¡Tranquilos! No es que me haya dejado arrastrar por la fiebre televisiva de los cocineros y las recetas, pero algo se está cocinando en la Comunidad Autónoma de Murcia y no parece, precisamente, que sea con productos frescos. Paréceme que los líderes políticos murcianos andan todos en la cocina preparando una receta típica, el zarangollo que suena así como a chanchullo. Una cocina algo liada donde es difícil precisar qué es lo que en realidad está pasando.

PAS es la tontería publicitaria con la que se identifica, en aras de la modernidad y el cambio, a Pedro Antonio Sánchez (mezclar Pedro y Sánchez en política no es buen augurio). PAS, el líder del PP murciano, que anda a la espera de ser investido como máximo dirigente del partido para sustituir al prejubilado y casi eterno Ramón Luis Valcárcel, quien a su vez anda feliz en su dorado retiro europeo (el cementerio de los elefantes creo que lo llaman).

Pedro Antonio Sánchez, PAS, es un político profesional -solo ha sido político- que ha cubierto una meteórica carrera desde el Ayuntamiento de Puerto Lumbreras a la Presidencia de la Comunidad Autónoma de la Región Murciana (CARM), dejando algún cadáver en el camino que ya alza la voz pidiendo su dimisión. El hombre del ascenso, merced a la decisión digital de Ramón Luis Valcárcel de dejarlo como su sucesor -el otro sucesor también acabó en un lío de corrupción- en ese régimen monárquico que es el PP en el que sus líderes se pasan la vida queriendo dejarlo todo atado y bien atado.

El PP lleva gobernando desde hace ni se sabe en la región de Murcia y se ha acostumbrado a que haga lo que haga gana elecciones pulverizando a sus adversarios en la Comunidad -a lo que ayudaba, eso sí, el modelo de 5 circunscripciones que desbarataba y falseaba la proporcionalidad en una Comunidad que es una única región-. Por estos lares hemos tenido de todo: escándalos y sospechas de corrupción sin coto con detenciones e imputación; Púnicas y flecos de la Gurtell; sospechas de corrupción urbanística sin cuento; autovías que acaban en un bancal; un flamante aeropuerto que ya ni se sabe cuándo funcionará y si llegará a funcionar, que ha costado y cuesta una pasta a una Comunidad con déficit crónico; un servicio ferroviario de pena y un AVE que lleva años anunciando su llegada al tiempo que se retrasa una y otra vez; una educación no muy exitosa –andamos por la cola-; sospechas de vinculación con las tramas de corrupción que jalonan la historia no tan distante en el tiempo del PP… y a pesar de todo el PP ha seguido ganando por goleada durante décadas y ahora por la mínima (claro que a ello ayudó la presencia del PSOE más torpe de España).

PAS, un hombre de partido, Presidente de la Comunidad, anda metido desde hace tiempo en un laberinto judicial que amenaza con poner fin a su meteórica carrera política. Aunque lleva años proclamando su inocencia, mientras se encadenan denuncian y sospechas, no ha conseguido disipar las dudas entre los murcianos -el PP local tiene el peor equipo de comunicación que se recuerda y ha contribuido sobremanera a ello- y ahora se enfrenta a un posible juicio en el que, de momento, anda imputado -corrijo pues debiera utilizar el eufemismo, convertido en término jurídico, de investigado-. No pocos murcianos andan con la mosca en la oreja con respecto a la virtud de su presidente. Virtud que empezó a resquebrajarse tras sus poco ordenadas respuestas a las sospechas sobre una vivienda de su propiedad, finalmente disipadas para la mayoría, alguna que otra tarascada menor -archivada o desestimada-, pero sobre todo con un lío sobre cómo se iba a pagar con dinero público una campaña para mejorar su imagen en las redes sociales -que en el mejor de los casos se alega que solo fueron contactos previos puramente de cortesía- y los problemas derivados de un auditorio recepcionado con deficiencias durante su etapa como alcalde y que para la oposición parece oler a tapadera de financiaciones poco claras. Y en el camino un rosario de no explicaciones que solo han convencido a los que ya estaban convencidos y que despiertan no pocas suspicacias. Y ante ello el PP se escuda en que el presidente no ha metido la mano en la caja aunque se pueda haber equivocado administrativamente.

PAS, como Mariano, confiaba y confía, en que pase lo que pase, lo imputen o lo medio imputen de verdad y acabe en juicio oral, Ciudadanos jamás rompería el pacto de gobierno que le permite ser Presidente. Que no lo haría, porque ello conduciría a unas elecciones y Ciudadanos perdería votos y él los ganaría, y porque considera imposible que un gobierno tripartito, PSOE-PODEMOS-Ciudadanos, le sustituyera. Tal creencia le hizo asumir un pacto de legislatura por el que se comprometía a dimitir si era imputado (estaba seguro de que jamás lo imputarían porque de lo contrario no se entiende salvo que fuera un bocazas), y, además, como apunta uno de los líderes populares, eran lentejas que había que apreciar pero no tragar. Lo que traducido significa que no lo pensaban cumplir en todos sus términos.

En este marco, desde entonces, la pelota no ha hecho más que crecer, agravada en la sospecha por la denuncia/sugerencia/murmullo de la presión del Fiscal General para que no se le investigase y el baile de Fiscales del discutido actual Ministro de Justicia –impecablemente legal, ¿pero?- que ha afectado al Fiscal murciano que trabajaba en apartado de corrupción. Lo que no ha hecho sino agravar las reticencias con respecto a PAS y las interferencias del poder político en el poder judicial que no pocos españoles asumen ya como inherente al sistema actual.

Lo que no contemplaban es que Albert Rivera decidiera tensar la cuerda y, ante lo inestable de parte de su electorado, decidiera hacer valer su papel en el sostén del gobierno como el gran y necesario regenerador. Sin embargo, pese a las evidencias, el PP cree que Ciudadanos, en el fondo, solo está jugando; haciéndose el duro pues no le queda más remedio pues ir a unas elecciones le costaría unos cuantos escaños y es imposible que, salvo que quiera suicidarse, orqueste una pinza contra el gobierno de Rajoy.

Ante este escenario, con la presión de Ciudadanos y la idea de que juega de farol, el PP ha cerrado filas en defensa de PAS -filas que en estos momentos andan ya rompiéndose- en un órdago a la grande. Si cediera ante la prueba murciana Rivera saldría fortalecido y sería tanto como reconocer que la corrupción sigue ahí.

El problema es que Rivera no parece ir de farol y que ha escogido Murcia, ante las circunstancias y la información que debe tener sobre el caso, para tensar la cuerda al máximo. La cabeza de PAS pende de un hilo, que bien pudiera cortarle el juez en unas semanas, duras semanas, porque se mire como se mire la palabra del Presidente Murciano era la de dimitir si se le imputaba y todo el mundo sabía que se hablaba de los temas pendientes (el caso auditorio y el lío sobre la contratación no efectuada de una empresa para que limpiara su imagen en las redes sociales). Ciudadanos ha medido muy bien su órdago porque no quiere sacar al PP del poder en Murcia sino sustituir a Pedro Antonio Sánchez por otro presidente del PP al que brindaría su apoyo. Maniobra inteligente porque no pocos están dispuestos, llegado el caso, a sacrificar a PAS e incluso, pese a los anuncios de prensa, ya hay candidatos/candidatas en la cartera. El empecinamiento de mantener al Presidente, lógico porque el PP sabe lo que se está jugando frente a Rivera de cara a unas elecciones generales, que tal como va la cosa podrían realizarse en 2018, no es entendido por los ajenos y no hace más que agrandar las sospechas sobre lo que el Presidente pudiera saber sobre la financiación del PP.

Lo único que no tiene previsto el PP, pues estima que un adelanto electoral en Murcia les beneficiaría, es que la propuesta que acabe sobre la mesa sea la de hacer presidente de la Comunidad al líder de Ciudadanos para acabar con PAS, con el apoyo del PSOE y PODEMOS, porque todo lo demás conduciría a las elecciones con un PP presentándose como víctima y mártir. Pero para ello PAS aún tiene que demostrar su inocencia en los tribunales y despejar todas las dudas sobre el caso del Auditorio de Puerto Lumbreras, porque si al final se abre juicio oral no tendrá más remedio que dimitir, pero hasta entonces faltan un par de meses y nunca se sabe cuándo alguien decida que es mejor sacrificar una pieza en la partida de ajedrez aunque sea inocente.