, exhiben como prueba de complemento una entrevista que hicieron a Franco y a Carmen en abril de 1928, publicada en mayo en La Estampa. Los sagaces investigadores, incluyendo a presentador y contertulios, supongo que fruto del equipo de investigación que forman 4 jóvenes que deben saber poco o nada de la biografía de Franco, nos explican que por eso, porque ni había nacido cuando se dice, ni era hija de  Franco, cuando el entrevistador pregunta a Franco por el momento más feliz de su vida, no habla del nacimiento de su hija (el problema es que no le preguntaron exactamente eso, pero por lo visto no saben leer).

Voy a dejar a un lado tanto la opinión de casi todos sus biógrafos, como los testimonios personales tantas veces reproducidos, sobre que Franco se volvió loco de contento con el nacimiento de la niña y adoraba a su hija  (les recomiendo que consulten mi libro de fotografías),  pero es que la pregunta que el barón de Mora les hace es: “¿cuál ha sido la mayor alegría que han disfrutado juntos?”. Y a partir de ahí, sin asumir que las entrevistas –y eso que son periodistas– son cocinadas con lo que le gusta por el entrevistador, ya tenemos tema.

Y en el batiburrillo, con el concurso de Galiacho como referencia de conocimiento biográfico-histórico, exhibidor de los misterios y las dudas que le asaltan, insisten en la duda sobre la fecha de nacimiento de Carmen. Cuestión capital en el debate para afirmar sin quererlo que no era hija de su padre. Así pues la hija de Franco no nacería en 1926 sino septiembre de 1928. ¡Qué malo es el antifranquismo de izquierdas –comprensible– y el de los del bando contrario! Ni tan siquiera piensan lo que dicen. Resulta que en la entrevista, hecha en abril y publicada en mayo de 1928, Carmen hace referencia a que Franco: “ha pintado innumerables monigotes para nuestra chiquilla”. Así que el padre que no quiere a su hija le pinta monigotes casi 5 meses antes de que naciera sin que por lo visto el barón de Mora se diera cuenta de que Carmen estaba embarazada, ni por supuesto se note en las fotografías. Ese sí que es un misterio a investigar –no sé si Iker Jiménez les podría echar una mano–: en una entrevista de mayo se habla de una niña que no ha nacido porque según los chicos de la 4 pudo nacer en 1928, ya que hay dudas y no hay pruebas.

Y Galiacho tira de sabiduría, y los demás también, y un historiador experto, un tal Ramiro Riva, sale por ahí, para exponer cuánto saben sobre la vida de Franco. Y Galiacho nos dice que Franco se fue a Oviedo como Comandante porque lo destinaron a una unidad del tercio que estaba en Oviedo y que allí conoció a Carmen (¡Cachis, que todavía ni se había fundado La Legión! o ¿tendrá que pedir perdón el Ministerio de Defensa por celebrar el nacimiento de La Legión en fecha equivocada?); y nos encontramos con la muerte del “general Valenzuela” (¡un general mandando la Legión en 1923!) y… a los intrépidos investigadores de 4TV le niegan acceso a la partida de nacimiento de Carmen para que no se descubra la verdad –eso es lo que quieren sugerir–. Y el investigador que ha descubierto las cintas nos dice que no ha podido ver la hoja porque solo la puede pedir el interesado…

Todo ello para volver a la tesis de que el padre real de Carmen era Ramón Franco. ¿Por qué? Pues porque el circo de la manipulación, con sus jefes de pista, saben perfectamente –lo escribí hace tiempo- que el calendario basta para dejarles con las vergüenzas al aire. El calendario y los periódicos de la época. Claro que Franco pudo ordenar después que cambiaran las ediciones de los periódicos cual si fuera Pedro Sánchez con su memoria histórica.

Dicen los pretendidos expertos en la biografía de Franco y repiten estos: no hay ni un testimonio del nacimiento de la hija de Franco el 14 de septiembre de 1926 (dejemos a un lado algo tan elemental como que no coincidan las fechas de nacimiento e inscripción en los días). Lástima que todos estos, por lo visto, no sepan que existen los periódicos locales.

Atentos jefes de pista, cuarteto de investigadores y equipos de redacción. Vayamos al periódico asturiano El Carbayón de 17 de septiembre de 1926. Vayamos a su sección “los que nacen y los que mueren” y leamos: “María de la Cruz Franco Polo”. ¡Cáspita, un documento, una referencia que no existe! ¡Un nacimiento que no se produjo!

No es suficiente, para ellos nunca es suficiente. Consulten los audaces Risto y Joaquín la sección de natalicios. ¡Albricias!, ¿Qué podemos leer?: “Dio a luz con toda felicidad una hermosa niña la distinguida y bella esposa de nuestro querido amigo el general Franco. Nuestra más cariñosa enhorabuena al feliz matrimonio”. ¡Cómo! ¡Qué un periódico de 1926 resuelve el misterio! Y Galiacho que sabe tanto de Franco y tiene tantos misterios sin resolver sin enterarse.

Y ahora recurramos a las matemáticas y a la información. Los sesudos redactores les han debido indicar a los jefes de pista que Franco andaba por aquí y por allá, en la guerra, y solo en los permisos iba a ver a Carmen a Oviedo donde estaba. Y Joaquín teoriza sobre la ignorancia. Si hubieran leído la entrevista entera que comentan, sin recurrir a otras fuentes que puede provocarles cansancio, habrían reparado en que tras la boda de 1923, en un permiso de 40 días (hablo de memoria), Carmen quedó en Asturias hasta que la situación se aclarase en el frente y se trasladara a África. Cosa que hizo unos meses después. Ella misma lo cuenta en la entrevista: “yo marché allí casi de recién casada”. Y allí estuvo. Ella cuenta cómo era su vida y sus sentimientos ante la posibilidad de que Franco no volviera o ante la muerte de otros y el deber de consolar –era la mujer del jefe del Tercio– a otras viudas. 

¡Cachis, entonces cómo iba a embarazarse de otro que no andaba por allí! Dejemos a un lado el desconocimiento de lo que es la vida familiar en un ambiente castrense. Pero ahora volvamos a las matemáticas y al calendario. Resulta que Franco, tras el desembarco de Alhucemas, y el avance tendrá un permiso de diez días el 17 de noviembre de 1925 para ir a Ceuta donde residen. Vuelve al frente el día 27 y el 5 de diciembre, triunfador, a la espera del ascenso a general, regresa a Ceuta. Por cierto, que si supieran algo de la biografía de los personajes sabrían que Carmen pudo tener un aborto en Ceuta. Pero volvamos a los hechos comprobables.

Matemática elemental. Empecemos con el planteamiento: ¿Cuántos meses dura un embarazo? Si no recuerdo mal mi  biología elemental sobre la reproducción creo que son 9 meses. Carmen, como hemos demostrado, nació el 14 de septiembre. O sea que como muy pronto la concepción tiene como fecha máxima posible por el 14 de diciembre de 1925. Pudo adelantarse el nacimiento unas semanas, quizás un mes. Venga que sean 2. Es decir entre el 14 de diciembre y el 14 de febrero de 1926. 

Así pues, según los datos, desde el 5 de diciembre el matrimonio está junto. Y si supieran algo sabrían que en febrero se instalaron en Madrid, tras dejar definitivamente Ceuta, para vivir en el nº 28 del paseo de la Castellana. ¡Cómo, que vivían en Ceuta y Madrid y no en Oviedo!

¿Y dónde estaba en ese tiempo Ramón Franco, el supuesto padre real según la troupe de la 4? Pues para ser exactos entre la base de los Alcázares y Cádiz preparando el vuelo del Plus Ultra. Vamos, bastante ocupado. ¡Cachis! 

Volvamos al calendario: el 22 de enero de 1926 el avión de Ramón Franco despega de Palos y llega a Argentina el 10 de febrero y Ramón no vuelve a España hasta abril de 1926. ¡Cachis con el calendario!

Carmen se trasladaría a Oviedo porque quería dar a luz allí por tradición, en la misma habitación que ella había nacido.

Lo dicho, un ejemplo de manipulación masiva.

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